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Entrevista:John H. Elliot

"El pluralismo religioso favoreció a los ingleses en América"

José Andrés Rojo

Un perspicaz notario extremeño, convertido en colonizador y aventurero, y un antiguo corsario manco de Limehouse, en el condado inglés de Middlesex. Ochenta y siete años separan ambas expediciones, dirigidas respectivamente por Hernán Cortés y el capitán Christopher Newport, que pusieron los cimientos de los imperios de España y Gran Bretaña en el continente americano".

Con estas palabras empieza el último libro de John H. Elliott (Reading, 1930), uno de los grandes hispanistas y profundo conocedor de la España que dominó gran parte del mundo y luego se precipitó en una larga decadencia. "La idea de comparar el desarrollo de dos grandes imperios a lo largo de tres siglos permite abordar desde una nueva óptica lo que ocurrió entonces viendo las semejanzas y las diferencias entre uno y otro en aspectos tan distintos como la conquista, la colonización, el tratamiento de las poblaciones indígenas, el tipo de sociedad, los procesos de independencia", comenta a propósito de Imperios del mundo atlántico. España y Gran Bretaña en América (1492-1830), que acaba de publicar Taurus. "El gran problema surge cuando se analiza el pasado con la mirada del siglo XXI. Un estudio sistemático que atienda al desarrollo paralelo de los dos grandes imperios permite comprender mejor el contexto y conocer por qué las cosas sucedieron como sucedieron".

"En Estados Unidos la rebelión de los colonos frente a los ingleses contó con la colaboración de franceses y españoles"
"En las regiones de la América hispana la solidez del catolicismo impidió que las distintas sociedades pudieran renovarse"
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PREGUNTA. ¿Cuál fue el elemento esencial que presidió ambas aventuras?

RESPUESTA. La religión. Pero ahí empiezan las diferencias. La expedición de Newport tiene lugar más de 80 años después que la de Cortés, y durante ese tiempo en Europa se ha consolidado la Reforma protestante. Los ingleses leen directamente la Biblia y surgen diferentes corrientes, con lo que trasladan a América un pluralismo religioso que no se da en el ámbito hispánico, donde no existe un pensamiento monolítico pero en el que se impone la Iglesia de forma rotunda. Un dato: en 1700 hay ya 20 obispos en la América hispánica; en la inglesa, al primero se lo nombra después de la independencia.

P. ¿Qué otros efectos produjo ese pluralismo religioso?

R. Gracias a la Reforma se consolidó en Europa el Parlamento inglés. Y eso tiene su traslación a América: los colonos forman muy pronto (en Virginia, en 1619, por ejemplo) asambleas representativas donde dirimir sus diferencias. Los Reyes Católicos, en cambio, no quieren exportar las Cortes al Nuevo Mundo. La conquista de México coincidió con la rebelión de los comuneros y querían evitar que las instituciones representativas se hicieran fuertes allí. Buscaron otras formas, como los cabildos municipales, que ejercieron el poder político de manera mucho más autoritaria.

P. ¿Qué importancia tuvo que el reto de colonizar América fuera en el caso español subvencionado por la monarquía y en el caso inglés por empresas particulares?

R. Era forzoso que los ingleses pudieran satisfacer las exigencias de los accionistas. De ahí la búsqueda frenética de recursos naturales, pero no encontraron ni oro ni plata. Sólo más adelante se sirvieron de las plantaciones de tabaco. La iniciativa privada existió también en el caso español: la colonización de Venezuela fue costeada por empresarios privados, pero fracasó. Lo que de verdad marca la diferencia es el intervencionismo constante de la Corona en la América española. Debía ocuparse de la explotación de las minas, de su vigilancia, del transporte. Las minas de plata de Zacatecas y Potosí generaron tal riqueza que toda la economía española giró alrededor de la plata.

P. ¿Qué momentos fueron decisivos en la historia de América durante esos tres siglos?

R. La guerra de los Siete Años (1756-1763) fue muy importante, y en ella Gran Bretaña derrotó a Francia y destruyó su imperio en América del Norte. Para que la aventura colonial no resultara tan gravosa, la metrópoli intentó que se subvencionara en la propia colonia con los impuestos. También éstos subieron en la zona española con la llegada de Carlos III al poder. Entre 1773 y 1783 se desencadenó la gran rebelión en la América inglesa. Al mismo tiempo (17801781) se produjeron las revueltas de Tupac Amaru y Nueva Granada.

