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Reportaje:

Ryanair vuela más rápido

La compañía aérea líder del 'low cost' se prepara para situarse a la cabeza de todo el sector

Si algo faltaba para demostrar el éxito del modelo de vuelos de bajo coste, ahí está el ejemplo de la irlandesa Ryanair. Su política de poner un aeropuerto al lado de la casa de cualquier europeo la ha llevado a superar en dinamismo a la compañía en la que se inspiró, la estadounidense Southwest. Ryanair, que en 2000 transportaba siete millones de pasajeros, batía el año pasado la marca de los 42,5 millones. Situada ya sólo por debajo de Lufthansa y Air France, Ryanair proyecta llegar a los 84 millones de pasajeros en 2012.

Acaba de anunciar que volará a ciudades de EE UU, como Nueva York, San Francisco, San Diego o Dallas, con billetes a partir de 12 euros
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España no ha sido una excepción en el mapa de Ryanair. Al revés. Su crecimiento ha sido aquí, si cabe, aún más meteórico que en el resto de Europa. Impulsada por los flujos turísticos del norte hacía el sur, Internet (el 99% de sus reservas) y los acuerdos con ayuntamientos y diputaciones, Ryanair ha pasado en cuatro años de no tener nada en España a operar en 19 aeropuertos. La compañía irlandesa, que empezó en 2002 con 12.000 pasajeros y en 2003 transportaba hacia España unos 600.000 (era la quinta low cost con un 5,7% del mercado), se erigía el año pasado en la líder de su segmento, con 3,7 millones de pasajeros, el 21% del mercado, por delante ya de EasyJet. La compañía, que transportó el año pasado 7,5 millones de pasajeros (en los dos sentidos) espera nueve millones en España para este año.

No extraña, pues, que la llegada de Ryanair a los distintos mercados europeos haya estado marcada por la polémica (en España se la acusa de estar financiada por los ayuntamientos y en Alemania Lufthansa intentó parar en 2002 su oferta de bajo coste en los tribunales). Su carácter rompedor (con una publicidad agresiva y transgresora) la ha hecho acreedora a la par de críticas feroces y halagos más entusiastas. Ahora apuesta claramente por el mercado norteamericano. Ya ha anunciado que volará a ciudades como Nueva York, San Francisco, San Diego o Dallas con billetes a partir de 12 euros.

Queda fuera de duda que el precio es su máximo argumento. El carismático presidente Ryanair, Michael O'Leary, solía decir que quería "liberar a la gente de los precios de EasyJet", se ha empeñado en ofrecer las tarifas más bajas del mercado. "Somos un 50% más baratos que EasyJet", dice Maribel Rodríguez, su directora de marketing para España y Portugal. Sin gastar mucho dinero en publicidad, echando mano de procedimientos heterodoxos -esas famosas campañas de regalos de billetes a cambio de presentarse en la plaza central de la ciudad en la que se inaugura una nueva ruta con carteles de bombo a la compañía y que ha llevado a Iberia a presentar una demanda por competencia desleal- la empresa se ha convertido en una de las marcas más potentes del mercado aéreo, si no la más potente. Se ha hecho tan omnipresente que a muchos, cuando buscan una tarifa low cost, se les ocurre instintivamente Ryanair. Y se van después a su web, una de las más visitadas en el sector de viajes.

Se dice que sus precios son tan bajos (en algunos casos 20 o 30 euros) que la gente acaba por viajar a destinos que ni siquiera conocía. Ryanair se lo ha puesto fácil, además, pues en estos años ha generado una tupida red de rutas punto a punto, a lo largo de Europa, difícil de igualar. La empresa ha sabido detectar las ciudades con potencial -generalmente núcleos urbanos secundarios y ávidos de comunicación aérea- y convencer a las autoridades respectivas a invertir en la ruta en cooperación con la compañía. "Ya tenemos mucha experiencia en detectar las rutas interesantes", explica Maribel Rodríguez. "Cuando conectamos una ciudad, la ruta funciona siempre". Estos acuerdos representan, además, una clara fuente de ingresos adicionales.

Tan exitoso es su modelo de creación de rutas, que la tasa de fracaso es mínima y hay que esperar a los nuevos aviones para poder abrir nuevas conexiones. Hay una lista de espera interminable. "Ahora mismo", asegura la ejecutiva, "estamos en contacto con 15 ciudades de toda Europa". La compañía, con 134 aviones, con una media de edad de dos años, espera recibir cerca de 50 en los próximos meses y un total de 110 hasta el año 2012.

Las patas del modelo

Pero, el formato de rápida progresión de rutas y creación de mercado -y clientes- es sólo una de las muchas patas del modelo. No funcionaría de no ser porque la empresa se ha hecho ducha en mantener sus costes reducidos al mínimo. La apuesta por los aeropuertos regionales -donde se crea mercado con pasajeros que nunca volaron- tiene otra ventaja: estos aeropuertos cobran tasas más bajas y, al tener poco tráfico, permiten una operativa de aterrizaje, desembarque, embarque y despegue más rápida que en los grandes aeropuertos, lo que permite que los aviones estén más tiempo en el aire, haciendo dinero. Cada una de estas aeronaves es exprimida al máximo, lo que reduce los costes de depreciación del aparato al mínimo. Hace una media de 5,5 despegues al día.

Todo ello redunda también en una mayor productividad de la plantilla. "Tenemos un empleado por 10.000 pasajeros/año, mientras que EasyJet tiene uno por cada 6.000", explica Maribel Rodríguez. La ejecutiva rechaza, de todos modos, que los pilotos de la compañía (1.096) vuelen más horas y salgan más baratos. "Vuelan las horas reglamentarias", dice. La compañía presume de pagarles más que la competencia: 49.600 libras (en 2005) frente a las 45.900 de Air France o las 44.700 de Iberia. La gestión de flota es otra de las habilidades. "Todos nuestros aviones", comenta Rodríguez, son Boeing 737-800. La ventaja de tener un solo modelo es que ello permite reducir los costes de mantenimiento al mínimo y comprar las piezas a menor precio". También la formación de los pilotos se reduce porque sólo tienen que entrenarse en un solo modelo.

Ryanair presume de tener las tasas de puntualidad y pérdida de maletas más bajas del sector, lo que se debe, una vez más, a la masiva utilización de aeropuertos secundarios. "La calidad", apunta Rodríguez, "es básica porque lleva a la repetición. Si el billete fuera muy barato pero le causara malas experiencias al viajero, éste dejaría de volar con nosotros".

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