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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

'Guns and crochets'

Un animado debate sobre género policiaco y boxeo abre el Encuentro de Novela Negra de Barcelona

"Es sólo trabajo. La hierba crece. Los pájaros vuelan. Las olas lamen la arena. Yo pego a la gente". Podría haberlo dicho un personaje de una novela de Hammet o de Chandler. Lo dijo en realidad Muhammed Alí. Las relaciones entre el policiaco y el boxeo, el deporte predilecto del género, son muchas y fructíferas. A hablar de ellas se ha consagrado esta tarde la actividad inaugural de BCNegra'09, el encuentro barcelonés dedicado a la literatura criminal. Una mesa redonda, puro guns & crochets, reunió a cuatro escritores autores de novelas vinculadas al boxeo, tres de ellos con libro reciente.

El ganador incontestable de la velada -y no sólo a los puntos- ha sido el cuarto, significativamente el más ducho en lo de dar golpes: Francisco Rodríguez Feu (Zamora, 1924), Rodri en el ambiente del cuadrilátero. Boxeador en su juventud y experimentado entrenador (de hecho ha avisado de que tenía que irse pronto para abrir el gimnasio), Rodri, autor de la novela El precio de la gloria (Tot Editorial), del ensayo Los grandes campeones de los pesos pesados (El Cobre) y del imprescindible Teoría y práctica del boxeo (Hispano Europea), una Biblia de la especialidad, ha mostrado un juego de piernas mental inigualable y ha sazonado el debate con los mejores golpes.

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Por no hablar de su aspecto de curtido habitante de la lona, con el que ha puesto una nota de ambiente en la que sólo ha faltado el humo de los puros, las campanadas y ese sonido estremecedor e inolvidable del guante de cuero golpeando sobre carne sudorosa. Estupendo también el moderador, Toni Iturbe, director de la revista Qué leer, que ha avivado el debate con buenos símiles pugilísticos ("a mi derecha...", "¡hay combate aquí, hay combate!") y ha repartido juego -lo que no era fácil con Rodri en el cuadrilátero-.

La idea de llevar el encuentro de novela negra al ring surgió ante la extraordinaria coincidencia de la reciente aparición de tres novelas, todas ellas publicadas por Algaida, con el nexo común de tener un ex boxeador como protagonista. Se trata de Guantes de seda, del sevillano Julio Manuel de la Rosa, El síndrome de Mogwli, de su paisano Andrés Pérez Domínguez, y Niños de tiza, del madrileño David Torres, finalista del premio Nadal en 2003 con El gran silencio, en el que aparecía por primera vez Roberto Esteban, el personaje central de Niños de tiza.

En Guantes de seda un mendigo aparece muerto en el parque Güell de Barcelona y dos jardineros, uno de ellos gran lector de Chandler y de novela negra, investigan su identidad: resulta ser un viejo boxeador -basado en el histórico campeón europeo de los pesos gallo en los años 40, Luis Romero-, que alternaba su carrera pugilística con una doble vida secreta como imitador de Concha Piquer en locales sórdidos durante los años del estraperlo. El síndrome de Mogwli gira alrededor de un ex aspirante al título de los superwelters que se gana la vida alquilando sus puños para cobrar deudas o lo que salga. Niños de tiza pone al ex boxeador Esteban en un ambiente de barrio, cercano, según Torres, al mundo de Juan Marsé.

Los tres autores han tratado de aguantar, cada uno a su manera -Torres fintando, Domínguez apartándose, De la Rosa fajando- el reparto de estopa de Rodri, que ha sido cosa de verse. Y es que el ex boxeador, en guardia continua, ha sacado la mano dijesen los otros lo que dijesen, punteando, lanzando series, uno-dos-tres, izquierda-gancho de derecha-crochet... Tendrían que ver la cara de infinito desprecio que ha puesto cuando Domínguez ha explicado que practicaba el karate. Y ni les cuento su opinión sobre lo del boxeador travestido de De la Rosa.

Iturbe le ha azuzado: "¿Qué le parece esa semejanza del personaje con Luis Romero?". "No me molesta, porque es de risa. No conozco el ambiente de Sevilla, pero en Barcelona no eran así. Alguno iba de juerguista, pero Romero no hubiera podido ser campeón de haberse dedicado a travestirse". "Pues un campeón de thai box era transexual", ha fintado atrevido Torres refiriéndose seguramente a Nong Tumb. "Logró el campeonato del mundo para pagarse la operación". "Ya", ha contestado sin cambiar la expresión de granito Rodri, "pero aquí hablamos de boxeo".

