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El riesgo de recesión vuelve a España mientras el petróleo se dispara

El estancamiento del consumo y el paro amortiguan el impacto del alza del crudo - La situación puede desbocarse si otros productores entran en conflicto

Alejandro Bolaños

La gasolina nunca ha estado tan cara y los tipos de interés vuelven a subir, lo que encarece las hipotecas. El primer balance del repunte del petróleo para las familias españolas deja poco margen a la interpretación. Las repercursiones en el mercado de crudo de las revueltas norteafricanas, focalizadas ahora en Libia, tampoco son halagüeñas para una economía como la española que importa el 80% de la energía que consume. Menos aún cuando esa subida del petróleo se cruza con una recuperación anémica, incapaz de bajar la tasa de paro del 20%. Los expertos dan por hecho que si la crisis libia se extiende a otros países productores, la recesión (dos trimestres seguidos con crecimiento negativo), apenas olvidada, volverá a hacer acto de presencia.

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Hasta ahora, el impacto económico del alza del petróleo por las revueltas norteafricanas -la cotización en los mercados de futuros pasó de los 100 a los 115 dólares por barril- es limitado. La Comisión Europea estimó la semana pasada que si ese incremento se consolida, restaría una décima al crecimiento del PIB de la UE este año y otra décima en 2011. Son cálculos muy parecidos a los que arrojan las simulaciones del Banco Central Europeo (BCE) o del Fondo Monetario Internacional. O a los que manejan los técnicos del Ministerio de Economía.

En el caso español, aunque parezca paradójico, el estancamiento del consumo y el elevado desempleo amortiguan el impacto. "Con una tasa de paro tan alta, los trabajadores son mucho más cautos en sus reivindicaciones salariales, no trasladan el efecto del alza del petróleo en los precios del consumo", señala Manuel Balmaseda, economista jefe de Cemex, la tercera cementera mundial. Lo mismo debería ocurrir con los márgenes empresariales: con una demanda congelada, las empresas se piensan mucho las subidas de precios.

En suma, trabajadores y empresas son más proclives a asumir sacrificios y eso corta cualquier riesgo de espiral inflacionista, una de las derivas más dañinas de las crisis petroleras de los setenta: entonces, el alza del crudo situó la inflación española por encima del 15%. Fuentes de Economía recalcan que el pacto entre sindicatos y patronal ya limitó a poco más del 1% la subida salarial en 2010. Y recuerdan que ese pacto retrasaba a 2012 las compensaciones por pérdidas de poder adquisitivo durante la crisis.

El temor, aunque sea lejano, a una espiral inflacionista es lo que anima la decisión del Banco Central Europeo (BCE) de volver a subir los tipos de interés. "Podría aventurarse que esa preocupación está ahora en Alemania, no en España", añade Balmaseda. El caso es que una subida de tipos encarece la financiación de toda la economía, no solo las hipotecas. Otra zancadilla a un país muy dependiente de la financiación exterior. "El anuncio del BCE también ha apreciado el euro, y eso hace que la subida de petróleo sea menos costosa para los europeos", matiza José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citigroup. Martínez Campuzano añade que, para los costes de financiación de las empresas y entidades financieras, "ahora es mucho más determinante que la prima de riesgo de la deuda española baje", un argumento que comparte el Ministerio de Economía.

"No tiene nada que ver una economía como la actual con la de los años setenta, en la industria ha habido notables ganancias de eficiencia". Es otra diferencia esencial que remarca Xavier Labandeira, director del centro de investigación Economics for Energy. Y eso que la economía española no está entre los mejores ejemplos. Según un análisis de este centro, entre 1995 y 2008 la intensidad energética (gasto energético necesario para un aumento del PIB) de la economía española cayó un 7%, mientras la de la UE se redujo un 18%. Labandeira se resiste a plantear una enmienda a la totalidad al nuevo plan de ahorro del Gobierno, centrado en reducir el límite de velocidad en autovías e incentivar el recambio de neumáticos y alumbrado. "Pero vuelve a dejarse de lado lo fundamental: los precios", acota.

Para el catedrático de la Universidad de Vigo, "la falta de avances en eficiencia energética en los transportes y la vivienda es muy preocupante". El director de Economics for Energy sostiene que "no habrá incentivos para ahorrar energía si no se refleja el precio real de la electricidad o si no se suben los impuestos sobre los carburantes". Labandeira admite la dificultad de adoptar esas medidas ahora. "Lo que es una desgracia es no haber aprovechado la etapa de petróleo barato, cuando la economía iba bien", lamenta.

Como ocurrió en 2008, cuando la creciente demanda de combustible de los emergentes, amplificada por la especulación, tiró de los precios del petróleo, las exportaciones de los países occidentales sortean la crisis. Entonces, tanto emergentes como productores de petróleo aumentaron también la demanda de productos fabricados por los países occidentales y eso compensó con creces el repunte en los costes de producción por al alza del oro negro.

El origen de esta subida es distinto: el temor a que se produzca una interrupción del suministro. Es por ahora sólo un temor, no una realidad (Arabia Saudí no ha tenido problema en compensar el parón de Libia). Y las economías emergentes siguen tirando de las exportaciones. "Pero esta vez puede ser diferente", dice Manuel Balmaseda.

Lo diferente ahora sería que las revueltas populares se extendieran a otros países productores como Arabia Saudí (el único capaz de aumentar de forma rápida la exportación) o Argelia (básico en el gas natural). Se produciría entonces una crisis de suministro, como las de los años setenta, solo que con los países emergentes en plena expansión.

Es en ese escenario, la economía española, que importa tanta energía ahora como en los años setenta, pagaría una factura muy dolorosa. Marie Diron, economista de Ernst & Young, anticipa que bastaría con que el precio del crudo se estableciera en 135 dólares por barril para meter a la economía española en recesión, un umbral de dolor que eleva a los 150 dólares para la UE.

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