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Entrevista:AITANA CARRASCO

"A algunos editores no les gusta ver la pilila de un niño"

Ilustradora valenciana del libro 'El pozo del café'

Aitana Carrasco Inglés (Valencia, 1978) tiene un cierto aire de heroína romántica que le da su físico y melena pelirroja. Su niñez estuvo ilustrada por algunos de los cuentos de Miguel Calatayud, un creador que más tarde formará parte de su equipaje referencial. "Recuerdo", dice Aitana, "que algunas de sus imágenes me producían esa mezcla de miedo y atracción tan típicas de nuestra infancia". Pasó por la Facultad de Bellas Artes, donde acabaría licenciándose, aunque su futuro no cuadraba con el arte "en mayúsculas" y el "Partenón artístico". "Rápidamente", dice, "me di cuenta de que no me encontraba a gusto con todo lo que lo rodeaba, desde la misma condición de artista, el ejercicio de un cierto exhibicionismo, las exposiciones, el paisaje social, no eran mi mundo, ni me resultaban atractivos para trabajar".

Una historia de amor la condujo al otro lado del Atlántico, a tierras mexicanas, donde acabó decantándose por el mundo de la ilustración infantil. Fruto de aquella estancia sería el libro Ramona la mona, que le reportó el Premio Internacional de Ilustración Infantil A la orilla del viento y acabó de comprometer su futuro profesional.

"Yo partía de cero, ya que la única práctica que tenía era mi propia experiencia como lectora infantil". "Pero", continúa, "me atraía esa comunicación, ese diálogo que se da en el cuento, entre imagen y texto, y como ambas cosas, la pintura y la escritura me gustan, me imagino que fue lo que hizo que acabara decantándome".

El pozo del café (Editado por Factoría K de Libros) es el título de su último trabajo en la ilustración, y al que ha sumado, esta vez, sus propias palabras. "Mis editores estaban un poco contrariados porque no acababan de ubicarlo como literatura infantil por su contenido, lo encontraban todo un poco extraño".

El libro, realizado a partir de las técnicas del collage, combina los grabados antiguos con un texto que sigue el clásico viaje de aventuras a partir de una iconografía de resonancias surrealistas.

"Cuando ilustro o, como en este caso, realizo tanto el texto como las imágenes, mi primera voluntad es realizar una cosa que a mí me guste, si además, gusta a los niños, estupendo, pero nunca condiciono mi trabajo".

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Reconoce que en estos momentos la literatura infantil entre nosotros goza de muy buenos autores, aunque sobre el dibujante se ejerce una cierta presión, en forma de una velada censura.

"A algunos editores todavía les produce miedo ver dibujada la pilila de un niño, y esto es ridículo, porque los niños no tienen esos tabúes". "En uno de mis libros", dice Aitana, "había un niño desnudo que se limpiaba los dientes y se le reflejaba una parte de su pene en el espejo, cuando el editor vio el dibujo, me comentó que en su editorial no se practicaba el nudismo".

Tampoco le gusta una cierta tendencia que se está dando en la literatura infantil. "Ahora te piden que hagas libros infantiles de autoayuda, libros para niños que se acaban de separar sus padres, libro para tratar el autismo, y a mí no me gusta nada que suponga adoctrinar a las personas".

A pesar del horizonte de claroscuros, le aguardan diferentes proyectos, entre otros, un nuevo libro a punto de publicar, Gigante poco a poco, esta vez con texto de Pablo Albo.

"La función del ilustrador es enriquecer el texto, a veces el autor se hace una idea y el ilustrador acaba llevando el argumento por otros derroteros, traicionándolo un poco, pero esto de alguna manera forma parte de las reglas del juego", sostiene Aitana.

Dice que cada vez que se pone a dibujar realiza un ejercicio de autocensura. "Lo que menos me gustaría es que mis dibujos fueran calificados de cursis, eso sí que me horroriza". Y reconoce que le encanta el pintor Marc Chagall. "Quizás esas figuras que en mis ilustraciones se balancean tienen algo de sus cuadros".

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