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Perú no supera el pesimismo

La bonanza económica, con un 8,3% de crecimiento, contrasta con la lentitud en la reconstrucción de las zonas afectadas por el terremoto hace un año

La región de Perú que hace un año sufrió un terremoto de 7.9 grados de magnitud en la escala de Richter no ha conseguido borrar la imagen de ciudades de barro que quedaron desechas en los dos minutos que duró el temblor. Ica, el vasto territorio conocido como el sur chico del país, y algunas provincias de Lima y Huancavelica, también dañadas, sufrieron más de medio millar de muertos aquel 15 de agosto y más de 75.000 viviendas afectadas. Pese a la cuantiosa ayuda internacional recibida, permanece una cierta "sensación de caos", como resumía ayer a este diario una de las 300.000 personas damnificadas, Virginia Cueto, vecina de Pisco, epicentro del seísmo, a la que se le cayó la casa encima y tuvieron que enyesarle las dos piernas. Ambas extremidades fueron reparadas; la casa, todavía, no.

La reposición de las viejas viviendas de adobe con materiales más resistentes, que en Pisco no avanza como debiera, sí es más satisfactoria en Ica provincia, de 320.000 habitantes, que acumulan una gran experiencia en catástrofes (terremotos e inundaciones). La restante geografía devastada (Chincha, Cañete, Yauyos, Huancavelica, Castrovirreyna y Huaytará), va rehaciéndose a duras penas. El Gobierno peruano asegura que ha invertido 270 millones de euros en la reconstrucción de las zonas afectadas, que estos días inaugurará 18 colegios nuevos y que ya ha iniciado las obras de tres hospitales.

En contraste con la apariencia desoladora de calles con escombros y solares aún sin edificar, que impacta al volver un año después al mismo escenario, los dos años de Gobierno (de un mandato de cinco) que celebra Alan García, casi a la par del aniversario de la tragedia, se saldan con los mejores resultados económicos de América Latina. Según el Banco Interamericano de Desarrollo, Perú registrará este año la mayor tasa de crecimiento de todo el subcontinente (8,3%) y en 2009 seguirá liderando el PIB regional. "Perú no está mal, está mejor", reconoció en Lima Mario Vargas Llosa, agasajado por sus paisanos en una exposición de homenaje, La libertad y la vida, en la casa museo O'Higgins de Lima.

Un año después del terremoto, los peruanos se flagelan con un pesimismo atávico, pese al bienestar económico que le procuran sus exportaciones agropecuarias, textiles y mineras. Sorprende por eso que, sin embargo, el país haya solventado, con fe en su marca, la mala publicidad de la catástrofe, que empañó la fama recién estrenada del emplazamiento inca de Machu Picchu, en Cuzco, como una de las siete maravillas del mundo, y arrasó Paracas, en Pisco, boyante enclave turístico en la costa sur del Pacífico. Una ola de patriotismo ondea en las fiestas patrias del día de la independencia (28 de julio), de ahí la denuncia del Ministerio de Defensa contra la bailarina Leysi Suárez, por poner su poto sobre la bandera, al ser fotografiada desnuda a lomos de un caballo cubierto con la enseña nacional. En esta catarsis de peruanidad, el presidente García distinguió a su país como la "verdadera madre patria", y no han cesado los honores nacionales al pisco (bebida alcohólica que Perú reivindica frente a Chile), a su reputada gastronomía en las cortes culinarias gracias a chefs como Gastón Acurio, al algodón más fino del mundo, al café, a la variedad de papas y a su incuestionable patrimonio arqueológico.

"Todo eso está bien para el orgullo, pero va lenta la reconstrucción, los bonos son una limosna de soles que no dan para nada y a muchos nos amenazan con echarnos como escoria por invasores". La protesta es de María Elena Ramírez, cuya familia es una de las siete que pueblan en precario un desmedrado callejón, la Quinta Lucero, en Pisco, la provincia de 127.000 habitantes que el 15 de agosto quedó sepultada. Ella, como sus vecinos, vive desde entonces en módulos provisionales de madera ofrecidos por la municipalidad. A raíz del remezón, un desconocido se presentó en la quinta y reclamó el terreno como parte de una herencia. Nadie le creyó. La verdadera propietaria había muerto hacía mucho tiempo y los moradores del callejón llevan allí más de medio siglo. Ahora protegen como pueden a sus bebés de las ratas cada noche, en las casetas de madera, temiendo que, si construyen, el maestro (el supuesto titular al que presuponen con documentos falsos) venga y, como dice Roberto Luis Oré Vega, "nos bote a la calle como basura".

Donde estaba la iglesia de San Clemente, en Pisco, que la noche de la catástrofe se hundió con centenares de feligreses durante la misa, no queda nada, ni siquiera está entre quienes custodian las pocas imágenes expuestas al aire libre el célebre cura superviviente, que salvó la vida milagrosamente entre un mar de cadáveres, seguramente ahora en otro destino. Pisco tardará, a este ritmo, cinco años en levantar cabeza, según el vicepresidente de la región de Ica, Alonso Navarro.

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"Se me hincha el pie todavía", se queja cojeando la mujer que vende golosinas en una acera del pueblo. El terremoto se lo partió hace un año y, cuando da un paso, se acuerda de él cada día, como si no se le quisiera ir de la cabeza, ni del pie mal curado.

A los afectados les desespera verse aún en carpas, módulos o esteras de emergencia, sin gran confianza en volver a estar bajo un techo seguro algún día, mientras Lima se reserva obras de infraestructura propias de las cumbres americanas de las que este año es sede. La bonanza económica no impide que más de dos millones de los 28 millones de peruanos se hayan ausentado voluntariamente. Si Perú está tan bien, ¿por qué se emigra?, se preguntan economistas y políticos, sin ignorar "la resistencia peruana al optimismo", título de una encuesta sobre este síndrome.

El Congreso está sumido, como dijo un editorial de El Comercio, "en una honda y hedionda crisis", a causa de las reiteradas irregularidades de varios parlamentarios (que abarcan desde casos de violación hasta contratos viciados de asesores), y existe la sospecha de que el partido en el Gobierno, que retuvo la presidencia de la cámara gracias al apoyo de los votos de la bancada de Keiko, hija de Fujimori, se vea abocado a ayudar al ex presidente procesado. Alan García desmiente el supuesto pacto, pero todo Perú tiene ya la mosca detrás de la oreja.

Un hombre espera la reconstrucción de su vivienda en Pisco, un año después del terremoto
Un hombre espera la reconstrucción de su vivienda en Pisco, un año después del terremotoEFE

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