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Reportaje:

38 días bajo el Kaláshnikov

José Cendón y Colin Freeman relatan su cautiverio en Somalia: quiénes les secuestraron, las amenazas de muerte y los juegos con los piratas

Natalia Junquera

-"¡Mierda!", susurró José Cendón

-"¿Hay algo que podamos hacer, José?", preguntó Colin Freeman.

Cendón no contestó. Para entonces, encañonados por los Kaláshnikov de los guardaespaldas que ambos habían contratado para intimidar a los piratas, Cendón y Freeman sabían ya que aquellos ocho hombres debían haber hecho cuentas -dos periodistas europeos valían mucho más que los 20 dólares que les pagaban al día- y que ya no subirían al avión de vuelta a casa que debían coger ese mismo día tras haber terminado un reportaje para el Daily Telegraph sobre la piratería en Somalia.

Los guardaespaldas les subieron en la parte de atrás de una camioneta y les taparon con una chaqueta verde. Freeman, intentó hablar con sus captores, que le respondieron presionando su nuca con un Kaláshnikov, según explicó al Daily Telegraph. Intentó marcar el número de su periódico en el móvil que llevaba en el bolsillo trasero del pantalón, pero se lo quitaron antes de poder hacerlo. Pensó en provocar un accidente -"mejor tratar de escapar aquí, que en mitad de ninguna parte"-, pero desistió. Por su cabeza danzaron las caras aterrorizadas de algunos colegas secuestrados en Irak en los vídeos grabados por sus secuestradores. Freeman y Cendón empezaron a pensar aquel 26 de noviembre de 2008 en sólo una cosa: cuánto duraría aquella pesadilla.

Fueron apresados por los que habían contratado para que les protegieran
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"Nunca llegué a temer por mi vida", relató a EL PAÍS José Cendón. "Nos encañonaron y alguna vez incluso simularon que ejecutaban a Colin, pero sabíamos que era una pantomima". Cendón, de 34 años, curtido fotoperiodista en zonas de conflicto, sabía perfectamente el suelo que pisaba. Conocía la hoja de ruta de sus captores: que pedirían un rescate -algunas fuentes hablan de más de 200.000 dólares- y que, probablemente, se lo darían. "Pero lo sentía por mi familia, por cómo lo estarían pasando. Era mi principal preocupación".

Los secuestradores condujeron durante media hora por caminos desiertos hasta que pararon en las faldas de las montañas. "¡Imshi!" (caminad), gritaron. Cendón y Freeman obedecieron durante 12 horas con pequeños descansos, atravesando "el lugar más duro, estéril y vacío del planeta". Cendón llevaba unas buenas botas de montaña. Freeman sólo un par de chanclas. Finalmente, llegaron al pico de una montaña. Ambos periodistas pasarían los siguientes 38 días en cuevas inhóspitas, durmiendo en el suelo, apenas cubiertos por una manta. "Los piratas eran cada día diferentes: los había jóvenes, viejos... El día que menos hubo eran ocho, y el que más, unos cincuenta", relata Cendón. El líder de los secuestradores se llama Moussa y según explicó el embajador español en Kenia, Nicolás Martín Cinto, hombre clave en la liberación de los dos periodistas, pertenece a los wargsabi, uno de los tres clanes de piratas que reinan en Somalia. Su lugarteniente, Yusuf, guardaba en su mochila un Corán y varias granadas de mano.

"Ellos no hablaban inglés y nosotros no hablábamos somalí, pero nos entendíamos por señas. En general, nos trataron bien. Comíamos arroz y cabra", recuerda Cendón. Una dieta mucho más saludable que la habitual, bromea Freeman, quien, pese a todo, confesó haber vuelto a fumar durante el cautiverio. El día de Navidad, sus captores les obsequiaron con un menú especial: cabra asada y tres cigarrillos extra.

Para pasar el rato, Cendón y Freeman construyeron un ajedrez con restos de trozos de carbón que sus secuestradores utilizaban para cocinar. "Los piratas les miraban como si estuvieran locos, porque no tenían ni idea de lo que estaban haciendo", relató Julia Cendón, hermana del fotógrafo, al que fue a buscar a Kenia tras su liberación, el pasado domingo. "Al parecer, los secuestradores organizaban juegos de saltos, carreras, flexiones y cosas así. Un día, José les preguntó si podían jugar y les dijeron que sí". Los piratas también se aburrían.

Les movían continuamente de una cueva a otra para evitar encontrarse con bandas rivales. "En Somalia hay tres clanes, pero unos mil subclanes, todos peleados entre ellos. Ninguno tiene pretensiones políticas o ideológicas. Son clanes de naturaleza puramente delictiva", explicó a este diario el embajador español en Kenia. "Se mueven por el olor del dinero y no me extraña que se acercaran para intentar sacar parte del botín", aclaró Martín Cinto.

En una ocasión uno de esos grupos rivales se enfrentó a tiros con los piratas. Que otra banda intentara secuestrarles de sus propios secuestradores fue una de las principales preocupaciones de los periodistas. Eso, y que las negociaciones se prolongaban más de lo esperado. Las cooperantes secuestradas a finales de 2007 en Somalia fueron liberadas una semana después y los marineros del Playa de Bakio, a los seis días. Cendón y Freeman estuvieron retenidos durante más de un mes. 38 días angustiosos días en los que los piratas les sometieron varias veces a la tortura psicológica de anunciarles una liberación que finalmente nunca llegaba por peleas entre los secuestradores.

Finalmente, el teléfono sonó a las 13.30 horas del pasado sábado, minutos después de otra comida a base de cabra. Uno de los captores entró en la cueva donde retenían a Cendón y Freeman y le pasó el aparato al periodista británico. "Esta vez las cosas parecían diferentes", relató Freeman al Daily Telegraph. "Moussa puso una mueca rara y pronunció dos palabras en un mal árabe, el único idioma común que tuvimos: "Al yom", dijo, que significa "hoy". Hacía sólo una semana habían recibido una promesa similar, pero aquella fue la definitiva. A la mañana siguiente, los piratas recogían sus cosas, borraban todas las huellas de su estancia en la cueva y abandonaban la montaña.

Durante el trayecto, les sorprendió un tiroteo, que resultó ser la señal para que se acercara otro grupo de diez piratas equipado con un lanzagranadas. Les condujeron en un todoterreno hasta que entregaron a Cendón y Freeman a un grupo de ancianos de un clan, los intermediarios para la entrega final. Tres horas después, eran libres. "Ha adelgazado un poco, pero no le ha venido nada mal porque estaba un poco gordito", bromeaba Julia Cendón al teléfono desde Nairobi, después de haber visto a su hermano. Era la prueba de que el secuestro estaba casi superado. Esa, y que el fotógrafo estaba deseando volver al trabajo. "Quiero pasar por mi casa en Addis Abeba para recoger algunas cosas. Luego ir a casa para que mis padres vean que estoy bien y regresar cuanto antes a la vida normal", relató Cendón. "Mis padres lo llevan peor, pero entienden que a él lo que le gusta es andar por ahí. Lleva esto en la sangre", se resignaba Julia, que durante 38 días mostró orgullosa a todo el mundo las fotografías de José Cendón, espectaculares instantes, inaccesibles para la mayoría, y algunos de ellos premiados con prestigiosos galardones como el World Press Photo.

Los periodistas Colin Freeman (izquierda de la imagen) y José Cendón el pasado 4 de enero, tras ser liberados en Somalia.
Los periodistas Colin Freeman (izquierda de la imagen) y José Cendón el pasado 4 de enero, tras ser liberados en Somalia.AFP

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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