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El juicio del 11-M se traslada a Marruecos

El tribunal antiterrorista marroquí condena a 10 años al primo de El Chino

Llegaron juntos, esposados entre ellos, por la puerta trasera del tribunal antiterrorista de Salé, pegado a la cárcel de esa ciudad colindante con Rabat. Abdelilá Hriz, acusado de participación en el 11-M, se había tapado la cabeza con una alfombra de oración mientras que Hicham Ahmidan, inculpado por complicidad, iba a cara descubierta y vestía un chándal gris con el escudo del Real Madrid.

Son los primeros marroquíes juzgados en su país por delitos cometidos en el extranjero. La denuncia contra ambos fue formulada por el instructor del 11-M, Juan del Olmo, y presentada en Rabat por el magistrado de enlace Ángel Llorente. Marruecos no extradita a sus ciudadanos y recurrir a este trámite es la única manera de hacer justicia.

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La denuncia de Del Olmo aseguraba que Hicham Ahmiran, primo de Jamal Ahmidan, más conocido por su apodo de El Chino, frecuentó la casa de Morata de Tajuña, dónde se prepararon las mochilas-bomba, y puso a disposición de los autores de los atentados tres vehículos que estaban a su nombre. En el registro de su piso madrileño se encontraron además 19.000 euros, el sobrante del dinero con el que habría costeado los atentados.

Cinco días antes de que las explosiones provocaran 191 muertos en Madrid, Ahmidan regresó a Tetuán porque había fallecido su abuela. De ahí que no pueda ser acusado de participación directa a diferencia de Hriz, de 31 años, que permaneció en España hasta principios de 2005 cuando viajó a Siria. Su perfil genético se corresponde con los pelos de un peine encontrado en el piso de Leganés, en el que se suicidó El Chino con seis cómplices, y con la sangre de un pantalón hallado en Morata de Tajuña.

Un juicio sin público

Una vez en la sala la policía quitó las esposas a Ahmidan y Hriz y les introdujo en una jaula de cristal sin techo. Hriz, al que este corresponsal conoció hace un año en la puerta de su casa en su ciudad natal de Kenitra, le saludó con una sonrisa. A su lado tenía doblada la alfombra de oración. En los bancos no había público, ni siquiera los familiares de Hriz que viven a 30 kilómetros. Sólo estaban sentados el magistrado Llorente y ocho periodistas, cinco de prensa española y tres de marroquíes.

Ahmidan contestó con voz tenue a las preguntas de los seis jueces y clavó la mirada en el suelo durante el requisitorio del fiscal que hizo suya la denuncia española y pidió 20 años de cárcel. Cinco horas después el tribunal dejó la condena en la mitad.

Ali Amar, el abogado del joven tetuaní, echó mano de dos argumentos para defenderle. Recordó primero que su cliente ya fue juzgado y absuelto, en 2005, del delito de pertenencia a banda terrorista y no podía ahora ser condenado por aquello de lo que quedó eximido por mucho que Del Olmo hubiera mientras tanto formulado una denuncia. A Ahmidan si le cayó entonces una condena a cinco años por tráfico de drogas que cumple en la prisión de Salé.

"Entre miembros de una misma familia marroquí se comparte todo", arguyó Amar a continuación. No tiene por tanto nada de extraño que Ahmidan haya acudido a la casa de su primo El Chino o que le haya prestado sus vehículos sin saber cual iba a ser su uso que les daría el brazo ejecutor del 11-M.

Amar es un miembro destacado de la prestigiosa Asociación Marroquí de Derechos Humanos con la que la familia tetuaní de Ahmidan se puso en contacto cuando fue detenido y estuvo "desaparecido" varias semanas a manos de la DST, la policía secreta. El letrado hizo entonces gestiones para descubrir su paradero.

Hriz, en cambio, no salió de la jaula. Se ha negado a que su familia le busque un letrado que le defienda y el Ministerio de Justicia marroquí designó, el 20 de noviembre, a Abdellatif Ennouari para que lo haga de oficio. "No he tenido tiempo de preparar el caso ni de hablar con mi cliente por lo que he solicitado y obtenido el aplazamiento del juicio hasta dentro de dos semanas", explicó a la prensa.

Abdelilá Hriz (segundo por la derecha) y Hicham Ahmiran (centro) llegan al juzgado marroquí.
Abdelilá Hriz (segundo por la derecha) y Hicham Ahmiran (centro) llegan al juzgado marroquí.REUTERS

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