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Columna
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Palabra de Pep

Ramon Besa

El Barça precisa de la intervención de su entrenador para resolver también el futuro de Eto'o. No hay asunto en el Camp Nou que no requiera de la actuación del técnico, decisivo en el banquillo, en el vestuario y en la sala de prensa, tal que fuera FC Guardiola. No funciona la política de comunicación, y no por negligencia precisamente del departamento, ni tampoco la de recursos humanos desde que Guardiola se tomó unos días de vacaciones. La sensación es que el club no va como debería o, al menos, sus respuestas resultan deficientes cada vez que se le chequea por un asunto. No es bueno para Guardiola, porque le concede un protagonismo desmedido y abona la sobreactuación, y resulta contraproducente para la institución. La política de contrataciones es competencia de la secretaría técnica y de la dirección deportiva, no del entrenador y menos del presidente, quien anunció a bombo y plantillo que Eto'o tenía una oferta irrechazable del Manchester City. Ayer, sin embargo, el representante del jugador desmintió al presidente y le acusó de tener un doble discurso, recurso que también practica el agente del futbolista. Así las cosas, tanto Mesalles como Laporta encuentran argumentos suficientes en la negligente actuación de la otra parte para justificar su deficiente proceder. Han jugado tan mal la partida que el balón ha vuelto al punto de partida: Guardiola.

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Nada más llegar al banquillo del Camp Nou, el entrenador afirmó que no contaba con Ronaldinho, Deco ni Eto'o. Traspasados el brasileño y el portugués, el técnico aceptó la continuidad del camerunés por deseo de sus compañeros y por la incapacidad del consejo para encontrarle un equipo. Un año después, delantero y club están en las mismas, hasta el punto de que Mesalles ha vuelto a invocar a Guardiola, más que nada porque ya no se fía de nadie más.

Ante la falta de credibilidad de unos y otros, y frente a tantas medias verdades, la única salida parece ser que Guardiola se retrate de nuevo porque su palabra va a misa. Mal asunto porque al entrenador le toca aguantar al delantero en el campo durante el ejercicio futbolístico y no en las oficinas en tiempos de descanso. La junta le devolverá a la cancha si no encuentra la salida conveniente y al técnico no le quedará más remedio que tragar un año más.

No es que Guardiola no le quiera porque le caiga mal, sino que le gustaría contar con más alternativas. También ha pedido a Ribéry por encima de cualquier fichaje y parece que no podrá ser por el Bayern o el Madrid. El técnico, al fin y al cabo, asumirá la plantilla que le entregue Begiristain porque es persona de club y no se considera infalible como quedó constatado con Hleb.

La salida de Eto'o es competencia de la secretaría técnica y de la directiva y, de momento, su última oferta resulta desconcertante si se tiene en cuenta que hace un mes le invitaron a irse por decisión técnica: proponerle ahora dos años más de contrato con el mismo sueldo a través de un mensaje significa no sólo un menosprecio al jugador respecto a otros compañeros que han renovado y mejorado su sueldo y un marrón para Guardiola, sino que delata que ni siquiera se hablan pese al ruido que arman a diario. Sin la palabra de Guardiola, flojea la estructura del club, desgastado por el desafecto permanente que siente Eto'o.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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