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Reportaje:

La tentación de la bomba

España no ha renunciado a fabricar armamento nuclear y posee planes específicos y tecnología para lograrlo

El Ejército español posee varios estudios de viabilidad y costes para la producción de armamento nuclear táctico y para dotar a nuestra Marina de submarinos de propulsión atómica. Estos estudios, "oficialmente" desconocidos por los distintos Gobiernos tienen carácter secreto.

El actual ministro de Defensa, Narcís Serra, declaró ante el Congreso el 12 de marzo de 1985: "No hemos heredado ningún desarrollo o estudio para producir armas nucleares, ni este Gobierno los hará". Tan rotunda negación de la herencia recibida contrasta con la existencia, comprobada por este periódico, de los citados trabajos. Un estudio secreto del año 1971, por ejemplo, fijaba en 8.700 millones de pesetas de entonces (unos 63.000 millones de ahora) el coste de una bomba atómica táctica de fabricación propia.

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En los últimos días, un alto directivo de la antigua Junta de Energía Nuclear (JEN) confesó en privado: "Si hubiera una decisión política, en tres o cuatro años a lo sumo tendríamos lista una bomba atómica táctica. Y no de las más elementales, sino de las más modernas. Otra cosa es contar con los instrumentos necesarios para lanzar esas bombas". El experto ignoraba o no quería reconocer que el Ejército español dispone ya de obuses autopropulsados capaces de llevar cabezas nucleares y de aviones que con ciertas modificaciones pueden convertirse en vectores.

LA SOMBRA DE CARRERO

El sueño inconfesable de una bomba atómica nacional surgió casi al día siguiente del ataque sobre Hiroshima y Nagasaki. A la sombra de dos militares - Luis Carrero Blanco y el jefe del Estado Mayor, general Juan Vigón- se lanzó un programa para poder obtener y dominar esa tecnología.

El alma de las investigaciones fue un ingeniero de la Armada, José María Otero Navascués, que había obtenido gran prestigio científico a principios de los cuarenta gracias a sus trabajos sobre la miopía nocturna. Fue un auténtico pionero. La energía nuclear estaba considerada en todo el mundo como alto secreto militar y el régimen español se encontraba más aislado que nunca. Otero consiguió establecer contactos con científicos extranjeros para que le mantuvieran al día en los conocimientos básicos y teóricos de la física nuclear.

Gracias al trabajo de aquel grupo de personas, cuando el presidente Eisenhower lanzó, en 1955, el programa Átomos para la paz , España poseía ya unos conocimientos teóricos "razonables". "La prueba es que una comisión estadounidense que nos visitó en ese mismo año escribió, en un informe al Senado norteamericano, que España era el quinto país en cuanto a conocimientos sobre física nuclear", asegura un estrecho colaborador de Otero.

Átomos para la pa z, que pretendía facilitar el uso pacífico de la energía nuclear, significó un paso de gigante. Merced a un crédito de 350.000 dólares, la Junta de Energía Nuclear, que se había creado siete años antes en torno a Otere, v a los militares. pudo disponer en 1958 de su primer reactor de investigación. Funcionaba con pequeñas cantidades de uranio altamente enriquecido; es decir, uranio de doble uso (civil y militar).

La asombrosa progresión tecnológica que se produjo en la JEN en los años inmediatamente posteriores sólo es concebible por el decidido respaldo de Carrero. El almirante otorgó fondos cuantiosos y dio cobertura a pintorescas operaciones de tráfico de divisas. Determinos pagos de organismos internacionales se ingresaron en cuentas particulares en Suiza, pese a la acuciante necesidad de divisas que tenía el Gobierno, para facilitar la compra de aparatos e instrumental nuclear. La adquisición no podía hacerse en pesetas porque nuestra moneda no era convertible.

El desarrollo de la tecnología nuclear fue tan elevado y las aspiraciones tan ambiciosas que en 19 57 se elaboran en España los primeros proyectos para la instalación de Zorita y Garoña. Ese mismo año había empezado a funcionar la primera central civil norteamericana. La experiencia adquirida permitió además que la JEN construyera, con su propia tecnología, tres reactores de investigación (para sus propias instalaciones y para las universidades de Barcelona y Bilbao).

