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La marcha de un ministro polémico

Caamaño o el afán por el acuerdo

Federalista convencido, buscó encajar en la Constitución los nuevos Estatutos

Poco antes de terminar la primera legislatura del PSOE, en enero de 2008, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, había pensado en Francisco Caamaño como un futuro miembro de su gabinete si ganaba las elecciones. En cuatro años de gobierno, el presidente había comprobado la altísima cualificación de Caamaño como jurista en más de 100 leyes, desde la Secretaría de Estado de Relaciones con las Cortes.

Ganadas las elecciones, siguió pensando en este gallego de Cee (A Coruña), de 46 años, casado y con dos hijas, catedrático de Derecho Constitucional y ex letrado del Tribunal Constitucional. Pero no le cuadró su inclusión en el gabinete y le dejó con la misma responsabilidad, aunque le cambió el nombre para elevar su perfil: secretario de Estado de Asuntos Constitucionales y Parlamentarios, dependiente de la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega. Pero el presidente, de manera directa, también le hacía encargos y le preguntaba por la marcha de los Estatutos.

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A Caamaño no se le conocen enemigos en el Parlamento. Todos los portavoces políticos le respetan y reconocen su afán por el acuerdo y la habilidad para encontrar fórmulas de consenso. "Es autor de formulaciones en los Estatutos que pasarán a la historia", señalan quienes le vieron actuar. "Se trataba de hacer constitucional lo que venía inconstitucional de los parlamentos autónomos, con fórmulas que no ofendieran a las asambleas autonómicas", señala un portavoz. Así, detrás de un artículo en el que una comunidad se arroga la competencia total, Fran, como todos le conocen, lograba añadir fórmulas que lo ceñían a la Constitución. Ahora estaba enfrascado en buscar una solución al Estatuto de Castilla-La Mancha.

Su capacidad negociadora no tiene límites, desde la proposición más inofensiva hasta leyes orgánicas de calado, buscando siempre la fórmula que pueda satisfacer a más grupos. Como negociador de seis Estatutos de Autonomía, suele explicar en sus conferencias que las cosas han cambiado. El diálogo, cuenta Caamaño, ya no es entre el PSOE y el PP, como ocurrió con los primeros estatutos. Ahora es entre dos legitimidades democráticas: las comunidades autónomas y el Estado. Para él es un ejemplo de consolidación del modelo de Estado. Un buen ejemplo de esto es que de momento sea imposible el acuerdo en torno al Estatuto de Castilla-La Mancha.

Este catedrático de Derecho Constitucional tiene una concepción federal de España. Y así se lo decía el año pasado a los alumnos del curso de verano de El Escorial. "España es un Estado federal", dijo literalmente entonces. "Es la única forma de explicarlo fuera de España. La Constitución no utiliza esa palabra, pero la descentralización es igual que en un Estado federal", explicaba con naturalidad a los estudiantes.

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