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Las esperanzas rotas

Decenas de familias viven las liberaciones con una mezcla de frustración y alegría. Todos esperan que sus familiares regresen en la próxima entrega

Los secuestrados que quedaron allá, en las cárceles de la selva, fueron recordados ayer con servicios religiosos en diferentes partes del país y con un maratón de mensajes que les serán enviados por radio.

Después de un mes de angustia y esperanza, sus familias no pierden la fe. "Estoy contenta por los liberados, pero un poco triste porque creía que en la lista venía mi hermano. Aunque aún puede ocurrir un milagro: que él venga en el helicóptero que traerá a los dos civiles...", confiesa Yolanda, hermana del coronel Mendieta, que lleva más de 10 años en poder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que le secuestraron al salir de una misa en la catedral de Bogotá. La salud de Mendieta está seriamente quebrantada y se esperaba su regreso a casa.

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Idéntico sueño tuvo la familia del cabo Pablo Emilio Moncayo, que lleva ya 11 años en las cárceles guerrilleras.

Incluso habían preparado la bienvenida. Gustavo, el padre, es un profesor que abandonó hace años sus actividades y se dedicó a caminar encadenado, pidiendo la libertad de su único hijo varón. Ayer anunció que volverá a sus andanzas por las carreteras del país para explicar su mensaje.

María del Carmen también estaba segura de la libertad de su hijo William Donato, secuestrado en agosto de 1998. Dice que Dios le había enviado una señal de que así sería: en la mañana del jueves, cuando atendía a una misa, sintió una voz que llamaba a William; se volvió para mirar, pero no vio a nadie. Entonces, "sentí que mi hijo sería liberado", recuerda.

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María Concepción, la madre de Luis Alfredo Moreno, cabo primero del Ejército, trata de recuperarse de la decepción de saber que su hijo, también con más de 10 años de secuestro, no iba a ser liberado ayer. Viajará a Villavicencio para encontrarse con Alan Jara, el civil que será entregado hoy a la comisión humanitaria. "Voy a averiguar de mi hijo; sé que estaba con él". Se sabe que Jara estuvo en contacto con soldados y policías durante la mayor parte de sus seis años de secuestro. Se dedicaba a enseñarles inglés y ruso, por eso rehusó unirse al grupo de secuestrados civiles.

María Concepción envió ayer un mensaje a las FARC: "¡Por favor, devuélvanmelo!". Y recordó a los captores que, día a día, "están acabando con la vida de nosotros, sus familiares".

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