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Reportaje:

Ciberclubes para inversores

Las redes sociales de temática financiera tienen cada vez más adeptos en Internet

Miguel Ángel García Vega

La mitad de la comunidad científica internacional anda estos días a la captura del bosón de Higgs. Conocida como la partícula de Dios, ayudaría a desentrañar la mecánica profunda del universo. En otra comunidad más terrenal, la financiera, el equivalente a esa partícula se descubrió hace tiempo. Se llama información. En ella habita el origen y la explicación de mucho de lo que acontece en los mercados. Por ejemplo, desde esta mirada se justifica el auge que están alcanzando en todo el mundo las redes sociales financieras. Tal vez es la propuesta de asesoramiento económico más singular que se ha visto en tiempo en los siempre innovadores -para lo bueno y lo malo- mercados de capitales. Sin embargo, "aunque es una excelente idea, el desarrollo todavía parece algo inmaduro", apunta un analista que conoce bien estos canales. Otro escollo, incide José Luis Martínez, economista jefe de Citi, es "la desconfianza, que puede dificultar el desarrollo en España de este tipo de actividades".

Son los usuarios los que actúan como asesores de inversión
"En las redes nos conocemos y en privado nos entendemos"

Desde una perspectiva mundial, estos facebooks del dinero son multitud -fruto de la desintermediación financiera planetaria-, pero en casa la voz cantante corresponde, por ahora, a Impok, icotizados -comparte actividad con la anterior-,

Bolsa.com, Unience o la recién lanzada Hoppe. De acuerdo con las estimaciones que maneja esta industria, en nuestro país se libra una pelea por 500.000 usuarios potenciales. Pero en concreto, ¿por qué se pugna?

El objetivo es crear redes sociales diseñadas para tomar en último extremo decisiones de inversión. Aunque lo singular es que en la mayoría de los modelos son los propios usuarios -y no sesudos analistas- quienes actúan como prescriptores a la hora de aconsejar tal o cual activo. Y serán aquellos que tengan mejor reputación -o sea, acierten más y den mejores consejos- quienes se conviertan en los referentes de la comunidad. Por tanto, una red de esta naturaleza será mejor cuanto mejor sean sus participantes. Esta democratización del capitalismo popular no deja de tener cierta belleza. Al menos desciende un poco de los cenáculos económicos de la élite, y las decisiones, en parte, retornan a la gente. ¿Pero invertiría su dinero en función del mayor o menor acierto de un integrante de una red virtual?

Nicolás Oriol, fundador de Unience (40.000 usuarios, con un objetivo de llegar a finales de año a los 100.000), cree que sí. "Tenemos un ranking de reputación en nuestra red que opera muy bien. Se calcula teniendo en cuenta lo que aportan esos miembros a la comunidad en conocimientos y análisis". Y añade: "La clave radica en que contamos con inversores que ofrecen habilidades muy avanzadas junto a otros que acuden con vocación de aprender". De esta forma se genera, digamos, una clase media, de entre 35 y 40 años, que es el retrato estándar, asegura, de sus usuarios.

Gracias a estas redes, los participantes pueden compartir los movimientos de cualquier activo -sobre todo fondos y acciones-, analizarlos y comparar en tiempo real las carteras con otros miembros de estos canales. Puede que no sirvan "para tomar decisiones de inversión como tales, pero sí para conocer qué opinan los diversos usuarios de estas comunidades acerca de diferentes temas financieros", reflexiona Andrea Carreras-Candi, directora de EFPA España (European Financial Planning Association). Por si queda poco claro, lo resumía muy bien Iván García, presidente del hedge fund Renta 4 Swing Trading Ka'u Value, en una conferencia de la propia EFPA: "En las redes nos conocemos y en privado nos entendemos".

Esto sucede en el lado del haber; en el del debe "falta por definir el modelo de negocio", advierte José Manzanares, profesor del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB). "El propósito es crear una red de inversores con tráfico diario y que aporten ideas y comentarios. Lo que no está muy claro es de qué manera se generarán los ingresos para los portales". Y además, algunos expertos aventuran que, a lo sumo, hay espacio para dos comunidades en España.