España poseía en ese momento la mayoría de los conocimientos técnicos para construir armamento nuclear, pero no podía hacerlo. Le faltaba el combustible. El cedido por Estados Unidos estaba insuficientemente enriquecido y sometido a estrictos controles.

LA 'BOMBINETTE'

"Le estoy ofreciendo la fórmula para fabricar plutonio, con todo lo que ello significa". José María de Areilza recuerda cómo, siendo embajador de España en París, fue convocado por el Gobierno francés, a finales de 1963, para proponerle la adquisición ,de una central nuclear. Se trataba de una planta que no necesitaba enriquecer el uranio para su funcionamiento y cuyos residuos constituían un subproducto de inapreciable valor militar: el plutonio.

El único elemento que nos faltaba para la producción de nuestras propias bombas atómicas quedaba así a nuestro alcance.

Los años sesenta fueron los más decisivos, casi cabría decir estelares. Francia, con el general De Gaulle, poseía su propia técnica nuclear y estaba dispuesta a entrar en el club de los grandes. Sus centrales de grafito-gas producían grandes cantidades de plutonio.

Estados Unidos y la Unión Soviética, que estaban cada día más preocupados con la posible proliferación nuclear, propusieron la firma de un tratado internacional que impusiese rígidas medidas de control. Francia se negó a firmar y España se unió al rechazo, alegando razones distintas. Lo cierto es que ya habían comenzado los primeros contactos entre Madrid y París para la compra de la central plutonífera de Vandellós.

"De Gaulle", explica José María de Areilza, "estaba indignado porque Gran Bretaña había renunciado a fabricar su propio armamento nuclear". El presidente francés soñaba con una defensa europea independiente.

Fue entonces cuando un ministro francés propuso a Areilza la venta de una central de grafitogas, la primera que París estaba dispuesto a instalar fuera de sus fronteras. Más de un militar y diplomático español pensó en ese momento que Francia no se oponía a la idea de que España poseyera una bombinette.

EL ENEMIGO ARGELINO

Desde el punto de vista militar ya existía una doctrina sobre su utilidad. La simple existencia de Vandellós y de otras instalaciones, que abrían la posibilidad de fabricar armas atómicas, constituía una poderosa disuasión frente a los países del norte de África. Curiosamente, en aquella época, la mayor inquietud no la despertaba Marruecos, sino Argelia, que acababa de conseguir la independencia, y a la que algunos analistas del Ejército atribuían "demasiadas relaciones con la URSS".

"Para los militares, el mayor peligro provenía de un posible acuerdo entre Rabat y Argel, del que se habló mucho en aquellos años. Hubiera supuesto un enorme riesgo para Ceuta, Melilla y el Sáhara", explica un ex ministro de Asuntos Exteriores.

"Desde un punto de vista técnico, el reactor de Vandellós no es el más apropiado para producir energía eléctrica. Científicamente era obsoleto ya en 1964", explica un especialista que tenía en aquella época un alto cargo en la JEN. "Sin embargo, Vandellós era la central ideal para obtener plutonio militar. Si se hace funcionar esta central al rendimiento económico óptimo, el plutonio que resulta no es de buena calidad para un arma, pero si el aprovechamiento comercial alcanza sólo un 20% del posible, entonces se obtiene un excelente plutonio 239, que puede ser separado en una pequeña planta de reprocesamiento".

Vandellós, además, no estaba sometida a los controles de Estados Unidos o del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA). La compañía Électricité de France (EDF) poseía el 25% del capital y estaba representada en el consejo de administración. "El compromiso de uso pacífico era puramente verbal, puesto que en realidad no existían salvaguardias. El control a través del consejo de administración era mínimo y permitía toda clase de engaños", asegura uno de los protagonistas de aquella operación.

La JEN, en esta misma década de los años sesenta, construyó también, con sus propios medios, un pequeño reactor rápido, el denominado Coral , que supuso el acceso de España a una tecnología que permitía obtener plutonio por otras vías. Los reactores rápidos funcionan con uranio enriquecido al 90% o con plutonio como combustibles (ambos productos sirven para fabricar bombas atómicas), y los residuos que dejan contienen tanto plutonio como el que queman. Por ello constituyen casi una fuente inagotable de energía.

