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Reportaje:LIBROS | Ensayo

El día en que Dante venció al Pato Donald

Amelia Castilla

Cuando un bebé duerme poco y llora mucho, los desesperados padres recurren a todo tipo de soluciones. Santiago Alba Rico vivía en El Cairo cuando nació en 1992 su hija Lucía. En una de esas sesiones interminables de gritos, el padre primerizo tomó al bebé en una mano y en la otra la Divina comedia y, a grandes zancadas por la habitación, comenzó a desgranar en voz alta los versos de Dante. "La combinación tuvo un efecto ansiolítico inmediato, para ella y para mí, y pocos minutos después pude seguir leyendo sentado al lado de la cuna", cuenta el filósofo en Leer con niños (Caballo de Troya). A partir de entonces utilizó para tranquilizar a la niña la lectura, "la más dura de las drogas". Cuando nació su segundo hijo, la lectura en voz alta se había extendido a los viajes, las siestas frustradas de las vacaciones o las salas de espera del dentista. Los mitos griegos, personajes creados para ellos y obras indispensables que van desde Herodoto a Carson McCullers, cayeron y siguen cayendo en esas lecturas familiares. Ahora la familia vive en Túnez y anda enfrascada con Kafka.

"El peligro no es tomarse en serio las novelas, sino no tomarse en serio la realidad y que todo se convierta en pasatiempo"
"La única alternativa a la falta de tiempo es el consumo. La escuela no puede corregir lo que el mundo deshace fuera"

Esto que en principio podía servir como una anécdota digna de ser contada en una conversación entre amigos, acabó convertido en literatura gracias a la intervención del editor Constantino Bértolo. Fue idea suya que este filósofo de 45 años, dedicado a la antropología y a la agitación políticas, debutara con un género nuevo en el que mezcla la autobiografía con el ensayo y la narrativa. "El elemento biográfico era necesario, pero encontré procedente reprimirlo y recurrir al ensayo y al relato, para mezclar, como en una hormigonera, algunos de los registros que he utilizado a lo largo de mi vida, desde La bola de cristal". De hecho, antes de arrancar con los guiones del programa infantil que dirigía su madre, Lolo Rico, y presentaba Alaska, se había dedicado a escribir literatura que había quedado arrinconada en los cajones. Leer con niños le ofreció una oportunidad para integrar registros: "Los relatos que no están incrustados en el desarrollo ensayístico obedecen a la necesidad de ilustrar lo que quiero decir de otra manera".

De paso por Madrid, donde recala en casa de una amiga en la que destacan los pósteres y pancartas contra la guerra de Irak y a favor de la Intifada palestina, el filósofo se entretiene leyendo Terror sagrado. La cultura del terror en la historia, de Terry Eagleton. Como guionista de La bola de cristal y creador del personaje de Amperio Felón, paradigma del empresario explotador, Alba demostró que el marxismo como instrumento de análisis podía aplicarse a los niños, pero ahora se ha llevado la sorpresa de descubrir el valor terapéutico de las grandes obras de la literatura para calmar el llanto de un bebé. "Los niños proporcionan tiempo, y eso puede sonar como una paradoja, pero cuando ellos reclaman atención te plantean exigencias que obligan a recordar canciones y relatos o a volver a tus lecturas de niño. Eso me sirvió para recuperar a los clásicos y para descubrir cuánto había cambiado mi perspectiva sobre el mundo", aclara.

La revisión de su canon literario por influencia de sus hijos le ha conducido a valorar a Dostoievski por encima de Turgueniev. Releyendo a estos dos autores rivales encontró que Turgueniev, al que siempre había catalogado como moderno y europeísta, no lo era tanto, y que Dostoievski, al que había fichado como reaccionario, no sólo no había envejecido sino que todavía tiene algo que enseñar. Reivindica volver a las lecturas en voz alta como una forma de "enderezar la digestión hacia el tiempo y como apoyo objetivo a una edad en que la lectura íntima de estas obras podía ser mal metabolizada", añade.

Leer con niños es también un vehículo en el que el filósofo desarrolla algunas de las líneas que caracterizan su pensamiento, centradas, entre otras, en las críticas al capitalismo y el apoyo a la causa árabe. Desde el principio se planteó que no quería elaborar una guía de lectura pero sí abordar ciertas obras para responder a dos preguntas fundamentales: ¿para qué sirven los libros?, ¿para qué sirven los niños? Encontró la respuesta allí donde el gag ("unidad cerrada de hilaridad pura") ha sustituido al tiempo de la narración y donde la imagen ha sustituido a los cuerpos y su necesidad de cuidado y atención. Desde los atentados del 11-S este filósofo se pregunta qué tiene que ocurrir para que nunca ocurra nada. Frente al gag momentáneo, la propuesta de Alba es el relato. "Sucesos como el 11-S, la invasión de Irak o el tsunami (de Indonesia) se asientan en una percepción nihilista de las cosas en virtud de la cual el solo hecho de mirar priva de existencia lo que miramos. Se trata de proteger los límites de las cosas y de la propia ficción".

