El Calderón estalla
El Atlético pierde con un Valladolid que fue mejor y la grada clama contra el palco
El Calderón se ha hartado del peor equipo de 2009, del Atlético, que acabó el año pasado en el tercer puesto y que en un mes ha dilapidado toda su fortuna. El Calderón se ha hartado y busca culpables. Y ya no señala sólo al banquillo, a Javier Aguirre, un técnico que vive en el alambre y que no ha recibido aún la carta de despido por la sencilla razón de que el club no tiene dinero para despedirle. El Calderón se ha hartado y ayer su dedo acusador se dirigió al palco, hacia Enrique Cerezo, o Miguel Ángel Gil, en fin, hacia los dueños del cortijo.
El Atlético tocó fondo ante un Valladolid que le ganó con todas las de la ley, más allá de que el gol de triunfo llegara merced a un penalti de dudosa existencia. El equipo de Mendilibar tampoco estaba para tirar cohetes, tras cinco jornadas sin ganar, pero ayer se impuso con meridiana claridad a un rival que no se enteró de nada. Tanto fue así que su jugador más participativo resultó ser Pernía, lo cual da idea de la espiral en la que ha entrado un grupo que no tiene dirección sobre el césped, ni fantasía alguna, ni alternativas en el banquillo, ni siquiera, aunque cueste creerlo, dinamita en un ataque que meses atrás sembraba el pánico. Pero bastante tiene Forlán con intentar darle algún criterio al juego del equipo, cometido que no debía ser el suyo, mientras Agüero sigue bloqueado, como demuestra que ayer acabara a tortas con un rival.
Atlético 1 - Valladolid 2
Atlético de Madrid: Leo Franco; Perea, Pablo, Heitinga, Pernía; Maxi Rodríguez, Raúl García (Banega, m. 59), Paulo Assuncao, Simao (Sinama Pongolle, m. 37); Forlán y Agüero.
Real Valladolid: Justo Villar; Pedro López, Óscar Sánchez (Nano, m. 9), Luis Prieto, García Calvo; Pedro León (Vivar Dorado, m. 89), Borja, Álvaro Rubio, Sesma; Canobbio (Víctor, m. 56) y Goitom.
Goles: 0-1, m. 50: Luis Prieto aprovecha un rechace de Leo Franco tras un saque de esquina. 1-1, m. 54: García Calvo, en propia puerta tras un remate fallido de Forlán. 1-2, m. 78: Víctor, de penalti.
Arbitro: Miguel Ángel Ayza Gámez (C. Valenciano). Amonestó a los locales Maxi Rodríguez (m. 43) y Banega (m. 62) y a los visitantes Luis Prieto (m. 13) y Nano (m. 66).
Incidencias: partido correspondiente a la vigésima primera jornada de Liga en Primera División, disputado en el estadio Vicente Calderón ante unos 20.000 espectadores. Antes del partido se guardó un minuto de silencio por Pablo Porta, ex presidente de la Federación Española de Fútbol.
Media hora tardó el Calderón en cargar contra su equipo. La puesta en escena del Valladolid había descompuesto a un Atlético que no se hacía con el balón (el empapado césped tampoco le ayudó a ello), y que era incapaz de asomarse al ataque. Sí lo hizo su rival, que reclamó un penalti a Cannobbio que el árbitro debió señalar. La lesión de Simao dejó al Atlético sin su único jugador en nómina cuya velocidad podía resultar determinante. Al poco del descanso, el Atlético se agujereó. Voló un córner a su área y Leo Franco lo depejó con el puño al único sitio que no debía, al frente, al mismísimo punto de penalti, donde estaba Luis Prieto, que no desaprovechó semejante regalo.
Pero un centro enviado al área por Sinama permitió a Forlán rematar con la zurda, el balón tropezó en García Calvo y se fue dentro. El gol bien pudo espolear al Atlético, que sin embargo volvió a encogerse. Como si no creyera en la victoria. El Valladolid, con un Pedro López iluminado, siguió apretando. Pudo marcar Sesma tras un jugadón de aquél por la derecha, y al siguiente balón enviado al área de Leo Franco llegó la hecatombe. Pernía y Víctor lucharon por el balón y cayó éste. No parecía aquello más que una pugna sin trascendencia alguna, pero el desmoronamiento de Víctor hizo sospechar al árbitro, que señaló penalti. Fue otra máxima pena surrealista, de ésas que acumula el Atlético en jugadas en las que sus defensas son incapaces de frenarse, aunque en este caso fue la imaginación del árbitro la que dictó sentencia.
Pero el público no la emprendió contra la decisión del juez, sino que buscó responsables en otros lares. En el palco, concretamente, donde Cerezo aguantó impasible el griterío de cientos de aficionados que le exigieron su renuncia, la de los Gil Marín, el despido de Aguirre, cualquier medida de trazo grueso que cambie el rumbo de un club que hoy vive en puestos de Intertoto y que desde los despachos al césped, pasando por la dirección deportiva y el banquillo, malvive bajo sospecha.

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