_
_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Diálogo sin puertas

Felipe González y Juan Luis Cebrián han vertido sus reflexiones sobre el pasado y el porvenir de España y Europa en el libro El futuro no es lo que era. Fruto de una larga conversación, el ex presidente de Gobierno y el periodista abordan temas como la transición, la monarquía o la globalización; además de desvelar algunos aspectos del mandato del líder socialista. J

EL FUTURO NO ES LO QUE ERA

Juan Luis Cebrián y Felipe González Aguilar. Madrid, 2001 258 páginas. 2.200 pesetas

González no duda en asumir la responsabilidad de parte de la pérdida de nuestra memoria histórica al no haber promovido un debate sobre el franquismo

No es frecuente que un académico y un ex presidente del Gobierno acepten conversar libremente sobre temas comprometidos que hagan referencia tanto al pasado como al futuro. Sin duda, éste es el principal atractivo del libro que, con el título El futuro no es lo que era, recoge las conversaciones entre Felipe González y Juan Luis Cebrián. Refugiados en una finca que lleva el nombre de El Obispo, ambos autores dialogaron a lo largo de un par de intensas jornadas sobre una serie de cuestiones de mucho interés. En todo caso, el libro habrá servido, de entrada, para que Juan Luis Cebrián se confiese que al salir era más amigo de Felipe González que lo era al entrar; y también servirá para que sus lectores se enteren de muchas cosas que hasta la fecha desconocían o aparecían en nuestra reciente historia bajo muchos interrogantes y confusiones.

El libro, curiosamente, en su contenido discurre más por el pasado que por el futuro; y ello no es ningún reparo por cuanto en esta vertiente el libro presenta revelaciones muy interesantes; así, por ejemplo, cuando Felipe González no duda en asumir la responsabilidad de parte de la pérdida de nuestra memoria histórica, lamentándose de no haber provocado durante su presidencia un debate sobre lo que había representado el franquismo en España. Esta revelación me complace por cuanto ésta es una pregunta que yo mismo me había formulado en diversas ocasiones, cuando al socaire de alguna intervención parlamentaria se observaba como un movimiento de disgusto en las filas del Gobierno si al hablar del régimen anterior se utilizaba la palabra 'dictadura'.

Juan Luis Cebrián sabe conducir a Felipe González a reconocimientos de esta naturaleza y a la vez a una defensa apasionada de lo que representó el modelo de la transición en España. Ciertamente, una defensa que pretende contraponerse a una situación actual que se describe como alejada de los valores del consenso que hicieron posible aquel proceso de transición. Me parece acertada la formulación de Felipe González cuando hace descansar en el conjunto de la sociedad y en el miedo que inspiraba el recuerdo de la guerra civil el éxito de la transición. Es bueno que en España se recupere el deseo de hablar sobre lo que representó políticamente la transición y sobre todo también de sus errores, fallos, olvidos y de las consecuencias que todo ello representó en la evolución posterior de la democracia en España.

El libro no discurre exclusiva-

mente en el pasado ni seguramente ésta era la pretensión de sus autores. De manera fundamental, en los dos últimos capítulos dedicados a Europa y a la globalización, ambos autores se nos manifiestan más libres, incluso menos viscerales. Al referirse al pasado, e incluso al presente, no pueden ni Felipe González ni Juan Luis Cebrián separarse de la tentación de denunciar cierto estilo de la política española que aborrecen. Pero, seguramente, en este extremo incluso pueden ser un poco generosos consigo mismos, porque no queda del todo claro que, en algún otro momento de su protagonismo como editor y como político, no hayan incurrido en algunas de las manifestaciones que ahora coinciden en denunciar.

Pero es evidente que ésta es la primera reflexión crítica que Felipe González formula en relación a su actuación como presidente del Gobierno, y en sus declaraciones, sinceras y desacomplejadas, encuentra el lector respuestas o informaciones que sirven muy positivamente para entender lo que fue la acción de gobierno de aquél.

