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Reportaje:Empresas & sectores

Las bailarinas no saben de crisis

Mascaró fabrica artesanalmente medio millón de pares de zapatos anuales

Es muy probable que Kate Moss no sospeche ni por asomo que sus livianos y relucientes zapatos de moda han sido anteriormente martilleados, retorcidos, golpeados, casi hasta maltratados por decenas de hombres con los antebrazos manchados de pegamento y pintura. Y otras tantas mujeres. En total, 60 artesanos y artesanas que han confeccionado en una fábrica menorquina las bailarinas que ahora luce la top model británica.

No es la única famosa que ha sucumbido a los diseños de Mascaró, la firma balear de zapatos de mujer fundada en 1918. Paris Hilton, Paulina Rubio o la princesa Letizia se cuentan entre la multitud vip que ya es clientela habitual. Todo un logro para una firma familiar que prescinde de grandes campañas de marketing y apenas ha cambiado su manera de funcionar desde hace casi un siglo, cuando Pedro Mascaró empezó a confeccionar bailarinas para ballet. Su hijo Jaime, hoy presidente de la firma, pensó que era una buena idea pegarles una suela más gruesa y venderlas como zapatos de calle. Saltó el Mediterráneo y probó suerte en Barcelona. El éxito fue inmediato. Cincuenta años después, Mascaró, de la mano de las dos nietas del fundador, Lina (directora comercial) y Úrsula (directora creativa), se ha diversificado en tres firmas (Mascaró, Úrsula Mascaró y Pretty Ballerinas), tiene 53 tiendas (19 en el extranjero) y entre sus mercados principales están Italia, Alemania, Francia, Reino Unido y EE UU. Ahora se preparan para abordar China y Japón. No parece que la crisis les quite el sueño.

Claudia Schiffer o Kate Moss visten modelos de la firma menorquina

"Creo que si haces bien tu trabajo, la gente te sigue comprando", comenta relajada Lina Mascaró. Las cifras la avalan: en 2009 facturaron 41,4 millones de euros, un 5,2% más que el año anterior, y su producción ya roza el medio millón de pares anuales. Todos confeccionados artesanalmente en Menorca, la gran mayoría en la fábrica de 170 artesanos que la empresa tiene en el pequeño pueblo de Ferreries, de donde no se ha movido desde su fundación. "Es una de nuestras señas de identidad", apunta Lina, "lo lógico hubiera sido deslocalizar la mano de obra, pero nosotros preferimos confeccionar aquí, con gente cualificada".

Mascaró siempre ha sido una firma solvente, pero fue hace cinco años cuando entró en la primera división del segmento medio-alto y revolucionó el mercado internacional. Curiosamente, de la mano de su creación primigenia. "Cuando llegué a la empresa", comenta el británico David Bell, responsable de marketing, "me di cuenta de que habían dejado de lado precisamente lo que mejor sabían hacer: bailarinas". David apostó por ellas, encargó cientos de diseños que iban desde lo más clásico a lo más vanguardista, y empezó a venderlas por Internet. Nacía la marca Pretty Ballerinas.

La demanda fue tal que no tardaron en llegar las tiendas físicas, pequeños locales de no más de 15 metros cuadrados en el centro de ciudades como Nueva York, Montreal o Londres. Sin apenas publicidad, el boca-oreja fue suficiente para que, una mañana, a la modelo Claudia Schiffer se le ocurriera entrar en la tienda londinense. Desde ese momento, Pretty Ballerinas es el buque insignia de la casa, con precios que van de los 90 euros de un modelo ecológico confeccionado con piel reciclada a los 700 de uno decorado con joyas de Swarovsky.

El éxito no afecta al carácter sencillo de esta empresa familiar, que parece contagiada del tempo relajado de la isla. Lina Mascaró lo confirma cuando se le pregunta por sus objetivos para 2010. "¿Sinceramente? Con que nos vaya igual de bien que en 2009 me conformo". -

Pretty Ballerinas en la fábrica de Mascaró en Ferrerías (Menorca).
Pretty Ballerinas en la fábrica de Mascaró en Ferrerías (Menorca).BIEL CALAFAT

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