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Larouche, excéntrico líder de una extraña secta derechista

Francisco G. Basterra

Lyndon Larouche es un excéntrico personaje que, después de pasar por el partido comunista, militar con los trotskistas y con movimientos radicales estudiantiles en los sesenta, se ha presentado tres veces a la presidencia de EE UU y afirma ahora que la reina Isabel de Inglaterra y la banca internacional están implicadas en el tráfico mundial de droga. Aunque para los observadores es difícil enmarcar a Larouche, que preside un extraño grupo político llamado Caucus Nacional de Comités Laboristas (NCLC), la impresión unánime es que se trata del líder de un movimiento de extrema derecha, que ha sido calificado por la ultraconservadora Fundación Heritage como "uno de los más extraños cultos de la historia de EE UU".Su grupo, que es más que un partido, ha sido definido como una secta por el secretismo de sus actividades y su disciplinada organización; saltó el pasado mes de marzo a la atención pública cuando dos candidatos de Larouche consiguieron ser elegidos en unas elecciones primarias demócratas en el Estado de Illinois. Unos 700 larouchistas, a menudo escondidos en denominaciones en las que aparecen como demócratas, para provocar confusión, son candidatos este año en elecciones estatales y locales. El Partido Demócrata se ha preocupado por este intento de entrismo, y el senador Daniel Monyhan ha calificado a Larouche de fascista. La cadena de televisión NBC le llamó pequeño Hitler, lo que le valió una querella de Larouche.

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Las autoridades investigan en ocasiones los manejos económicos de la organización, que cuenta con abundante dinero, bombardea con propaganda a los periodistas (publica semanalmente una revista llamada Executive Intelligence Review y dos veces por semana otra publicación denominada Solidarity). La enigmática organización se jacta de tener muy buena información de fuentes del espionaje norteamericano y altos contactos con personajes importantes en la Administración de Ronald Reagan. Larouche, que es autoritario y poco carismático, según quienes le conocen, vive en perpetuo miedo de ser asesinado, protegido por guardas, perros policía y vallas electrificadas en una suntuosa finca en Leesburg (Virginia).

Hijo de padres cuáqueros, experto en economía, de 63 años, sostiene que la droga es parte de un plan soviético para conseguir la dominación mundial. Opina que la epidemia de SIDA es producto de las políticas discriminatorias del Fondo Monetario Internacional y defiende que toda la población debe ser chequeada para ver si sufre esta enfermedad, y los que tengan el síndrome de inmunodeficiencia adquirida deben ser sometidos a cuarentena. En la lucha anti droga, defienden los larouchistas, deben usarse los tanques.

En su paranoica visión del mundo, Larouche dice que Henry Kissinger -ex secretario de Estado norteamericano- es un topo soviético infiltrado en Occidente, lo mismo que el ex candidato demócrata a la presidencia Walter Mondale. La actriz Jane Fonda, por su oposición a la energía nuclear, mereció que Larouche lanzara pegatinas con la leyenda echar a Jane Fonda a que la coman las ballenas. El pacifista Bertrand Russell es "el peor demonio del siglo XX". Larouche defiende la Iniciaiva de Defensa Estratégica (SDI) o guerra de las galaxias, alentada por Reagan, porque "es mejor un láser en el aire que un misil soviético en el culo".

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