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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Furiosa abeja literaria

"Aún vencida, quiero ser yo misma, abeja furiosa de su miel", se lee en uno de los poemas de Mercè Rodoreda escritos en París en 1948. Ávida de literatura, salvajemente ambiciosa y perfeccionista, la autora de Espejo roto (Mirall trencat) y La muerte y la primavera (La mort i la primavera) es retratada en Vidas Literarias por una de sus primeras biógrafas. El lector tiene así una nueva oportunidad de entrever la envergadura personal y literaria de la autora que desde el exilio europeo supo rescatar en La plaza del Diamante (La plaça del Diamant), un mundo abocado al olvido: sus años de juventud y al mismo tiempo su tiempo histórico.

Lectora, narradora, poeta,

MERCÈ RODOREDA. EXILIO Y DESEO

Mercè Ibarz

Omega. Barcelona, 2004

458 páginas. 32,69 euros

exiliada... Escribir sobre Mercè Rodoreda es sumergirse en un mundo intimista y versátil. En sus relatos y novelas conviven lo delicioso y lo terrible, lo diáfano y lo cruel. Ésta es la segunda vez que Mercè Ibarz penetra en la intimidad personal y literaria de Rodoreda. Ibarz había publicado ya en catalán Mercè Rodoreda. Un retrat, primero en Empúries (1991) y más tarde en Edicions 62. Para esta biografía en castellano, Mercè Rodoreda. Exilio y deseo, Ibarz ha contado con fuentes directas: el archivo de la escritora, en el Institut d'Estudis Catalans, y los epistolarios y documentos depositados en la Fundació Mercè Rodoreda, entre ellos la correspondencia de la escritora con un hombre clave en su vida y en su obra, Armand Obiols (o Joan Prats en Ginebra y Viena). Hermética, misteriosa, en ocasiones aparentemente trivial, Rodoreda es una autora universal y sin embargo todavía secreta. Su yo literario y su yo personal forman una unidad a menudo impenetrable. En su correspondencia con Rosa Chacel, editada por Ana Rodríguez Fischer (Versal, 1992), Rodoreda manifiesta su ambición de estilo y su necesidad de emulación. Además de la edición de Omega, en las últimas semanas ha salido a la luz otra biografía en catalán de Rodoreda escrita por Marta Pessarrodona. Junto a ambas, nos queda la evocación que hizo García Márquez de La plaza del Diamante a la muerte de la autora, comparando su magia con la de Pedro Páramo. No hay duda de que con Nada, de Carmen Laforet, y Los hijos muertos, de Ana María Matute, La plaza del Diamante nos ofrece más datos sobre la devastación y el sufrimiento que acarreó la guerra civil del 36 que muchos tratados sobre ese oscuro periodo.

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