En este trasfondo de incertidumbres, Unience habla de tres caminos para hacer caja: publicidad (incluye también diversos eventos que organiza la propia red), servicios premium para ciertos clientes y licencias de herramientas tecnológicas desarrolladas por los dueños de este canal. Otros lo fían "a la retrocesión de comisiones, promover cursos, dar servicios asociados a los parqués e incluso vender libros", describe Jesús Pérez, director general de Bolsa.com (30.000 usuarios únicos y una previsión de llegar a 50.000 durante este ejercicio, lo cual les ayudaría a alcanzar el break even en dos años). Eso sí, "nada de poca publicidad. Es una forma de preservar la independencia", justifica Pérez.

Pero tal vez la gran baza de estas comunidades del dinero es que permiten poner rostro a quien mueve los productos y, sobre todo, establecer contacto con él. Marc Garrigasait, presidente de la sicav Koala Capital (maneja 18 millones de euros a partir de 400 partícipes), emplea Twitter, Facebook, Unience e Impok para contar a sus inversores los criterios con los que gestiona su vehículo financiero. "Para nosotros ha sido una sorpresa inmensa. Al principio no sabíamos qué podría suceder. Gestionamos dinero y es necesario ir con mucho cuidado con lo que se explica", apunta Garrigasait. "Pero al final ha invertido en la sicav gente que nunca hubiéramos esperado".

Sin embargo, estas redes exigen, como en el caso de Koala Capital, ser transparente, algo a lo que no todo el mundo está predispuesto. Y por otro lado, dar respuesta a dos interrogantes. "¿Quién garantiza la independencia del criterio a la hora de ofrecer un producto o una cartera en concreto? Es más, ¿una asesoría que es gratis puede ser buena?". Estas dudas las plantea el socio de una firma de análisis económico, que pide no ser citado.

En cuanto a la transparencia, David Moreno, consejero delegado de Impok (30.000 usuarios registrados y un objetivo de 50.000 en 2012), cuenta que de las 20.000 carteras dadas de alta que manejan, un 40% son públicas (compartidas por la comunidad) y el resto privadas (sin acceso). "La gente cada vez se muestra más transparente con sus inversiones, ya que es el camino de generar confianza en la Red", avanza David Moreno. "El secreto reside en identificar usuarios con talento y seguirlos. De esta manera es como, de paso, se crea el contenido. Ya que no generamos ninguno de forma externa: todo se produce dentro", concluye.

A pesar de las dudas que aún surgen, "el futuro de las redes sociales financieras sucede hoy". Al menos así lo cree Howard Lindzon, cofundador de una de las más conocidas del mundo. Lleva el nombre de StockTwits (entre 2.000 y 3.000 usuarios activos diarios) y se ha especializado en Bolsa, a la espera de un futuro brillante. "El ancho de banda ha aumentado, al igual que el tiempo que se está conectado a Internet, y gracias a la informática móvil las posibilidades ahora son mundiales e ilimitadas", describe Howard Lindzon.

Y, claro, cuando se manejan opciones y tiempo, la imaginación se agudiza. ¿Se acuerdan de Patagon? Fue una de las primeras experiencias en España de banco online. Con los años, uno de sus antiguos responsables, Constancio Larguia, ha usado el potencial de las comunidades del dinero para lanzar Weemba (29.000 usuarios registrados). Es una plataforma en la que el usuario publica una petición de préstamo (en la web española llevan en tres meses de vida 2.830 solicitudes de créditos por una cuantía de 130 millones de euros) y es la entidad financiera quien, si lo cree conveniente, se pone en contacto con él para hacerle una oferta. ¿Interesante? El propio Constancio Larguia desgrana su funcionamiento. "El cliente se registra, arma su perfil y lo muestra frente a todo el público, pero solo permite la difusión de sus datos personales y admite ser contactado por aquellas firmas de crédito que el propio usuario decida aceptar".

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.
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