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Reportaje:LAS COOPERATIVAS ESCOLARES

Colegios de padres y profesores

Las cooperativas escolares aúnan participación y ausencia de lucro con una buena gestión

Carmen Morán Breña

A menudo, por no decir casi siempre, cuando se habla de enseñanza concertada se relaciona con los colegios religiosos. Y sin más distinción se despacha el asunto. Aunque éstos son la mayoría, se trata de una visión incompleta. Hay otras concertadas. Por ejemplo, las cooperativas escolares. Son un sistema híbrido entre lo público y lo privado, o, como los cooperativistas gustan decir, "tienen lo mejor de los unos y de los otros". Pero también comparten los problemas de la enseñanza concertada (a menudo, financiación insuficiente), y en ocasiones tienden a "funcionarizarse", como la pública.

Las cooperativas escolares aparecen en España tímidamente, tras la noche franquista, a finales de los años sesenta. Esta primera oleada se extiende una década con principal implantación en el País Vasco y Cataluña. Son los primeros pasos de la escuela democrática. Predominan entonces las cooperativas de padres, preocupados por las carencias pedagógicas.

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Una escuela a pie de barrio

La segunda fase arranca con la democracia. Las cooperativas de enseñanza se levantan allá donde el crecimiento demográfico lo demanda. Los traslados de población fueron numerosos y desmedidos. En Madrid, por ejemplo, pueblos como Fuenlabrada duplicaron su población en los primeros años ochenta. Y no sólo había que atender a los niños; el paro entre los maestros alcanzó cotas de vértigo. Proliferaron, y así han llegado hasta hoy, las cooperativas de profesores. También las mixtas (padres, maestros, cocineros, conserjes) se ven por entonces. Algunas comunidades, como Cataluña y País Vasco, presentan peculiaridades sobre el modelo general. En la actualidad, las 500 cooperativas españolas suponen entre un 10% y un 12% de la red concertada, y en ellas trabajan 19.000 empleados, 11.500 de ellos socios cooperativistas. Facturan 320 millones de euros al año y están en todas las comunidades.

¿Qué es exactamente una cooperativa escolar? ¿Qué y cómo se enseña en esos centros? Su filosofía política mantiene el ideario fundamental del cooperativismo, que nació en el siglo XIX en el seno del movimiento obrero: un hombre, un voto; asambleas, independencia, participación democrática, ausencia de ánimo de lucro. Su pedagogía bebe en todos estos principios. Buscan además la formación integral de los chicos, "en libertad responsable para un pleno desarrollo personal". Así reza alguno de los idearios que les ofrecen a los padres en la época de las matriculaciones.

El presidente de la Unión Española de Cooperativas de Enseñanza (UECOE), Carlos Sierra, calcula que un 75% de estos colegios son laicos. "Tenemos una buena relación con la concertada religiosa; ni ellos quieren ser cooperativistas ni nosotros curas", bromea. Y añade: "No somos ni peores ni mejores, somos distintos, por eso queremos un Estatuto Jurídico Diferenciado para las cooperativas de enseñanza".

¿Por qué son distintos? Porque a determinados valores de la escuela pública le suman una eficaz gestión privada. Son, además, centros integradores donde el número de alumnos con nombres extranjeros que necesitan apoyo extraordinario y con necesidades educativas especiales crece a lo largo del curso. Se implican con el desarrollo y bienestar de sus barrios; las plantillas de profesores suelen permanecer estables "en su puesto, que no en su trabajo", matiza el presidente Sierra. Quiere decir que los maestros permanecen en su plaza durante años o toda su vida profesional, y así los alumnos no sufren el baile de traslados; pero, a su vez, no son funcionarios, aunque su precariedad siempre es mayor: deben mimar su negocio. Sierra apunta otra posible característica que les diferencia: "El destino de los posibles beneficios los reinvertimos en mejorar los centros. En mi cooperativa nunca hemos repartido ganancias", asegura.

Su quehacer pedagógico se resume en una cercanía constante con el alumno y las familias, así como en un control exhaustivo de los chicos, sin olvidar el valor del diálogo. "Aunque, ojo, cada cooperativa tiene sus propias características porque deciden sobre sí mismos", advierte el presidente de la Unión Madrileña de Cooperativas Escolares, Ucetam, Fernando Fernández.

