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Actividad discente: la cara oculta de la Universidad

El fracaso escolar universitario, la calidad de la docencia y su efecto en el espacio europeo que se avecina, no sólo depende del profesor (actividad docente) y de los medios, sino también del alumno (actividad discente). En la actualidad no hay datos acerca del inapropiado comportamiento de los alumnos que sirvan de soporte para analizar su contribución en el fracaso escolar.

Es posible probar con cifras que el fracaso escolar universitario no es debido a los profesores sino al inapropiado comportamiento de los alumnos. Para lo cual, se ha elaborado un test con una serie de ítems que determinan el grado de cumplimiento de la "actividad discente" recogida en los siguientes campos: asistir a clase, hacer uso de las tutorías para resolver dudas, estudio diario para poder llevar a cabo una evaluación continua, asistir a los exámenes finales, y nivel de preparación básica e interés con que los alumnos llegan a la universidad para que los profesores puedan trabajar.

Los campos han sido seleccionados por entender que son requisitos fundamentales, que quien los cumplen aprueban, y quien no, suspenden. Hasta la fecha no hay ningún estudio empírico serio en torno a la calidad de la docencia que pruebe que se puede aprobar sin estos requisitos. El test se ha suministrado a una muestra en todos los centros del campus de Badajoz y Cáceres recabando información acerca del comportamiento más de 15.000 alumnos procedentes de todos los cursos. La pauta de conducta del alumnado no sólo es exclusiva de la universidad de Extremadura (UEX) sino que es común en la mayoría de las universidades.

Los resultados obtenidos reflejan que el 62% de los alumnos no tienen la preparación básica que les permita seguir adecuadamente las explicaciones en clases; la mayor parte de ellos corresponden a los alumnos de 1º y 2º curso. Referente a la asistencia a clase al 41% de las clases que se imparten asisten menos del 50% de los alumnos, y de los que asisten, menos de la mitad de los alumnos llevan la asignatura al día; este proceder conlleva la baja participación de los alumnos en clase, el 7% ninguna participación y el 61% poca participación, lo cual pone de manifiesto la dificultad de implantar una adecuada evaluación continua, como se pretende en los nuevos planes para una convergencia europea, cuyo éxito depende de la capacidad de los alumnos en someterse a la disciplina de estudio diario.

Las tutorías están contempladas para resolver las dudas o consultas con objeto de ampliar conocimiento, para lo cual el profesor debe de estar en su despacho durante seis horas semanales a lo largo del curso con un horario determinado. Los resultados muestran que al 14% de las tutorías de las asignaturas no acuden nunca; y al 75% de las tutorías acuden entre el 0% y 25% de los alumnos. De los que asisten a las tutorías el 85% van sólo de una a cinco veces a lo largo de todo el año. Estas cifras es más alarmante que la asistencia a clase, y suscita una gran problemática, dado que el espacio europeo contempla que gran parte de las horas docentes sean en régimen tutorial. Respecto a los exámenes finales, el resultado es que, al 18% de las asignaturas, se presentan menos del 50% de los alumnos matriculados, y al 31% de las asignaturas se presentan entre el 50% y 75% de los matriculados. El interés de los alumnos por aprender en la revisión de exámenes es que el 10% "no manifiestan ningún interés" y el 50% "poco"; y tres de cada cuatro alumnos no se expresan correctamente en los exámenes. Por último, en cuanto al interés que muestran los alumnos en aprender las asignaturas, el 3% muestra ningún interés, el 36% muestra poco interés, el 54% aceptable, y el 7% mucho.

La consecuencia final de este comportamiento global de los alumnos se resume en que el 74% de los profesores señalan que el nivel de la universidad va bajando. Resulta pues difícil y utópico hablar de calidad docente sin considerar estos datos que reflejan la situación real de la UEX.

En lo referente a los profesores el desasosiego, producido en algunas asignaturas, de no poder llevar a cabo el programa de las asignaturas con las expectativas deseadas por la falta de base, el desinterés en asistir a clase y participar en ellas, el absentismo a las tutorías y exámenes finales, el firmar actas acreditando un nivel de conocimiento cada vez más deficiente motivado por la presión social que supone los suspensos, haciéndoles cómplices de deficiencias que no les competen, generan una insatisfacción en el 48% del profesorado. Esta situación laboral conduce a un estado de ansiedad, estrés laboral, y burn-out (quemado) que con el mobbing que provoca el acoso de una evaluación docente "mal diseñada y computada", hace cada vez más inviable el trabajo docente, suscitando en algunos el comentario en desear jubilarse.

En el ámbito económico, un alumno en la universidad conlleva una sustanciosa cantidad de dinero. Cada vez que un alumno se examina de una asignatura cuesta 473 euros, se presente o no al examen, de los cuales la Junta (contribuyente) sufraga el 60%, y el resto el padre, y en su defecto la beca. Si un alumno no se presenta al examen final es porque no sabe, y supuestamente no ha hecho uso de los medios (clases y tutorías) para aprender. Se ha estimado que 4.313 alumnos de nuestra muestra no se han presentado al examen final, lo cual supone que se han gastado 2.040.049 euros y no se han hecho uso de ellos. Estos datos ponen de manifiesto el dinero que supone este absentismo en la actividad discente, y la necesidad de disponer de los medios adecuados para que la inversión no sea un despilfarro, es aquí donde hace falta un control del gasto público.

El control para que este comportamiento no ocurra está en la selectividad. El 63% del profesorado universitario suspenden a la selectividad, es decir, el 63% de los profesores suspenderían al 98% de los alumnos que actualmente aprueban la selectividad. La relación entre el comportamiento de los alumnos y los trastornos psicosomáticos ha sido uno de los hallazgos del trabajo. La selectividad inadecuada propicia una secuela de hechos (descritos anteriormente), de forma que el efecto que produce en algunos profesores, hace que se le catalogue como un posible riesgo laboral, lo cual, abre el espectro de los factores de riesgos y estrés en los docentes universitarios elaborados por investigadores de otras universidades.

La culpa de que estos problemas se den en la UEX la tiene la selectividad. Las consecuencias en diseñar una selectividad negligente que abre las puertas de la universidad al 98% de los aspirantes, sabiendo de antemano que en la actualidad se ha reconocido públicamente el bajo nivel (Informe PISA) y las deficiencias con que los alumnos que terminan el bachillerato, son las de trasladar estas deficiencias a las aulas universitarias, y abusar de la buena voluntad de sus profesores para que pasen por alto tales deficiencias elementales a la hora de firmar las actas, haciéndoles cómplices de esta negligencia.

Es, pues, una oportunidad que ahora se le brinda a las autoridades académicas en tomar cartas en el asunto para evitar un despilfarro de dinero tanto de los padres como de la administración, y probar que se está dispuesto a proteger a la institución y al trabajo y salud de sus docentes.

Pedro Álvarez Martínez es catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Extremadura.

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