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El escultor Leiro lleva al Retiro madrileño sus irónicas figuras monumentales

"Utilizo el cuerpo humano y lo muevo por donde quiero", declara el artista

El escultor Francisco Leiro (Cambados, Pontevedra, 1951) se enfrenta a la arquitectura de hierro y vidrio del Palacio de Cristal del Retiro madrileño con una docena de conjuntos monumentales creados en los últimos 10 años. "Tengo obsesión con el cuerpo humano, lo uso a mi antojo rozando la monstruosidad. Lo muevo por donde quiero, produzco distorsiones", declaró ayer ante las estructuras de hierro y madera que contienen figuras irónicas con fuertes colores. La exposición forma parte de la programación del Museo Nacional Reina Sofía (www.museoreinasofia.mcu.es).

Leiro ha colocado en la "jaula acristalada" del Retiro las mayores piezas de su colección para aceptar el reto de un espacio transparente y luminoso (salvo en los días norteños como el de ayer) que no permite contemplar con detalle las formas y texturas de las esculturas.

"Leiro nos sigue sorprendiendo desde los años ochenta, una voz fuerte y personal de nuestra escena artística", declaró Juan Manuel Bonet, director del Reina Sofía, que ha producido la exposición, abierta al público hasta el 31 de mayo. Bonet incluye a Leiro en la renovación del arte español de los ochenta, en una generación donde figuran Juan Muñoz, Susana Solano, Juan Uslé y Miquel Barceló, en tiempos dominados por la transvanguardia italiana y el neoexpresionismo alemán. "Es un escultor de lo universal y lo enraizado, que remite al mundo rural, con unas figuras de madera o de piedra que desde el principio calaron en el espectador".

Recuerdos

En los últimos 15 años, Leiro alterna su trabajo en el estudio del bajo Manhattan, donde realiza obras en madera, y en Cambados, su ciudad natal, que utiliza para las piezas de gran tamaño en hierro, poliéster y granito. En la Fundación Eugenio Granell, de Santiago de Compostela, expone estos días obras de los años setenta, confrontadas con otras familias que establecen relaciones, "una época entre surrealista y pequeños toques de pop". Para el Retiro ha preferido obras monumentales, la mayoría de dos pisos, donde se integran estructuras y cuerpos pintados de colores. Algunas piezas se han visto en los últimos años, como el retablo con tres figuras, en la feria de Hannover, y otras se han construido en el lugar, como el proyecto Tesouro, destinado a la fachada del Parlamento gallego, en la antigua Facultad de Veterinaria de Santiago. Es la pieza que levanta más curiosidad, porque dentro del graderío guarda un tesoro, una ternera de cartón, de la que apenas se identifican las patas desde una claraboya en el suelo. Otras obras tienen "recuerdos de infancia", como Congostra, la parte de atrás de las casas, como un almacén de maderas con dos figuras, y Sabrego, con dos hombres "como buzos" por debajo de la tierra negra. También está la actualidad, en Al paso, que Leiro considera como un "centauro nuevo" con un cuerpo humano y botas de voluntarios en la catástrofe del Prestige.

"Las formas vienen de pensar en el cuerpo humano, otras veces de palabras concretas. Mi obsesión es trabajar con una escultura orgánica, con algunos elementos geométricos. Utilizo los materiales como lenguaje".

Francisco Leiro, junto a su escultura <i>Al paso</i> (2003), en madera, plástico y goma. 

/ RICARDO GUTIÉRREZ
Francisco Leiro, junto a su escultura Al paso (2003), en madera, plástico y goma. / RICARDO GUTIÉRREZ
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