Iturbe le ha hecho recordar a Rodríguez su debú. Lo ha hecho. "¿Tuviste miedo?". "Si tienes miedo, no subes al ring", ha zanjado Rodri, que sólo ha bajado la guardia un momento, para lamentar la muerte ayer, a los 76 años, del legendario campeón sueco Ingemar Johansson, ganador del título de los pesados en 1959 ante, nada menos, que Floyd Patterson.

Domínguez ha explicado una deliciosa anécdota para devolver el debate a la novela negra. Su novela le debe mucho a David Torres, al que entrevistó en 2003 desde Onda Cero haciéndose pasar -era la norma del programa- por el personaje del ex boxeador de este, Roberto Esteban, y a resultas de aquello le llegó la carta de una mujer que quería contratarlo para darle una paliza a alguien. "Utilicé la idea para mi novela", ha recordado. "Entre David y yo no hay ningún problema aunque hay gente que dice que le he copiado", ha bromeado, aunque más de uno entre el público se animó pensando que aún veríamos tomate. Torres se ha revelado como un idealista del boxeo. Ha subrayado que en su novela el protagonista se gana la vida con una utilización espúrea del deporte. "El boxeo en realidad es algo tan puro, tan espartano y hermoso. Esa calidad del boxeo es intocable para mi personaje, lo otro, usarlo para pegar palizas, lo envilece. Es como ir de putas tras haber estado con tu gran amor".

La conversación ha derivado hacia lo mal visto que esta el boxeo en España y a la decadencia del mismo a partir de cuando entra sólo en la crónica de sucesos. Al tocar De la Rosa el tema del tongo, del fraude Rodri ha saltado con un uppercut al hígado: "¡Quien habla de tongo en el boxeo no entiende de boxeo!". "Pero la carrera de Mike Tyson, por ejemplo, está hecha con paquetes que no tenían media hostia", ha terciado muy valiente Torres (estaba al lado de Rodri, a distancia de jab). "A mí Tyson no me gusta, el mío es Roy Sugar Robinson, ¿se acuerda?", ha lanzado conciliador a Rodri De la Rosa. El ex boxeador ha parecido relajarse: "Claro, el príncipe negro, una maravilla...". Pero en seguida se ha revuelto: "Y también hacía tongo ¿eh?". "Hay algo muy literario en el boxeo", ha meditado Domínguez. "La vida es más sencilla dentro de las 12 cuerdas del cuadrilátero". "¿12? Hace tiempo que son 16. Lo decidió la federación cuando se estranguló un boxeador".

Ha habido un momento de acuerdo al hablar de Rocky, película de la que todos aborrecieron. "Esos golpes... así no se pega de verdad, ni con esa intensidad ni con esa continuidad, estarían todos muertos", ha anotado De la Rosa. Se ha hablado de las buenas películas -Más dura será la caída, Marcado por el odio, Toro salvaje... Y de los mejores relatos literarios de boxeo -Torito y La noche de Mantequilla Nápoles, de Cortázar, El luchador, de Hemingway- . Del "tópico" del boxeador sonado. "En el boxeo hay gente más tonta y más lista, como en todas partes", ha sostenido Torres. "Los hay que acaban bien y que acaban mal", ha sentenciado Rodri. "Algunos no saben cuidarse. Algunos llegan al boxeo ya estúpidos. Pero también he conocido futbolistas sonados, y ebanistas".

Las mujeres y el boxeo, gran conjunción. Lo ha apuntado Iturbe. "El boxeador es un poco caballero andante", ha anotado Torres. Se abordó el tema Urtain, salieron Martín Berrocal y Polly Díaz, y Torres trajo a colación el tema del boxeo como medio de reinserción. Rodri, como no, ha tenido la mejor anécdota: "Tuve a un chico, peso pesado, que hasta empezar conmigo se pegaba con todo el mundo, donde fuera. Luego, cuando veía una pelea, se iba para el otro lado: 'Yo si no cobro, no pego', decía". Torres se ha metido de lleno en el policiaco al sentenciar que Don King "es un gángster" que "muestra lo cerca que está el boxeo de la novela negra: ¡cuántos habrá en la cuneta por King!". Todos hemos mirado a un lado y a otro inquietos. Excepto Rodri, que, impávido, ha mirado su reloj y ha decidido que el combate ya había durado bastante.

Marcel.li Sàenz
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