Esta misma situación conlleva también, asegura Alba, una degradación de la ficción. "No hay peligro en tomarse en serio las novelas porque cuando uno se toma en serio la ficción esa seriedad se proyecta a otras cosas. El peligro es cuando no se toma en serio la realidad y todo se convierte en pasatiempo, como el hecho de estar viendo un informativo sin distinguir entre las torturas en Abu Ghraib y la Pasarela Cibeles", dice. "La degradación de la ficción es inseparable de la degradación de la realidad, y yo a eso lo llamo nihilismo y para mí eso no tiene que ver, no sólo con la tecnología, sino con un sistema que llamamos de intercambio generalizado y que es más correcto denominar de destrucción generalizada". Hasta ahora las sociedades capitalistas habían distinguido entre las cosas de comer, las de usar y las de mirar, pero eso, en el siglo XXI, ha quedado erosionado por un modelo económico que no distingue entre comer, mirar y usar. "Allí donde reina la indiferencia nos comemos lo mismo una catedral que un paisaje en un mercado donde se multiplican de manera vertiginosa esos falsos objetos llamados mercancías, con los inevitables efectos que eso tiene sobre la mirada".

El guionista de La bola de cristal no cree que un programa de esas características pudiera emitirse ahora. Su argumento es que "en los primeros años de la Transición se vivió un brevísimo periodo de democracia provisional" que acabó cuando el PSOE metió a España en la OTAN. Alba Rico sostiene que el programa fue una oportunidad única para romper con lo que denomina "la lógica Disney", que consiste en reservar un espacio concebido para el niño en un mundo duro y ominoso y convertirlo en un compartimento estanco entre la cursilería y el terror. "Como metáfora de este mundo perverso, en el que los niños conviven con las guerras, el hambre y los malos tratos, se me ocurre proponer que las bombas de racimo sin estallar, ya de colores muy atractivos, tuvieran la forma del Pato Donald. Siempre quise romper con ese modelo. Ha llegado el momento de defender desde la izquierda la familia, los cuerpos, los cuidados y el tiempo".

Como filósofo, parece decidido a cuestionarlo todo, incluso a Freud. Su idea es que el inventor del psicoanálisis convenció a la tradición literaria de toda Europa de que los niños quieren matar a su padre cuando lo que en realidad nos cuenta la historia de Edipo, Ciro, Zeus e incluso los hermanos Karamazov es lo contrario: "Son los padres los que quieren matar o devorar a sus hijos". Y para explicarlo recurre a un pasaje compartido por las tres culturas en el que un rico ganadero, siguiendo las ordenes de Yahvé, intenta matar a su hijo; cuando se encuentra a punto de degollar al muchacho, un ángel lo detiene y premia su lealtad incondicional con un torrente de bendiciones y riquezas. "Ésta fue la hazaña de Abraham y la educación de Isaac", añade Alba. "Hace falta mucha teología para salvar esta historia que convierte en virtud un acto bellaco de sumisión religiosa. Y lo que hoy está en juego es el fracaso de un largo proceso de emancipación mental que disolvió marcos de referencia ideológicos o religiosos dentro de los cuales se puede justificar un acto salvaje". ¿Pero eso se puede aplicar también a los terroristas suicidas? "Sí, y al Chile de Pinochet y a la ocupación de Palestina...".

Como solución a este mundo convulso, el autor reivindica una nueva especie de compromiso "materno" en una sociedad dominada por "solteros sin imaginación". Su diagnóstico es que vivimos en una especie de Esparta global donde se han borrado los confines entre lo público y lo privado y donde los niños son educados "darwinianamente" en la vasta franja abierta entre la escuela y la familia, "instituciones reducidas a la mínima expresión por el capitalismo". En ese contexto, el tiempo de la narración ha desaparecido de nuestras vidas: "La única alternativa existente a la falta de tiempo es el consumo, del que son víctimas también los padres. La escuela no puede corregir lo que el mundo deshace fuera", concluye. Y como ejemplo se fija en el mensaje de una marca deportiva que dice: Just do it. "Eso puede sugerir lo mismo que compres un coche o que vueles las Torres Gemelas". -

Caballo de Troya. Madrid, 2007. 352 páginas. 11,54 euros. Capitalismo y nihilismo. Dialéctica del hambre y la mirada. Akal. Madrid, 2007. 272 páginas. 15,60 euros.

Santiago Alba Rico. Leer con niños.

Santiago Alba Rico.
Santiago Alba Rico.BERNARDO PÉREZ

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