La Junta, igualmente con tecnología propia, puso en marcha además una planta piloto de reprocesado. En estas plantas, muy peligrosas, se separa el uranio enriquecido o el plutonio de los residuos de las centrales civiles. En Moncloa se llegó a fabricar plutonio por este procedimiento.

En 1971 estaban en pleno funcionamiento estas instalaciones que nos daban acceso a la tecnología del plutonio, y faltaban pocos meses para que entrara en explotación comercial Vandellós. Fue entonces cuando se elaboró, en el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN), el primer estudio detallado sobre la fabricación de la bomba atómica española.

Según este estudio, todavía hoy clasificado como confidencial, España podía construir rápidamente su propio armamento nuclear utilizando las instalaciones de que ya disponía. Se subrayaba la importancia de Vandellós como fuente de plutonio de uso militar, aunque se sugería la posibilidad de construir otra pequeña central de grafito-gas, exclusivamente española, para evitar posibles filtraciones y quedar con vistas al futuro menos hipotecados al silencio cómplice del socio francés.

El estudio indica el Sáhara como lugar idóneo para experimentar la bomba (no hay que olvidar que Francia ensayó sus primeros ingenios en el desierto sahariano de Argelia) y calcula el coste en 8.700 millones de pesetas.

Un diplomático que desempeñó cargos de responsabilidad en Asuntos Exteriores recuerda que en 1975 el tema del armamento nuclear volvió a plantearse en conversaciones "informales" en los estados mayores y que incluso hubo una tormentosa reunión en la que un general se quejó amargamente de la falta de obuses y granadas con cabeza nuclear. La agonía de Franco y la marcha verde de Marruecos sobre el Sáhara soliviantaron los ánimos de varios de los más altos responsables militares, que tuvieron que ser apaciguados por sus compañeros. Uno de ellos, indignado, llegó a replicar: "Pero ¿en qué sueñas? Si tú tiras una bomba atómica en Rabat, nos llega la contaminación hasta el Ebro".

BAJO SOSPECHA

El ingente desarrollo en España de tecnología e instalaciones nucleares de doble uso, civil y militar, no pasó inadvertido entre las grandes potencias. La cómoda situación en la que se había desenvuelto. España hasta entonces comenzó a cambiar en los años 1976-1980, con la llegada a la presidencia de Estados Unidos de Jimmy Carter. Un informe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) elaborado en octubre de 1974, pero conocido en febrero de 1977, afirmaba que un grupo de seis países, entre ellos España, podría disponer de su propio armamento atómico en siete o 10 años.

"Carter emprendió una auténtica campaña contra la proliferación nuclear y contra los países que no habían firmado el TNP", explica uno de los máximos responsables de la JEN. "La India había hecho estallar su bomba y las grandes potencias estaban muy preocupadas por la falta de controles en algunos países", prosigue.

Estados Unidos reaccionó con una nueva ley que prohibía el reproceso de residuos radiactivos (método para obtener plutonio y uranio enriquecidos), cortando el camino a los reactores rápidos (que producen plutonio) y amenazando con restringir el suministro de uranio débilmente enriquecido para centrales eléctricas nucleares si todas las instalaciones atómicas del país receptor no estaban sometidas a control.

En el caso español, la Administración norteamericana exigió el control de la OIEA sobre cinco instalaciones: Vandellós, el reactor rápido Coral, la planta de reprocesamiento de la JEN y los

reactores de investigación de Bilbao y Barcelona. El tema era tan importante para EE UU que el propio presidente Carter lo planteó a Adolfo Suárez durante su primera visita a Washington.

El primer Gobierno de la democracia decidió seguir negándose a firmar el TNP, pese a las presiones, y abrir negociaciones con los norteamericanos para encontrar otra salida. Suarez contaba además con que Westinghouse y General Electric, que tenían intereses en las centrales españolas, lucharían para evitar que se entorpeciera el suministro de combustible para las mismas. "Propusimos someter las cinco instalaciones mencionadas a la OIEA. La diferencia es muy importante, porque no nos comprometimos a nada en el futuro", asegura uno de los negociadores.

La presión norteamericana (hubo ya algunos retrasos en el envío de uranio enriquecido a finales de 1980) se resolvió con la firma de un acuerdo, el 1 de abril de 198 1, por el que se aceptaba el control en las condiciones mencionadas.

