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La visita del Papa

Discurso teológico

La homilía del papa Benedicto XVI en la misa celebrada en la plaza del Obradoiro fue una reflexión sobre la Europa que peregrinó a Compostela y las aportaciones que debe hacer la Iglesia hacia esta nueva Europa que en el último medio siglo, dijo, ha recorrido un camino de nuevas configuraciones y proyectos.

Según Benedicto XVI, la aportación central "se centra en una realidad tan sencilla y decisiva como esta: que Dios existe y que es él quien nos ha dado la vida. Solo él es absoluto, amor fiel e indeclinable, meta infinita que se trasluce detrás de todos los bienes, verdades y belleza admirables de este mundo; admirables pero insuficientes para el corazón del hombre. Bien comprendió esto Santa Teresa de Jesús cuando escribió: 'Solo Dios basta".

El Pontífice citó diversos pasajes de la Biblia para preguntarse: "¿Cómo es posible que se haya hecho silencio público sobre la realidad primera y esencial de la vida humana? ¿Cómo lo más determinante de ella puede ser recluido en la mera intimidad o remitido a la penumbra?". El Papa se respondió: "Los hombres no podemos vivir a oscuras sin ver la luz del sol (...), por eso es necesario que Dios vuelva a resonar gozosamente bajo los cielos de Europa; que esa palabra santa no se pronuncie jamás en vano; que no se pervierta haciéndola servir a fines que le son impropios".

En su discurso más teológico en los últimos tiempos, propugnó además que "Europa debe abrirse a Dios, salir a su encuentro sin miedo, trabajar con su gracia por aquella dignidad del hombre que habían descubierto las mejores tradiciones: además de la bíblica, también la de época clásica, medieval y moderna, de las que nacieron las grandes creaciones filosóficas, literarias y culturales de Europa".

"Dejadme que proclame desde aquí la gloria del hombre, que advierta de las amenazas a su dignidad por el expolio de sus valores y riquezas originarios, por la marginación o la muerta infligidas a los más débiles o pobres", agregó en lo que parecía una alusión al aborto.

Sin recordar los abusos cometidos en nombre de ese Dios, Benedicto XVI dijo: "La Europa de la ciencia y de la tecnología, de la civilización y la cultura tiene que ser la Europa abierta a la trascendencia y la fraternidad con otros continentes, al Dios vivo y verdadero desde el hombre vivo y verdadero".

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