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La crisis del euro | La ayuda europea
Columna
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'Diez negritos'

Xavier Vidal-Folch

¿Se cumplirá la secuencia de Diez negritos? Agatha Christie relató en esa novela de 1939 los sucesivos asesinatos de nueve criminales a cargo de otro, un juez loco que les había convocado con misterio a una isla y, cumplida la faena, se suicidó.

Los negritos en riesgo son los periféricos del euro. Ellos (no solo ellos) también delinquieron. Grecia labró un déficit del 15%, trampeó, lo disfrazó. Irlanda, un agujero bancario general, de resultas de la burbuja inmobiliaria, que desbocó su déficit público, al 32%. Por cierto que Dublín y su banco central deberían explicar por qué solo practicaron las pruebas de resistencia a dos de sus grandes bancos (Allied Irish y Bank of Ireland) y estos salieron con bien.

España está contagiada. Tiene pocas palancas para evitar lo peor, pero puede ponerles el turbo
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Portugal exhibe un déficit crónico con un PIB crónicamente plano. España, una enorme deuda privada, y un crecimiento actual muy débil: ¿generará ingresos suficientes para restablecer sus equilibrios?

Con más o menos razón o con (apenas) ninguna, segmentos del mercado y la especulación descuentan la incapacidad de los deudores en honrar su deuda soberana. Por eso, a mayor riesgo, exigen mayor remuneración a sus bonos, en un proceso exponencial (que a veces se logra detener) bajo el lema de que el último apague la luz.

Hasta hoy, las tramas de las crisis que han acabado en rescate, la griega y la irlandesa, exhiben, junto a factores muy distintos, los siguientes rasgos comunes:

1. El país afectado acumula deberes pendientes o errores de bulto: arrastre o multiplicación de un déficit excesivo.

2. Torpeza del líder europeo. Alemania se resistió cuatro meses, hasta mayo, a crear el fondo de rescate temporal para Grecia; y agudizó sin querer el desorden irlandés con su plan para que junto al futuro Fondo permanente también paguen la crisis los privados. Algo justo. Quizá debiera hacerse, pero ¿anunciarlo?

3. El afectado toma medidas paliativas mucho después de estallar el problema, no antes. Dublín publicó su escandaloso déficit del 32% el 30 de septiembre y fio su solución al presupuesto para 2011 que debía aprobarse... el 7 de diciembre.

4. El plan de rescate entre el país, la UE y el FMI es tardío. Llega cuando la crisis ha contagiado al siguiente de la lista, y lo que ya se cuestiona es el propio futuro del euro.

5. Las agencias de calificación actúan post mórtem, como ahora Moody's y S&P, para agravar el funeral, no para evitarlo.

6. Justo antes del desenlace, gobernantes y think tanks pergeñan proyectos de nuevas entidades que completen la unión monetaria. Así, Daniel Gros y Thomas Mayer idearon el fondo de rescate (CEPS Policy Brief, 202, febrero 2010) y ahora la ex tanquista del FMI Anne O. Krueger y otros proponen un sistema de suspensión de pagos ordenada (A European mechanism for sovereign debt crisis resolution, Bruegel, 9 de noviembre) más o menos concomitante con los propósitos franco-alemanes.

El caso es que cualquier nimiedad desestabiliza. El contagio ya está aquí. Y cuesta un potosí despegarse. El necesario subrayado de la diferencia ("España no es equis", siendo equis cualquiera peor) apenas funciona, no basta para ahuyentar el peligro.

Recordemos además que incluso tras la dotación del fondo de rescate (9 de mayo) con el enorme colchón de 750.000 millones de euros potenciales, la deuda española siguió sufriendo. Alcanzó el penúltimo pico (hasta ahora), de 221,16 puntos diferenciales con el bund, a mitad de junio. Solo se relajó al publicarse las buenas notas de las pruebas de esfuerzo a los bancos.

Por eso a España le quedan pocas palancas para romper la secuencia de los Diez negritos. Una es no emitir ruidos ni cometer más errores: los cuentan. Otra, demostrar autoridad, aplicando con rapidez el plan de las 15 reformas periodificadas la semana pasada (pensiones, empleo, déficits territoriales...) y cualquier otra que no añada más austeridad directa que retranquee la demanda y, pues, el crecimiento.

Debe poner el turbo: el Gobierno tiene mayoría disponible. Y si la oposición oficial sigue en babia, podría pactar una coalición con la oposición leal. Quizá hay que equiparse ya para una emergencia sin par.

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