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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Culminar la estrategia

Luis R. Aizpeolea

Ni José Luis Rodríguez Zapatero ni Alfredo Pérez Rubalcaba ni el inminente presidente del Ejecutivo vasco, Patxi López, lo dicen expresamente, pero trabajan en la clave de que ETA ha entrado en fase terminal. Esto explica que Rubalcaba haya activado la política penitenciaria y utilice a favor del Estado el último frente abierto en ETA y donde la banda es más vulnerable, el de los presos, por la carga emotiva que su situación tiene en la izquierda abertzale.

También explica que López vaya a aprovechar su presidencia para superar el principal déficit de la etapa de Ibarretxe, la deslegitimación social de ETA, convertida en objetivo prioritario, como fija el texto que la próxima semana firmarán el PSE y el PP vasco. Política penitenciaria y deslegitimación social de ETA, sobre todo, son el remate de la estrategia socialista en la lucha contra la banda.

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El sector disidente de ETA cuenta con el apoyo de la mayoría de los presos

Una estrategia continuada, recogida en el Pacto de Ajuria Enea, de 1988, cuyo cénit se logró hace tres años en estas fechas, con el inicio del proceso de fin dialogado del terrorismo. Cada vez está más reconocido que, aunque la iniciativa del socialista vasco Jesús Eguiguren fue un fracaso táctico, se convirtió en un acierto estratégico.

Sin el proceso de fin dialogado, la dirección de ETA no se hubiera retratado ante sus bases como lo que es, una banda sectaria y que ha hecho del crimen un objetivo en sí. El proceso mostró que la demanda de diálogo de ETA era una falsa coartada para mantener unidas sus bases. Por eso, hoy, tras romper ETA la tregua, la inmensa mayoría de la izquierda abertzale desea el fin del terrorismo y sólo el 1% apoya incondicionalmente a la dirección de ETA, operativamente más débil y socialmente más aislada que nunca. Su malestar ha llegado a los presos de ETA.

También la intransigencia y el sectarismo de ETA quedaron retratados, tras romper la banda la tregua de 2006, ante los países que la veían con cierta comprensión, como Suráfrica o Cuba, y organizaciones como el IRA. El apoyo exterior a ETA es hoy prácticamente nulo.

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Pero el proceso dialogado sirvió, también, para desmontar el mito de que el PNV tenía la llave del fin de ETA. Dicho proceso fue crucial para situar al PSE en la centralidad vasca, legitimar al Gobierno central en Euskadi y dar la llave del Gobierno vasco, por vez primera, a los no nacionalistas. La culminación de esta estrategia es la deslegitimación social de ETA en los medios públicos de comunicación, en el discurso y los gestos del nuevo Gobierno vasco, de la mano del PSE y del PP. Su logro supondría en la práctica el final del terrorismo.

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