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ELECCIONES 2008 | Campaña electoral
Columna
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Apuesta arriesgada

En las elecciones del próximo 9-M no está en juego solamente qué partido va a tener la mayoría parlamentaria y va a estar en condiciones de formar gobierno -porque, se diga lo que se diga, el partido que tenga mayoría parlamentaria será el que formará Gobierno-, sino que está en juego algo más. Y está en juego algo más, porque así lo ha querido el PP, que ha hecho una apuesta sumamente arriesgada.

El PP no pretende simplemente que el 9-M los ciudadanos le den la victoria sobre el PSOE y le permitan formar Gobierno, sino que lo que pretende es que los ciudadanos confirmen su tesis, avanzada y nunca rectificada desde el comienzo de esta legislatura, de la falta de legitimidad del Gobierno socialista, porque las elecciones del 14-M no se ganaron de manera limpia. La tesis del PP es que José Luis Rodríguez Zapatero no debería haber sido presidente del Gobierno, que el proyecto de dirección política del país que se debería de haber continuado poniendo en práctica era el del PP que se inició en 1996 y que todavía tenía recorrido para varias legislaturas. Fue el atentado del 11-M el que quebró la continuidad de ese proyecto y el que permitió que el PSOE recuperara el Gobierno. El resultado ha sido un desastre. Un Gobierno formalmente legítimo, pero que materialmente no lo es, es el que ha estado dirigiendo el país. Ésta es una anomalía histórica que tiene que ser cancelada. Y esto es lo que, en su opinión, deben hacer los ciudadanos el 9-M.

Lo que el PP le está pidiendo a los ciudadanos es que hagan suya la tesis de la falta de legitimidad del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y que lo degrade a la condición de un paréntesis en la historia de la democracia española, con lo cual se justificaría además una acción de gobierno revisora de lo que en estos cuatro años se ha hecho. De todo lo que se ha hecho. La acción de gobierno de esta legislatura no debería haber tenido lugar. Cuanto más pronto se rectifique mejor. Ésta es la apuesta del PP.

Obviamente, si la apuesta le sale bien, lo que el PP ganaría sería mucho más que recuperar el Gobierno. Pondría al PSOE en una posición prácticamente imposible para bastante tiempo. La mancha de ilegitimidad no se borra fácilmente. La dirección actual socialista quedaría prácticamente inhabilitada para hacer política, reabriéndose la crisis de sucesión de Felipe González que se cerró con la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la Secretaría General. Por eso digo que no es el Gobierno de la nación lo que está en juego. El PSOE quedaría retrotraído al año 96.

Ahora bien, en el caso de que la apuesta no le salga bien, el coste para el PP no sería menor. Una acusación de falta de legitimidad, si no es confirmada por el cuerpo electoral, que es el único dispensador de legitimidad aceptable y aceptado, se vuelve contra quien la formula. No sería José Luis Rodríguez Zapatero y su Gobierno el paréntesis en la historia democrática de España, sino que lo sería Mariano Rajoy y la dirección del PP en su conjunto.

Si el PP no consigue ganar las elecciones, sería su relato de lo que ha ocurrido en España en estos últimos veinte años, esto es, los que van desde la refundación de AP como PP en el Congreso de Sevilla hasta hoy, el que quedaría arruinado. El relato del PP descansa en el agotamiento del programa socialista tras las cuatro legislaturas de Felipe González y en la vigencia del programa alternativo formulado por la derecha española bajo la dirección de José María Aznar. Programa de largo aliento, que quebró por el 11-M, pero no porque no fuera el que la sociedad española necesita. De ahí la necesidad de cerrar el paréntesis Zapatero. La elección de Mariano Rajoy sería simultáneamente la reivindicación de José María Aznar y de su pretensión de haber puesto en pie un programa de gobierno para España que iría mucho más allá de sus años en La Moncloa.

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Si los ciudadanos no deciden que José Luis Rodríguez Zapatero es un paréntesis, será este relato el que quedará degradado a la condición de espejismo. Será Mariano Rajoy el que se habrá convertido en un paréntesis insignificante en la historia de la derecha española y quedará reducida a su condición de mero presidente del Gobierno durante dos mandatos la figura de José María Aznar. El PP se quedaría sin dirección política y sin programa en el sentido fuerte del término. La derrota del PP le tiene que conducir a una suerte de refundación, como la que hicieron a finales de los ochenta.

Ésta es la razón por la que las elecciones se están viviendo con mucha angustia. Tanto en el PSOE como en el PP. Y como consecuencia de ello, también, aunque con menor intensidad, en la sociedad española. Unas elecciones no deberían plantearse nunca en términos de legitimidad, porque la legitimidad debe presuponerse y no ser siquiera sometida a discusión. Pero esa ha sido la apuesta del PP.

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