La pretensión más actual de las cooperativas escolares es constituirse en patronales para tener voz propia en las negociaciones con la Administración, entidades y otros organismos. Así lo ha hecho ya la Asociación Andaluza de Centros de Enseñanza de Economía Social (ACES), que preside Miguel Vega. Ése es también el modelo gallego. En esas nuevas asociaciones caben otras fórmulas de gestión de la enseñanza, como las sociedades anónimas laborales, las fundaciones. En la comunidad madrileña han presentado a la Administración una novedosa iniciativa. Piden que les cedan terreno en condiciones más ventajosas que las que salen a mercado, o bien que les presten edificios. Quieren que se conviertan en cooperativas de gente joven, recién salidos de las aulas, que podrían compartir su trabajo con otros docentes. Estos proyectos pedagógicos pasarían un concurso público y darían cuenta de sus resultados mediante una evaluación externa periódica.

Su peculiar forma de gestionar quieren trasladarla además a proyectos de ocio educativo para todas las edades. Ya tienen algún centro-granja, y no descartan extenderse a otros ámbitos.

La página página web de la Unión Española de Cooperativas de Enseñanza es (www.uecoe.es.).

Un aula del colegio-cooperativa Antonio Gala, de Sevilla.
Un aula del colegio-cooperativa Antonio Gala, de Sevilla.GARCÍA CORDERO

Objetivo: las escuelas infantiles

La educación infantil es un escalón en el que se han asentado cómodamente y con gran éxito las cooperativas escolares. Vista la creciente demanda de los padres, es en esa etapa en la que pueden extenderse. Y lo harán. El trabajo desarrollado en ese campo les avala.

En educación infantil las cooperativas adquieren otro perfil jurídico, por así decir: ya no son propietarios del centro, sólo gestores. Es la Administración pública, el ayuntamiento o la comunidad autónoma quien se encarga de lo más caro: el edificio y los conciertos para pagar los gastos; los cooperativistas trabajan y gestionan. Pero en la calle la idea que permanece es que estas escuelas son municipales y sus trabajadores empleados públicos. Y eso no es del todo cierto, pero esa fórmula de la red infantil es la que ansían el resto de las cooperativas de niveles educativos obligatorios. La red que forman estas escuelas en Madrid (la mitad gestionadas por cooperativas y la otra mitad con personal laboral, 164 en total) se ha ganado un prestigio que no puede satisfacer ni de lejos la demanda de los padres: "Cada año se quedan sin plaza en Madrid entre 15.000 y 20.000 niños", lamenta José Luis Berlinches, coordinador general de la sección infantil en la asociación de cooperativas de la comunidad madrileña (Ucetam).

Berlinches es además el presidente de la cooperativa Agassi, que gestiona la escuela infantil Arco Iris, en Alcalá de Henares, un centro por el que no es de extrañar que los padres dejen caer más babilla que los hijos.

El personal, cooperativistas y contratados, que atiende estos centros desmonta de inmediato la idea de que esta etapa pueda ser sólo asistencial. Por supuesto que en Arco Iris se cambian pañales y se cuida la alimentación y la siesta de los bebés. Pero la dirección del centro también procura que esos niños se eduquen desde la más tierna edad. Y lo hacen con detalles como éste que cuenta Berlinches: "Hacemos un poco de discriminación positiva con los hombres al contratarlos, y no es fácil porque las titulaciones para este trabajo están repletas de mujeres. Pero creemos necesario que los bebés vean también una cara masculina cuando les cambian los pañales o les cuidan en el patio". La misma idea de diversidad la extiende Berlinches al cooperativismo. Además de los profesores, hay una cocinera del centro que es socia. "Prefiero que haya alguien que aporte otra mirada", argumenta.

Hasta los tres años, los padres tienen que pagar por la estancia y los servicios que se prestan en estos centros entre 70 y 180 euros, aunque hay ayudas. Las cooperativas quieren que, al menos en las escuelas infantiles, la gestión y titularidad sigan tal cual. No les importa concursar con otros interesados para gestionar estos centros: confían en sus proyectos pedagógicos.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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