Uno de los capítulos más confusos de esta época es el proyecto de construir un segundo centro de la JEN en Soria. Algunos responsables de la Junta, con el visto bueno de Industria y Defensa, empezaron a estudiar la posibilidad de crear nuevas instalaciones, mejor dotadas y fuera de Madrid, en los años 1970-73.

UN MAL MOMENTO

Este centro suponía la culminación de la línea que había seguido la investigación nuclear con su doble aspecto civil y militar. Se calculaba que se invertirían unos 17.000 millones de pesetas y que llegarían a trabajar allí más de 1.500 personas. La lista de instalaciones previstas era impresionante: nuevo reactor de uranio enriquecido para investigación, otro reactor rápido, instalaciones para fabricar elementos combustibles de dichos reactores, planta piloto de reprocesamiento y un laboratorio de plutonio, entre otras.

El terreno fue cercado y acondicionado, se construyó un bonito lazo de carreteras y algunas naves... y nada más. El lugar es ahora un centro de aprovechamiento de la madera. ¿Qué sucedió entre la primitiva aprobación del proyecto, en 1976, y el posterior abandono del mismo? La explicación oficial es que pronto se intuyó que el programa de centrales nucleares en España estaba sobredimensionado y que habría que reducirlo drásticamente.

"En esas condiciones, ya no merecía la pena poner en marcha algo tan desproporcionado como Soria", asegura un ex ministro de Industria. "La verdad es que la idea del centro de Soria nació en un mal momento", asegura quien fue uno de sus máximos defensores. Pésimo momento porque, junto a lo argumentado, varias de las instalaciones de la futura JEN II entraban de lleno en lo que Estados Unidos calificaba de "instalaciones no deseables". "En Soria no se iba a fabricar ninguna bomba", afirma la misma fuente, que se queja de que los sucesivos ministros de Defensa e Industria no acallaran con suficiente fuerza los rumores.

España, que posee las instalaciones, el combustible y los planes para fabricar armamento nuclear, se convirtió así en un país sospechoso. La desconfianza internacional tiene su origen en, un hecho incontestable: la negativa a firmar el TNP, que entró en, vigor en 1970 y que es uno de los tratados al que se ha acogido mayor número de países.

Ningún Gobierno español, incluido el socialista actualmente en el poder, ha cerrado claramente la posibilidad de que un día se fabrique aquí este tipo de armamento. Esa ambigüedad explica que varios organismos internacionales creyeran, a principios de los setenta, que uno de los objetivos de nuestra política de defensa era hacer operativa entre 1979 y 1980 una bomba atómica táctica. La bomba no se ha fabricado, pero el camino continúa abierto, como reconocieron varios ministros de

UCD.

La llegada de los socialistas al poder no disipó las dudas internacionales. El programa electoral del PSOE en 1982 prometía "estudiar favorablemente la firma del TNP". El presidente, Felipe González, en su primer debate de investidura, resaltó su actitud positiva a la firma del tratado; pero un año después cambió de opinión.

En octubre de 1983, el Gobierno comunicó al Congreso que "este problema exige aria gran dosis de prudencia". González no se refirió a la fabricación de armas, pero expresó su temor de que la firma del TNP limitara nuestra soberanía en el caso de que quisiéramos dotarnos de buques de propulsión nuclear, lo que no estaba excluido.

La respuesta del presidente sorprendió en ámbitos europeos. El ministro holandés de Asuntos Exteriores, Van der Broek, afirmó que, a su juicio, "el rechazo al TNP no guarda relación coa la opción de dotarse de submarinos de propulsión atómica".

EL SUBMARINO

La idea de fabricar dos submarinos de energía nuclear ha contado siempre con fuerte apoyo en la Armada. Los marinos lo consideran un instrumento precioso para bloquear los puertos marroquíes en caso de conflicto y para taponar el estrecho de Gibraltar.

La Armada ha creado varias comisiones para estudiar la viabilidad del proyecto. En todas ellas ha figurado el capitán de fragata Guillermo Leira Rey, destacado técnico en propulsión nuclear formado en la JEN. Uno de los padres del "ansiado" submarino nuclear español (Subespron) admitió recientemente que se ha vuelto a poner en marcha uno de estos grupos de estudio. El modelo ambicionado, por su coste y prestaciones, es el Rubí francés. El submarino no podrá entrar en servicio en ningún caso antes del año 2000.