El estilo del diálogo que Juan Luis Cebrián introduce y provoca permite que el ex presidente del Gobierno se acerque a temas complicados y complejos sin prevención ni apriorismos y con ello aporte al lector incluso una nueva imagen de su persona que les podría sorprender. El presidente del Gobierno deja paso al intelectual reflexivo, autocrítico y prospectivo que no se limita a una relación de actuaciones o anécdotas, sino a extraer de todo ello ideas, propuestas, que hacen más vivo el debate político.

El libro adquiere esta especial dimensión de reflexión cuando Felipe González se introduce en el campo de las grandes ideas que ahora dominan su actuación: el 'cómo seguir' de Europa y qué representa la globalización que nos llega acompañada de una revolución tecnológica sin precedentes en la historia de la humanidad. Nadie se atrevería a discutir a Felipe González la calidad de ser uno de los políticos que mejor ha comprendido el proyecto de Europa. Y ahora explica pedagógicamente y en un ritmo lento, buscado a propósito, cuáles son los graves e importantes problemas que Europa tiene planteados en este momento.

A uno se le ocurre pensar que Felipe González hubiera sido un gran presidente de la Comisión Europea, y ciertamente el libro no nos aclara si no lo fue porque no quiso o porque no le dejaron. Pero para Felipe González como para muchos presidentes europeos de largo mandato, Europa era el escenario en el que se sentían apasionados; era el campo en el que podían superar las limitaciones prosaicas de la política ordinaria para trasladar su ambición intelectual de construir un proyecto nuevo como el de la unidad europea.

Seguramente, en este campo,

se produce entre el lector y los autores del libro una comunión más viva que cuando el pasado es el tema que les ocupa. Aquí el lector querría opinar, interferir en el diálogo, discrepar o apoyar a uno u otro autor. Ayuda a esto el hecho de que los propios autores, en este tema, se manifiestan más discrepantes, con visiones diferentes de Europa y su pluralismo. Y este debate resulta apasionante porque aquí claramente la apuesta es de futuro y se describe en Europa el potencial de entusiasmo que a veces la fría realidad burocrática de Bruselas no permite vislumbrar.

Es a caballo de Europa como Felipe González y Juan Luis Cebrián se introducen en el campo de la revolución tecnológica y la globalización. Aquí, ambos se demuestran conocedores de esta problemática. Se jalean el uno al otro, se estimulan y sus manifestaciones son menos respetadas por el otro. Se interrumpen, cambian rápidamente de temas, se entusiasman, para terminar casi secamente y de repente algunos de los puntos que han estado examinando, como si la riqueza de los mismos les impidiera acotar en un poco espacio de tiempo todo cuanto querrían exponer.

Será un libro para la polémica. Y a sus autores les va a aportar más de un quebradero de cabeza. En este país, opinar libremente es muy arriesgado. Y cuando la opinión además puede ser interpretada sesgadamente, casi siempre lo es. Y si además detrás de los autores existe la sospecha de que su libro puede servir para una reaparición, más protagonista en la vida pública, sus palabras serán diseccionadas con rigor y avaricia.

Pero esto es un riesgo que seguro que tanto Felipe González como Juan Luis Cebrián han aceptado, cuando lo que tenían ganas era pura y simplemente de decir lo que querían decir; sin cortapisas, sin frenos, sin prejuicios. Es de agradecer este coraje, en un momento en el que el pensamiento político en España aparece bastante huérfano de ideas y, por otra parte, ésta es una obligación que cabe atribuir a un ex presidente del Gobierno: no estará 'actuante' pero se le quiere tener como 'pensante'. Incluso para criticarlo o para no compartir sus ideas, pero es bueno que los hombres que han asumido importantes responsabilidades de gobierno de un país no abandonen su compromiso de constituirse en un referente ideológico del mismo.

Ellos pasaron un fin de semana fantástico en El Obispo; sus lectores, más modestos, podrán pasar un buen fin de semana leyéndoles en su casa.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_