P. Una triunfa y las otras fracasan, ¿por qué?

R. En Estados Unidos la rebelión de los colonos frente a Gran Bretaña cuenta con la colaboración de franceses y españoles. Las de Tupac Amaru y Nueva Granada son gestos aislados, sin apoyos de ningún tipo. La cuestión racial también es importante. En ambas revueltas el fuerte componente indigenista asusta a los criollos, que terminan por considerar un mal menor seguir dependiendo de la Corona española que hacer frente a las reivindicaciones indígenas que se les pueden ir de las manos.

P. ¿Cómo surge la necesidad en América de defender una identidad propia frente a Europa?

R. Para diferenciarse de los indios y de los esclavos, los ingleses y españoles que llegaron a las colonias querían ser ante todo más ingleses y españoles que los de las madres patrias. Con el tiempo, sin embargo, y por mucho que fuera el poder que tuvieran en América, descubrieron que los hombres de Inglaterra y España los seguían mirando por encima del hombro. No existía la paridad entre unos y otros, y eso reforzó el sentido de identidad de los americanos, y en un momento empezaron ellos mismos a llamarse así: americanos.

P. ¿Cuánto hay de verdad en la leyenda negra y cuánto en el afán de los ingleses de no mezclarse con los indios?

R. Hubo muchas atrocidades y crueldad durante la conquista de la América española, como ocurre en toda conquista por otro lado, pero también es cierto que la difusión que de los horrores hizo Bartolomé de las Casas les vino muy bien a los protestantes para sus fines políticos. Nunca se ve bien a una superpotencia, hay envidias y odios, y se subrayan las maldades que comete. En cuanto a la mezcla con los habitantes de América, no hay que olvidar que los ingleses se encontraron con poblaciones dispersas y poco densas. Aun así, buscaron el camino de la segregación: no hubo matrimonios mixtos, no hubo cohabitación. Temían que se produjera, al entrar en contacto con esos pueblos que consideraban bárbaros, una degeneración cultural. Tal vez ese afán de conservar su pureza fuera una herencia de la colonización de Irlanda, donde tampoco hubo mezcla. Los españoles, en cambio, facilitaron la integración y hubo todo tipo de matrimonios mixtos.

P. Max Weber ha asociado el desarrollo del capitalismo con el espíritu protestante, ¿fue así en América?

R. No estoy muy de acuerdo con esta teoría. En México y Perú hubo, vinculados a las minas, grandes empresarios muy emprendedores y capaces. Fue más bien la política exterior de la Corona española la que impidió que el desarrollo económico no tuviera éxito. Permitió que todo girara alrededor de la plata cuando su transporte resultaba extremadamente gravoso. Gran Bretaña, al no disponer de un recurso tan valioso, no tuvo más remedio que diversificar su economía. El pluralismo religioso favoreció a los ingleses en la medida en que impulsó la competencia y generó nuevas iniciativas. En la América hispana, la solidez del catolicismo impidió que las sociedades pudieran renovarse. La industrialización, por otro lado, más que del espíritu protestante dependió de la riqueza de las minas de carbón de Inglaterra.

P. ¿Fueron los piratas muy nocivos para la economía española?

R. No sólo influyeron sus ataques a los barcos cargados de metales preciosos, también pesó su capacidad para comerciar con todo tipo de mercaderías. Se hicieron fuertes en Jamaica y desde allí, con la connivencia de muchos gobernadores, llenaron de productos de lujo los mercados de la América española y satisficieron así a los criollos enriquecidos.

P. Empezó su libro con Cortés y Newport, que iniciaron la conquista, ¿qué opina de Washington y Bolívar, que dirigieron la lucha de la independencia?

R. Tenían en común su determinación y persistencia en medio de los desastres, su capacidad para sobrevivir y triunfar. Lo que los diferenció fue su olfato para retirarse. Washington gobernó ocho años después de conseguir la independencia y se fue a casa. Bolívar se empeñó en construir un nuevo gran país con las naciones que se liberaran de España, pero fue incapaz de impedir la fragmentación.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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