El argumento de que el TNP dificultaría el Subespron ha ido desapareciendo del lenguaje socialista. Algunos diplomáticos afirman hoy que se trató de "un error". La sorpresa que provocaron las primeras declaraciones sobre el submarino nuclear se basa en otro hecho: los especialistas dudan de su utilidad si no se dispone al mismo tiempo de armamento atómico.

Desechado este argumento para no firmar el TNP, Felipe González volvió sus Ojos hacia objeciones más tradicionales. En, unas declaraciones formuladas en enero de 1985 lo calificó de tratado "hipócrita y humillante", argumentos empleados por la diplomacia franquista. Esta fue también la razón aducida para no plegarse a las presiones de la Comunidad Europea. Los negociadores españoles consiguieron una vez más una salida a la medida de sus deseos: someterse a las salvaguardias del Euratom, que es el organismo comunitario encargado de estos temas, y no al TNP.

"Los controles del Euratom no son, pese a lo que se ha dicho públicamente, similares a los del FNP", asegura un experto. "El tratado sometería a salvaguardia absolutamente todo, incluso lo que queramos tener en el futuro, y supondría renunciar para siempre a una defensa nuclear propia", prosigue. El Euratom, por el contrario, no nos compromete en cuanto a instalaciones nucleares futuras.

ÚLTIMO RECURSO

En el debate sobre Paz y seguridad, celebrado en el Congreso el 5 de febrero de 1986 el ex presidente del Gobierno Leopoldo Calvo Sotelo citó un párrafo de un documento del Partido Socialista Francés (PSF) que, según él resalta la contradicción en que se encuentra Felipe González: "El PSF se pregunta si el Gobierno español no estará pensando en crear su propia bomba atómica, porque sin ella no se comprende su no integración militar en la OTAN".

El mismo documento, titulado La seguridad en Europa, incluye otro párrafo aún más sugerente. Según el PSF, si algún día se piensa realmente en una opción de defensa europea independiente de los grandes colosos, sería necesario que surgiera en Europa occidental una tercera potencia nuclear, además de Francia y el Reino Unido. El único país que reúne las condiciones necesarias, según el citado documento, es España, que no ha firmado el TNP y que, precisamente, no está integrada en la organización militar aliada.

El Ministerio de Defensa nunca ha abandonado los programas de investigación en temas nucleares. En los últimos años ha subvencionado instalaciones destinadas al estudio de la fusión y del empleo de láseres relacionados con la Guerra de las Galaxia s. La Junta de Jefes del Alto Estado Mayor compró y cedió al equipo de Guillermo Velarde, catedrático y militar, un centro de cálculo que ha sido hasta el pasado año el mayor de España.

El teniente general Ignacio Alfaro Arregui, y los ministros de Defensa Agustín Rodríguez Sahagún y Narcís Serra, han sido los mayores impulsores de estas investigaciones. Anualmente dedican unos 40 millones de pesetas para sufragar gastos de fun~ cionamiento del centro, que cuenta, además con contratos específicos de la Dirección General de Armamento y Material. El profesor Velarde, que ocupó cargos de responsabilidad en la antigua JEN, mantiene estrechos contactos con universidades e instituciones norteamericanas y está considerado como el mejor experto español en la Guerra de las Galaxias.

El compromiso de uso pacífico de la central de Vandellós era puramente verbal, puesto que en realidad no existían salvaguardias. El control a través del consejo de administración permitía toda clase de engaños

Un estudio de 1971 indicaba el Sáhara como lugar idóneo para experimentar la bomba, y calculaba el coste en 8..700 millones de pesetas

Cómo se fabrica una bomba atómica

Las bombas atómicas se construyen a partir de 17 a 20 kilos de uranio altamente enriquecido o 6 de plutonio. España no dispone de plantas para fabricar uranio militar. La única forma de obtenerlo es reprocesar los residuos de las centrales nucleares de producción eléctrica. Existe una instalación piloto de este tipo en la JEN, aunque paralizada en la actualidad.El plutonio surge en el proceso de fisión del uranio y está presente, en mayor o menor proporción, en los residuos de todas las centrales. Las de grafitogas, como la de Vandellós, son las más plutoníferas.

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