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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Realismo político y sus paradojas

Las teorías sobre la sociedad, para ponerse a tono con los veloces y radicales cambios de las últimas décadas, a menudo tienen que trazar giros y variantes que en otros tiempos hubiesen resultado inexplicables. Pauta habitual en estas experiencias teóricas es la hibridez, que unas veces se traduce en ambivalencia y otras en lo que podría llamarse la "vía del medio". Vaya como ejemplo la llamada "tercera vía" del sociólogo británico Giddens, usada con éxito sonado por el incombustible Tony Blair para desarbolar nada menos que el laborismo inglés y preparada ahora para conquistar los corazones de socialdemócratas y liberales en la Europa continental. No sabemos si Blair conseguirá su propósito, pero es seguro que lo intentará.

LA MIRADA COSMOPOLITA O LA GUERRA ES LA PAZ

Ulrich Beck

Traducción de Bernardo Moreno

Paidós. Barcelona, 2005

260 páginas. 18 euros

En este comienzo del siglo XXI cualquier experimento es posible puesto que las actuales condiciones históricas son totalmente inéditas y eran inconcebibles para la teoría social hace veinte años. Es el momento de innovar, de modo que cabe agradecer a los políticos la imaginación y la inventiva que muchas veces falta a los teóricos. Así pues, el laborista Blair encabeza un Reino Unido convertido por los conservadores en un cuasi-paraíso fiscal; el bolivariano Chávez no sólo apuntala la patética Cuba estalinista sino que además consigue seducir al posmoderno Gianni Vattimo; y mientras tanto los comunistas chinos continúan impertérritos con su capitalismo salvaje, que crece a un ritmo anual del 9% sin la menor concesión a las reglas de la democracia occidental y sin dejar de agitar las banderas rojas. No me extrañaría que por mera sintonía con esta época delirante, la monarquía saudí acabe por legalizar el matrimonio homosexual.

Resultan pues bienvenidos

los libros que, como éste, sirven para pensar de manera original la sociedad y las costumbres, la guerra y la paz, Europa, el nacionalismo, la democracia y los derechos humanos, y que ensayan una contribución no convencional a la sociología política acorde con las nuevas condiciones históricas. De hecho, Ulrich Beck lleva varios libros intentando poner al día la sociología. Sin embargo, no se trata solamente de revisar la sociología académica. Como su amigo Giddens, Beck tiene vocación de ideólogo y este libro es, sin duda, uno de los más ideológicos en su bibliografía. Toca el turno al cosmopolitismo, noble aspiración ilustrada inspirada en el sueño del abad de Saint-Pierre que fuera ridiculizado como utopía por Voltaire y no obstante acariciado por Kant como esquema de una filosofía de la historia. Beck lo reformula, en versión puesta al día, como "cosmopolitismo realista", en clara invocación numénica de la realpolitik de Willy Brandt. Ve en el cosmopolitismo la alternativa a la defensa intransigente de la identidad, que o bien conduce a la conflagración planetaria (Huntington) o bien disuelve la política en la anomia multiculturalista, heredera de las identidades fundadas en los Estados-nación que la llamada globalización ha convertido en anacrónicos.

El suyo no es, pues, el cosmopolitismo universalista de siempre que se apoya en alternativas excluyentes ("o esto o lo otro") sino un cosmopolitismo que sigue las pautas de la modernidad líquida (Bauman) y la sociedad de redes y flujos (Castells), y que Beck resume con la consigna un tanto ecléctica del "no sólo sino también". En términos prácticos, lo que esta disyunción inclusiva y "realista" implica es que los nacionalistas intransigentes, en el escenario cosmopolita de Beck, pueden seguir declamándose europeos (véase este oxímoron: "El realismo cosmopolita no niega el nacionalismo, sino que lo presupone y lo transforma en un nacionalismo cosmopolita", página 73), las potencias están legitimadas para hacer la guerra en bien de la paz y en nombre de un derecho que no es derecho, y los responsables de Europa pueden concebir una unión de estados que no es Estado, lo cual vendría a legitimar la forma aberrante en que el Reino Unido se considera integrado en Europa.

Más aún, Europa no necesita una constitución sino que puede concebirse como una especie de liga hanseática, con una identidad fundada en sus propias faltas: las guerras fratricidas entre europeos, el genocidio de los judíos, etcétera, para lo cual Ulrich Beck propone fijar el recuerdo de la barbarie y de los millones de muertos en los campos de concentración de Hitler y Stalin con la esperanza de que así estos traumas serán superados.

Las paradojas abundan en este libro: la cosmopolitización se funda en la afirmación de una mirada universal localizada; el ideal cosmopolita se alimenta de quienes lo niegan y se oponen a él; el derecho -que, como sabemos, es nomos territorializado- se ha desterritorializado por efecto de la cosmopolitización y, no obstante, sigue siendo fuente de legitimidad y legalidad... Por momentos se tiene la impresión de estar leyendo al actor Groucho Marx, cuya célebre boutade cita Beck ("no quiero pertenecer a un club que me acepta como miembro", página 94), sin duda, porque piensa que sólo una teoría construida sobre las paradojas del presente puede permitirnos comprender la complejidad de la época.

El problema es que Beck re

fleja muy bien las paradojas, pero no las resuelve. Pese a que se pormenoriza en el repertorio de las guerras, los actos de barbarie, las diferencias irreductibles y los enfrentamientos, no se encuentra en su trabajo una teoría, es decir, una explicación causal de la pulsión que lleva a los hombres, ya sean pueblos, naciones, credos, géneros o etnias, a entrar en conflicto. Descartada la fórmula imaginada por el cosmopolitismo de Kant para sacar un balance positivo de las guerras -aquello de la astucia de la razón que se vale de los buenos propósitos de la naturaleza- todo se reduce a saltearse la explicación y abogar sin mayores preámbulos por un cambio en la mirada (o, si cabe, en el talante a la hora de hacer política), algo que un político puede permitirse como argumento pero una obra de sociología, no.

Por bien intencionado que sea, el cosmopolitismo de Ulrich Beck plantea las mismas dudas que la "alianza de las civilizaciones" enarbolada por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, con quien parece guardar estrechas afinidades ideológicas. Parece demasiado optimista esperar que quienes han hecho trizas el sueño de los ilustrados vuelvan sobre sus pasos. Beck diría que el giro "realista" de su sociología política es un signo de esperanza, pero la verdad es que este "realismo", que omite la razón de los conflictos, tiene mucho de wishful thinking, de confundir los deseos con la realidad.

Tres iraquíes, delante de los restos de un camión del Ejército de su país incendiado en Ramadi el lunes pasado.
Tres iraquíes, delante de los restos de un camión del Ejército de su país incendiado en Ramadi el lunes pasado.

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