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ETA reivinca el atentado

«Acabábamos de empezar a comer cuando oímos varios tiros; nos abalanzamos a la ventana y vimos en la acera, al borde del coche, el cuerpo ensangrentado de mi padre. Dos de mis hermanos bajaron inmediatamente a la calle, mientras los demás atendíamos a mi madre», nos declaró Juan María, hijo mayor de Juan María de Araluce y Villar, presidente de la Diputación de Guipúzcoa, horas después de producirse el atentado que costó la vida al presidente y sus cuatro acompañantes.

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En el momento de transmitir esta información el cuerpo sin vida del señor Araluce era velado en la capilla ardiente instalada en el salón del Trono de la Diputación por sus familiares y altas autoridades de la provincia, al igual que los cadáveres de sus acompañantes, Alfredo García (conductor), Francisco Sanz y Antonio Palomo (subinspectores de policía), cuya capilla ardiente fue instalada en la sede del Gobierno Civil. José María Elicegui, el otro conductor, moriría a las once y veinte de la noche.Tres horas y media después de producirse el atentado, sendas llamadas anónimas a la emisora La Voz de Guipúzcoa y al diario La Voz de España reivindicaban para ETA-V Asamblea Militar el asesinato del presidente de la Diputación y tres personas de su escolta. A última hora de la noche, ETA-V Asamblea lo reivindicaba oficialmente desde Bayona (Francia).

El atentado se produjo entre las dos y cuarto y las dos y veinte de la tarde cuando Juan María Araluce y Villar regresaba a su domicilio para almorzar tras una jornada habitual de trabajo en la Diputación. El presidente se retrasó un poco más de lo acostumbrado en su despacho, debido a que a última hora había concedido una entrevista al periodista del Correo Español-El Pueblo Vasco, Fernando Pescador.

Menos de 800 metros separan el edificio de la Diputación, en la céntrica plaza de Guipúzcoa, del domicilio del señor Araluce en la avenida de España número 9. Cuando el coche oficial del presidente, un Seat 132 matrícula de San Sebastián 9623-E, ocupado por él mismo y el chófer al que seguía el coche de escolta, un R- 12 verde, matrícula SS-7228-E, en el que viajaban el conductor y dos subinspectores de policía, aparcó frente a la puerta del domicilio del señor Araluce, éste abrió la puerta para apearse.

En ese momento, tres individuos jóvenes que se encontraban bajo la marquesina instalada al lado del portal del presidente, aparentemente esperando el autobús -y que posteriormente, varios testigos han reconocido que estuvieron merodeando en la zona y sentados en un banco cercano- dispararon al mismo tiempo sus metralletas sobre ambos coches. Por los casquillos encontrados posteriormente -noventa exactamente- se calcula que hicieron un centenar de disparos.

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El presidente, señor Araluce, quedó mortalmente herido sobre la acera, con siete impactos de bala -uno en la pierna y seis en el abdome y el tórax-; y el conductor de su automóvil, José María Elicegui Díez, 25 años -que cumplía este cometido desde hace pocos meses, pues había sustituido al anterior conductor, recientemente jubilado- recibió dos impactos de bala en la cabeza. El señor Elicegui moriría a las once y veinte de la noche, tras ser sometido a varias transfusiones de sangre.

En el otro automóvil, el chófer, García González, 29 años, policía armada de servicio en el Parque Móvil, resultó muerto en el acto a causa de los impactos recibidos; el subinspector de policía, Luis Francisco Sanz Flores, 25 años, quedó gravísimamente herido, así como su compañero el también subinspector Antonio Palomo, 24 años.

Los autores de los disparos salieron corriendo hacia la calle Echaide esquina a la misma avenida de España, donde les esperaba un coche marca Simca 1.200, de color blanco, matrícula de Bilbao. cuyos primeros números eran 180... conducido por otro individuo. Los cuatro jóvenes emprendieron veloz huida en el vehículo por la calle Echaide, y en dirección prohibida hacia la plaza de Guipúzcoa.

(Posteriormente pudo saberse que la matrícula era falsa, ya que corresponde a otro vehículo cuyo dueño justificó su estancia lejos de los hechos).

Al escuchar los disparos, la mujer del señor Araluce, MaríaTeresa Letamendia, y sus hijos que se hallaban comiendo, se asomaron a la ventana y de inmediato dos de los hijos bajaron corriendo, (la familia Araluce vive en un quinto piso-

El segundo de los hijos, al comprobar el estado de su padre y el de sus acompañantes se puso al volante del propio coche oficial ametrallado y condujo a su padre y al chófer a la residencia sanitaria de la Seguridad Social Nuestra Señora de Aránzazu. El presidente llegó con vida y fue introducido de inmediato en un quirófano para ser intervenido. El señor Araluce murió a las 3.20 -una hora después de cometido el atentado- en el curso de la operación. El chófer moriría a las once y veinte.

Su chófer, José María de Elicegui, que presentaba dos impactos de bala en la cabeza, se encontraba en el momento de escribir esta crónica sometido a transfusiones de sangre (las emisoras de radio pidieron durante toda la tarde sangre del grupo A para atender las transfusiones) y su estado era calificado de crítico.

Los dos policías y el chófer de la escolta fueron trasladados posteriormente en ambulancias al Hospital Provincial, donde ingresaron cadáveres.

El obispo de San Sebastián, monseñor Jacinto Argaya se trasladó a la residencia sanitaria donde rezó un responso ante el cadáver. A las 6.30 fueron trasladados los restos del señor Araluce al palacio provincial en cuyo salón del Trono se instaló la capilla ardiente. Poco después los cuerpos de los tres policías de escolta eran conducidos al Gobierno Civil donde se instaló la capilla ardiente. Numerosas personas acudieron durante toda la tarde y a las ocho de la tarde, con el salón rebosante de gente, se celebró una misa corpore insepulto.

El ambiente a media tarde en la capital donostiarra era de tensa expectación y en la propia avenida de España, donde se efectuó el atentado, númerosas personas comentaban en corrillos el trágico suceso. Poco después de las ocho de la tarde, la policía efectuó un registro exhaustivo en el Barrio Viejo, desalojando a la gente de sus casas, así como a los espectadores de los cines del citado barrio, lo que hace pensar que la policía sospechaba que los presuntos autores se refugiaron en esta típica zona donostierra.

Simultáneamente, se extremaron las medidas de vigilancia en las carreteras guipuzcoanas y en la zona fronteriza para tratar de localizar a los autores. Se montaron puestos de control en todas las salidas de San Sebastián y en la frontera de Irún fueron movilizadas todas las fuerzas, que establecieron severos controles a aquellas personas con intención de cruzar a Francia.

Hoy está previsto un funeral a las cinco y media de la tarde en la iglesia catedral del Buen Pastor por las cinco víctimas, y a la misma hora se celebrará el entierro de Juan María Araluce en el cementerio de San Sebastián, tras una misa corpore insepulto en la capilla de San Ignacio.

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