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Columna
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Capitán, mande firmes

El día de su toma de posesión escuchamos la voz de la nueva ministra de Defensa, Carme Chacón, desde el podio diciendo aquello de "capitán mande firmes", después de haber pasado revista a las fuerzas que le habían rendido honores de ordenanza. La fotografía de ese momento ha dado la vuelta al mundo sin otro mérito inicial que el de la rareza. Porque, según la ley de la gravitación informativa, que tengo enunciada en estas páginas, la noticiabilidad de un hecho es directamente proporcional a su coeficiente de rareza o si se prefiere a su improbabilidad. El impacto mediático inicial se ha sostenido con la visita girada de inmediato al contingente militar español desplegado en Afganistán pero tiene fecha de caducidad. En su día nacerá felizmente la criatura en gestación y después de las imágenes felices parece que prevalecerá el juicio sobre la eficiencia en el desempeño del cargo.

Sucede que cuando los militares no se sublevan, tienen por norma obedecer y hacerlo con disciplina

Bien dijo saberlo la ministra, que ayer se sumó a la presentación del libro sobre La transición militar. Reflexiones en torno a la reforma democrática de las fuerzas armadas, escrito por el ex ministro Narcís Serra y editado por Debate. Carme Chacón, ajena al deslumbramiento de la interminable ceremonia de los flashes que la acompaña, contrapuso la escena de su bautismo mediático al tomar posesión con la verdadera trascendencia que tuvo la llegada del recién investido presidente del Gobierno Felipe González para presidir la conmemoración de la Patrona de Infantería el 8 de diciembre de 1982, en la división acorazada número 1 acuartelada en El Goloso. Más aún si se recuerda que pocos días antes había sido asesinado por ETA su comandante el general Lago. Aquel desfile ofrecía por primera vez la imagen plástica de la obediencia de las Fuerzas Armadas al poder constitucional.

La ministra hizo un cumplido reconocimiento a la tarea decisiva del presidente González, que oficiaba también en la presentación del libro citado, y de las empeñadas por su compañero y antecesor en la cartera Narcís Serra. Luego dejó la impresión de seguir impregnada de los descubrimientos de estos primeros días en el Ministerio de Defensa. Carme Chacón aseguró que en las misiones internacionales asignadas a las Fuerzas Armadas nunca se había producido un solo hecho del que debiéramos avergonzarnos y que su desempeño ejemplar proporcionaba motivos permanentes de satisfacción al conjunto de nuestra sociedad. Hace apenas unos días alguien ha querido resumir el poder como la capacidad de disponer de un margen para la arbitrariedad, pero las intervenciones de ayer permiten certificar que la verdadera experiencia del poder se obtiene mediante la comprobación de ser obedecido de inmediato. Y en parte alguna se verifica con más exactitud esa virtud que en las Fuerzas Armadas. Por eso el presidente Zapatero quedó marcado al inicio de su primer mandato cuando compuso aquella escena con la bandera, la vicepresidenta, el titular de Defensa y el Jefe del Estado Mayor para decir que había ordenado al ministro la retirada de nuestras fuerzas en Irak.

Sucede que los militares, mientras no se sublevan, tienen por norma obedecer y hacerlo con estricta disciplina y que quienes así son obedecidos suelen quedar hipnotizados por el asombro de esa respuesta. De ahí deriva también, por ejemplo, el aprecio que tras su primera victoria electoral de 1982 cobraron de inmediato los socialistas a la Guardia Civil, un cuerpo de naturaleza militar cuya principal hazaña es obedecer. Llegado su turno, el presidente González ponderó el intento de conceptualizar del libro, como corresponde a la voluntad académica de su autor pero emplazó a Narcís Serra a no demorar la publicación de sus memorias antes de que llegue la niebla. Todo un sabio consejo que también debería aplicarse quien se atreve a prescribírselo a los demás. González hizo reconocimientos varios y uno muy especial al general Emilio Alonso Manglano allí presente.

El repaso de la transición militar permite observar la ventaja de que en España la democracia naciera sin las deudas que la anticipada en Portugal contrajo con su propulsor, el Movimiento de las Fuerzas Armadas. También la importancia de los símbolos que sirven de referencia a las lealtades. La figura del general Manuel Gutiérrez Mellado, que impulsó el cambio de aquel orgullo de ejército vencedor, que sumía a otros compatriotas en la humillación de la derrota, a otro de nuevo cuño, que todos los españoles pudieran invocar sin humillación para conciudadano alguno, fue decisivo para que las Fuerzas Armadas de Franco pasaran a ser de España. El libro de Narcís Serra está escrito en diálogo con algunos tratadistas anglosajones pero olvida textos como Campo de Marte, de Rafael Sánchez Ferlosio, que resuelve la antinomia entre ejército ocupacional e institucional. Continuará.

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