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Reportaje:

Profesores que echan humo

La secundaria atraviesa por problemas, pero los docentes no creen que sean irremediables

Carmen Morán Breña

Profesores quemados. ¿Qué son? ¿Profesores que piden una baja porque no pueden más? ¿Docentes que están hartos de su trabajo, pero siguen ahí? ¿Desmotivados? ¿Desbordados? Hay muchas categorías que quizá no se matizan demasiado. Los propios profesores niegan que la situación sea desesperada, ni mucho menos, aunque reconocen un malestar cierto con unas causas bien definidas. No se quejan de dinero, ni de vacaciones. Pero sí de sus condiciones de trabajo, más complicadas que hace años, aseguran, porque el alumnado es más heterogéneo y permanece escolarizado hasta los 16 años, quieran o no. Un solo garbanzo negro puede perturbar una clase entera, y los profesores de instituto no suelen tener una formación pedagógica suficiente. En los peores casos, ni la tienen, ni creen que tengan la obligación de tenerla. Son licenciados en historia, o en matemáticas, pero ¿les ha enseñado alguien a enseñar, a gestionar un grupo de alumnos, a ganarse la autoridad? No. Incluso los que cuentan con la experiencia de los años, a veces se ven inermes, sin apoyo suficiente para lidiar con situaciones bien incómodas que ocurren en las aulas.

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"Hay un falso mito circulando, ese de que el profesor ha perdido el respeto y la autoridad y no es verdad estrictamente, lo que pasa es que antes la autoridad del profesor era incuestionable porque sí, y ahora hay que ganársela porque los alumnos no están dispuestos a aceptar algo porque sí", explica Rosa Cano, directora del instituto Europa, de Móstoles (Madrid). Ella no cree que los profesores hayan perdido el prestigio social, como se dice. Las estadísticas avalan su opinión. La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre la valoración social de los profesionales colocaba a los profesores en los puestos más altos.

Aulas del XIX

Lo que sí ocurre, a juicio de no pocos docentes, es que "hay un sistema educativo del siglo XIX para alumnos del XXI". Así opina Francisco Caballero, un profesor de matemáticas de Sonseca (Toledo), quien nunca ha visto a nadie, en sus 37 años de profesión, que haya abandonado la carrera por estar quemado. Y Rosa Cano también cree que la sociedad debe "definir con exactitud qué tienen que saber los nuevos ciudadanos y qué formación han de tener los profesores para ello. El programa escolar está obsoleto y, por otro lado, se necesitan profesores que sepan trabajar en equipo, innovar, buscar otras vías para hacer su trabajo", apunta.

Caballero aporta otra razón para la situación que se vive en las aulas: el paso difícil y problemático de la primaria a la secundaria. "Los alumnos vienen de centros educativos estructurados y se encuentran con institutos que no son centros educativos. En primaria hay un profesorado estable, ciclos de enseñanza cerrados, con un tutor que pasa 18 de sus 25 horas lectivas con su clase; también los equipos directivos son muy estables", continúa Caballero. Dice que en los institutos, muchos profesores se limitan a dar su clase y no quieren que se les pida nada más: "No es fácil encontrar quiénes se hagan cargo de las tutorías. Hay algunos docentes que querrían hacer otras actividades y no se atreven porque no estaría bien visto", asegura Caballero.

Rosa Cano avala parte de sus opiniones. "Hay quien se limita a cumplir con su función, que no es poco, y hay quien se deja media vida en la enseñanza". Esto último conduce al asunto de los incentivos profesionales. La carrera docente no tiene ascensos sin cambiar de cuerpo. Es decir, si un maestro quiere ascender, tiene que saltar a profesor, a catedrático, a profesor de universidad, pero no hay aún un estatuto del docente que defina la forma en que un profesor puede ascender en su carrera en virtud de unos méritos sin abandonar su puesto. Los sindicatos andan negociando con la Administración una paga de productividad, 60 euros, que en principio se concibió como un incentivo para aquellos que se dedican intensamente a sus clases, a sus alumnos, para los que organizan actividades más allá de sus estrictas obligaciones. Pero la cosa tiene visos de acabar en café para todos. Negociado en plena campaña sindical, el último borrador habla de que serán las Administraciones las que diseñen un programa de actividades al que podrán sumarse todos los profesores y los centros podrán incorporar algunas otras iniciativas. De aquí a algún tiempo puede que se esté negociando otro extra para los que no se limiten a lo mandado.

El profesor José Luis Sánchez, del instituto Clara Campoamor de Getafe (Madrid), opina que en la sociedad hay una crisis de valores que está afectando a la escuela. "Hay alumnos que suspenden casi todo y vienen a recoger las notas con una moto nueva. Tampoco la Administración, por lo menos en algunas comunidades, parecen confiar mucho en el sistema educativo público". Aunque reconoce dificultades, a pesar de todo, no se considera un profesor quemado. Pero quizá no encuentra el reconocimiento merecido a su labor. Habla de continuos enfrentamientos con los padres y de muy pocas posibilidades de promoción. "Hay que estimular al profesorado, porque hay gente que vive de esto y gente que se dedica a esto", resume. "No creo en la vocación, es cosa de curas, creo en la profesionalidad, a mí mi trabajo me gusta, pero te encuentras con que tu centro funciona bien y te lo quieren cerrar sólo porque es pequeño", lamenta, recordando algunos enfrentamientos con la Comunidad de Madrid.

LOS DOCENTES EXPONEN ALGUNOS PROBLEMAS DE LA SECUNDARIA

- El programa escolar está desfasado en muchas asignaturas, y también la forma de impartirlo

- Los profesores de secundaria no reciben formación pedagógica para gestionar una clase

- Las condiciones de trabajo son más difíciles y no hay apoyos ni herramientas adecuados

- No hay una carrera docente definida; los profesores que se desviven por su trabajo no reciben incentivos laborales ni hay posibilidad firme de ascender.

- El paso de la primaria a la secundaria es abrupto; se pasa de centros educativos estructurados a la simple enseñanza de asignaturas de forma aislada.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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