_
_
_
_
_

Siete países exigieron que la banca participara en el rescate

Berlín logró apoyos para vencer la resistencia del BCE

Andreu Missé

El pasado 21, el día de la Fiesta Nacional de Bélgica (quizá una de las últimas que celebra el país), los carros de combate se preparaban para el desfile en los aledaños del Justus Lipsius, la sede del Consejo Europeo. En el interior del edificio se libraba ese mismo día otra batalla sin armas pero de la mayor trascendencia política y económica. Los 17 líderes del euro forcejeaban para salvar el euro. La crisis griega que había estallado un año y medio, tras contagiar a Portugal e Irlanda, amenazaba ahora a dos pesos pesados de la zona euro: Italia y España son, respectivamente, la tercera y cuarta economías del area en la que rige la moneda única.

El pulso principal se centraba en la contribución de los bancos en el rescate de Grecia que tras el acuerdo finalmente alcanzado deberán aportar unos 50.000 millones hasta finales de 2014. Las posiciones eran muy firmes porque Alemania, la economía más potente de la zona euro, no estaba dispuesta a abandonar sus exigencias de que esta vez la banca debía pagar también y no sólo los contribuyentes. "Berlín contaba con el apoyo de seis Estados, que exigían como condición sine qua non la contribución de la banca para apoyar el segundo rescate a Grecia" explica uno de los participantes en la reunión. "Y no estaba dispuesto abandonar" añade. El segundo rescate a Grecia, que implicará otros 109.000 millones de ayudas públicas se había convertido es determinante para estabilizar el euro.

Más información
La rehabilitación del eje francoalemán blinda el euro

La canciller alemana, Ángela Merkel, se sentía fuerte porque contaba con el incondicional apoyo de Holanda y el soporte también firme de Finlandia, Austria y tres países recién incorporados. En frente estaba Jean Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo, (BCE), respaldado por el pleno del consejo del BCE y el soporte de España e Italia, que se oponía a una participación de la banca que pudiera ser interpretada como un default selectivo (una suspensión de pagos parcial). Trichet temía que una solución de este tipo para Grecia fuese exigida en el futuro para otros países poniendo en riesgo a toda la zona euro.

La noche antes de la reunión del Consejo, Merkel y el presidente francés Nicolas Sarkozy, mantuvieron una intensa reunión de siete horas en las que participó temporalmente Trichet y a través del teléfono el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy.

En este encuentro se alcanzó un acuerdo de base. Trichet aceptó que los bancos acreedores contribuyeran al rescate tras obtener el compromiso de que la UE pondría 35.000 millones como garantía para que los bancos griegos pudieran seguir recibiendo liquidez del BCE, incluso en el supuesto de que se declara la suspensión de pagos temporal de los bonos griegos. También arrancó el compromiso de los líderes de que esta solución "sería excepcional y única", como establece la declaración.

Pero este acuerdo de principios había que formalizarlo en el Consejo de los países del euro en una coyuntura en la que Holanda, Finlandia y otros países habían ido radicalizado sus posiciones. Y había que convencer a España e Italia. La realidad es que la discusión por la contribución de los bancos venía eternizándose desde hacía tres meses, una dilación que había causado una gran incertidumbre y disparado las primas de riesgo de los bonos españoles e italianos.

En la reunión se palpaba una cierta "sensación de culpabilidad", por haber dejado ir las cosas demasiado lejos debido a la incapacidad en tomar decisiones. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso manifestó ante los líderes su convicción de que "se debía haber actuado antes". Trichet expresó un sentimiento similar, acompañándose de varios gráficos, explicando cómo las manifestaciones puntuales a favor de que los bancos pagaran habían ido agravando la prima de riesgo de varios países, especialmente de España e Italia. Y Sarkozy reconoció que se debió haber ido "más rápido" en la toma de decisiones.

Pero quien fue más lejos en expresar este sentimiento fue el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. "Deberíamos hacernos una autocrítica colectiva", por la tardanza en la toma de decisiones, dijo el presidente español, según un alto funcionario europeo.

En el clima de dificultades existentes para precisar el alcance de los acuerdos, Zapatero exigió después de un receso que se incluyeran las principales cifras del rescate para que los mercados pudieran hacer una valoración más ajustada del alcance del acuerdo. Lo cierto es que el primer borrador de conclusiones no incluía estas cifras aunque sí grandilocuentes manifestaciones como que la propuesta de que "los fondos estructurales (para Grecia) deberían ser readjudicados bajo un Plan Marshall Europeo para la competitividad y el Crecimiento".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_