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Sin rastro del espionaje en Renault

Antonio Jiménez Barca

El caso de espionaje industrial que en teoría afectó a Renault y que saltó a las páginas de todos los periódicos franceses a principios de año se desinfla. Más que espionaje, todo huele ahora a un prosaico y malintencionado ajuste de cuentas entre altos cargos. Los servicios secretos franceses, que llevan investigando el asunto desde mediados de enero, aseguran que, por ahora, no hay "ni rastro de espionaje", según han revelado fuentes próximas a este departamento a AFP.

El episodio se desató el 3 de enero, fecha en que la dirección de la empresa constructora anunciaba que despedía fulminantemente a tres altos cargos por considerar que habían vendido información confidencial. Los días siguientes aparecieron más detalles: en concreto, los tres altos cargos habían negociado sobre datos relativos a las baterías de los futuros coches eléctricos, un asunto crucial en la carrera tecnológica del automóvil del futuro. El 13 de enero, Renault denunciaba a los tres directivos por "espionaje industrial, corrupción y abuso de confianza". Y la Dirección Central de Información Interior, esto es, los servicios secretos franceses, se pusieron a investigar dos días después. Para entonces, los periódicos franceses habían revelado algunas hipótesis: el principal sospechoso de haber comprado los secretos era China, cuyo Gobierno lo desmintió tajantemente. También se aseguró que los directivos en cuestión regentaban cuentas bancarias en Suiza alimentadas desde paraísos fiscales.

Esta misma fuente asegura ahora que los investigadores no han encontrado por ahora ni una cuenta bancaria en ese país perteneciente a estos tres altos cargos. Libération aseguraba además el miércoles que en una reunión mantenida el lunes entre el número dos de la empresa, Patrick Pelata, y un consejero del primer ministro, François Fillon, el primero dejó escapar la información de que la empresa podía "haber sido objeto de una manipulación". Esta es la expresión que el miércoles también utilizó un portavoz de la empresa. El origen de todo partió de una denuncia anónima que afirmaba haber visto a Michel Balthazard, uno de estos altos cargos, encargado del desarrollo del vehículo eléctrico, "negociar" la venta de información.

Con todo, el director de los servicios secretos franceses, Bernard Squarcini, quiso ser prudente y puntualizó ayer que la investigación "aún no ha terminado" y que los datos completos serán entregados a mediados de marzo a la Fiscalía de París.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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