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Columna
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Agresiones tácticas

El entrenador del Real Madrid ha introducido un aspecto novedoso en cuanto a los métodos para desgastar al adversario. La forma clásica de desactivar al o a las figuras del equipo rival consistía en utilizar un secante con entradas al límite, procurando que el árbitro tardase en sacar la tarjeta. Ahora el procedimiento es más sofisticado. En el partido contra el Barcelona, el marcador, Sergio Ramos, sólo intervino al final en la ronda de entradas con impacto que se sucedieron sobre Messi en lugares anodinos del campo y de manera en apariencia casual, relevándose los infractores, hasta que el argentino quedó literalmente macerado. Frente al Athletic la solución fue aún más imaginativa. A los dos minutos, en un salto irrelevante, Lass golpea con fuerza en la cara al contrincante. ¿Absurdo? En Liverpool el Madrid se hubiera quedado con 10 hombres, pero aquí valía la pena arriesgarse dada la actitud reverencial de algunos árbitros ante el equipo blanco. Así que de inmediato, segundo acto, con un codazo de Huntelaar, siempre en el centro del campo, sin sentido alguno, que si no recuerdo mal lleva al atlético a la banda. Ninguna sanción. Iraola ha protestado: tarjeta. Entrada dura como respuesta de Koikili: nueva tarjeta. En ocho minutos, la provocación premeditada ha dado sus frutos: el asalto inicial del Athletic quedó roto, premiado el recurso a la intimidación física y sus dos laterales, lastrados por las amarillas. Por no hablar de la pérdida de brújula del árbitro. Todo hubiera sido innecesario por la diferencia de calidad entre un equipo hipermillonario y otro mediocre. Pero así fue más fácil. Sólo que no hubo partido.

El PNV está ofreciendo un recital de cómo ensayar todos los medios posibles para deslegitimar un proceso electoral ejemplar

No es el fútbol el único espacio donde en estos tiempos vienen empleándose las agresiones tácticas, al inicio de un proceso, con el propósito de desvirtuarlo. Sin salir de tierra vasca, Ibarretxe y el PNV están ofreciendo un verdadero recital de cómo ensayar todos los medios posibles para deslegitimar un proceso electoral ejemplar, realizado de acuerdo con unas normas que ellos mismos establecieron. Y de este modo para amenazar con una desestabilización, a la cual contribuiría encantada la izquierda abertzale, en el papel de punta de lanza de eventuales movilizaciones. Las declaraciones de Urkullu y de Ibarretxe encuentran respaldo en una Euskal Telebista dispuesta día a día a confirmar las críticas de Basagoiti. Ni sombra de una información o de una opinión equilibradas. Las falsas evidencias se repiten una y otra vez. Ante todo, el PNV ha ganado las elecciones, olvidando que ganar es obtener, conquistar, y quedar primero puede ser otra cosa: me hubiera gustado escuchar la respuesta de Fraga si Touriño le felicita en 2005 por ganar las elecciones gallegas. Pero en Euskadi, Ibarretxe insiste en haber ganado y en protestar porque Patxi López no le felicitó. Y la insistencia hace mella. Consecuencia: aunque los números lo permitan por el artículo 33 del Estatuto, estamos ante un fraude a la voluntad del "pueblo vasco", que para la ocasión vuelve a fundir en la denominación sagrada a nacionalistas democráticos, radicales y filo-etarras. "La mayoría es abertzale", concluye Ibarretxe, por lo cual se propone en cualquier caso seguir gobernando Euskadi. Claramente, si la democracia representativa no confirma el poder natural que corresponde al nacionalismo y abre paso al "frente españolista", ha de ser cancelada. Se trata de machacar que no habrá investidura, sino usurpación.

También la Iglesia se suma al recurso a la agresión preventiva, ante la próxima revisión de la ley sobre el aborto. Para nada le interesa el contenido del proyecto de ley, del mismo modo que a Ratzinger nada le preocupa que la omisión de preservativo dispare los casos de sida. En este pontificado, los problemas de las mujeres y de los hombres reales tienen poco peso ante la exigencia de afirmar la primacía de la Iglesia. A nuestros obispos no les importa que la mayor precisión de la nueva norma permita evitar la inseguridad y las tragedias del periodo anterior. Y su respuesta no es sino la agresión, conforme puede apreciarse en el terrible cartel donde la protección del pequeño lince es contrastada con el presunto asesinato de un niño encantador, como si éste fuese equivalente a la célula producto de la fecundación o al feto de unas semanas.

Un poco más y recuperamos la crucifixión del Santo Niño de la Guardia, ahora por los abortistas. Todo vale con tal de satanizar de antemano el procedimiento democrático. Dicho en otros términos, empujando al PP a las cavernas, que haya bronca pero no partido.

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