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Reportaje:

A los estudiantes les preocupa Europa

El campus responde con debates a las protestas sobre la reforma de las carreras - Los alumnos rechazan la "mercantilización" y piden participar en el cambio

Bolonia es una ciudad del norte de Italia, de unos 370.000 habitantes, famosa por haber sido históricamente cuna de movimientos obreros. Pero hoy, en España, la palabra Bolonia ha perdido ese significado y tomado otro, el del acuerdo que se firmó allí en 1999 para crear un espacio común de universidades, con unas reglas similares, en toda Europa.

Pero, a partir de ahí, vuelven las confusiones, los malentendidos y probablemente la falta de información sobre esa reforma que ha tomado nombre de ciudad y que tiene que estar lista en 2010. Pese a las campañas que han hecho las universidades, lo demuestran las recientes protestas estudiantiles en Barcelona o el encierro de unos 200 estudiantes en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid. Se quejan, principalmente, de que habrá mercantilización y privatización de la Universidad cuando se implante el nuevo sistema a partir del curso próximo, algo que niegan los responsables políticos y académicos. Pero, sobre todo, los universitarios se quejan de que nadie les ha consultado los cambios y reclaman un debate sobre su conveniencia.

La Conferencia de Rectores (CRUE) ha anunciado un ciclo de encuentros con los estudiantes dentro de los gobiernos de cada campus. El presidente de la CRUE, Ángel Gabilondo, participó ya en uno en la Universidad de Alcalá de Henares, y también debatió hasta la madrugada con los estudiantes encerrados en la Complutense. Las universidades catalanas presentaron información sobre los cambios a los miles de estudiantes que visitaron el Salón Estudia, en la Feria de Barcelona, pero asumen que hará falta más información. Para la comisionada de Universidades de la Generalitat catalana, Blanca Palmada, "la etiqueta Bolonia simplifica demasiado la discusión y puede acabar pervirtiéndola. Conviene hacer un esfuerzo para escoger cada uno de los cambios que se están haciendo. El riesgo de privatización que algunos anuncian no tiene ninguna relación con Bolonia. Depende de la voluntad de los ciudadanos y de los gobiernos".

Es cierto que los argumentos más repetidos por los estudiantes tienen más que ver con temores que con los contenidos de la reforma -como la mercantilización o la pérdida de calidad de las carreras por pasar a ser todas de cuatro cursos-, pero el tema del encarecimiento de los estudios sí tiene, como poco, muchos matices.

El precio de los másteres

"Las titulaciones van a seguir costando el 15% del coste y los másteres oficiales seguirán siendo a precio público", señala la rectora de la Universidad de Girona, Anna Maria Geli. Es cierto, pero también lo es que los másteres, aunque a precio público, son más caros que la carrera (el futuro título de grado), y muchos estudiantes temen que sea ese el diploma decisivo a la hora de encontrar trabajo. La responsabilidad, sin embargo, de que nadie se quede sin hacer un máster por falta de recursos será de las Administraciones.

"Si el proceso de Bolonia supusiera supeditar las universidades a los intereses del mercado, no lo apoyaríamos", asegura Carlos Berzosa, rector de la Complutense, que también participó en un debate con los alumnos encerrados. Berzosa explica el proceso, simplemente, como "un compromiso para facilitar la movilidad de los estudiantes y para que un título de cualquier país europeo sirva para trabajar en todo el continente". De hecho, no se trata de una directiva europea, no es una obligación, sino una serie de acuerdos entre los gobiernos de cada país que (milagrosamente para algunos) se han ido cumpliendo. Y más allá de dividir las titulaciones en grado, máster y doctorado, que cada asignatura contemple el trabajo por su cuenta del alumno y no sólo en clase, y que haya unos estrictos controles externos para garantizar la calidad de cualquier carrera de cualquier universidad de la UE, el resto de decisiones las va tomando cada gobierno, y de hecho varían.

En España, los grados (las antiguas licenciaturas y diplomaturas) serán de cuatro cursos, cuando muchos otros países lo han establecido en tres. Además, cada universidad diseñará los títulos como le parezca y un organismo público del Gobierno central, la Agencia de Calidad, garantizará que lo que diseñen cumple con unos mínimos de calidad.

A partir de ahí, hay una serie de cambios paralelos, pero no estrictamente vinculados a Bolonia, como la mejora de las metodologías docentes o la revisión de la financiación universitaria. Esta última revisión aún está por llegar y muchos se quejan de que sin dinero la reforma europea será una falacia. Además, junto a ese cambio se ha planteado mejorar la eficiencia de las universidades, con carreras sin apenas alumnos repartidas por unos campus que no han dejado multiplicarse mientras se reducía el alumnado. Y ahí es donde se ha visto la posible desaparición de carreras con pocos estudiantes. Pero los responsables de esta iniciativa aseguran que no se trata de eliminar carreras, sino, por ejemplo, en lugar de tener tres facultades de filosofía con muy pocos alumnos a muy poca distancia, hacer una sola.

En cualquier caso, señala el rector Berzosa, "el debate siempre es sano, se agradece". Pero para ser justo, lo cierto es que no siempre culpa es de Bolonia.

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