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Los presuntos asesinos de Puerto Hurraco se sientan hoy en el banquillo entre fuertes medidas de seguridad

Hoy se inicia en la Audiencia de Badajoz, entre fuertes medidas de seguridad, el juicio contra los hermanos Emilio y Antonio Izquierdo, que la noche del 26 de agosto de, 1990 barrieron a disparos la calle Carrera dePuerto Hurraco, un tranquilo villorrio extremeño de menos de 200 habitantes. El resultado de su macabra incursión fue de nueve muertos y ocho heridos, entre ellos dos guardias civiles que intentaron detenerles después de que huyeran y se internaran en un monte.Era el acto final de un odio amasado durante 30 años, desde que otro Izquierdo, el ya fallecido Jerónimo, acusó a su vecino Amadeo Cabanillas de variar la linde para apropiarse de sus tierras. Aquella primera pelea se saldó con el asesinato a puñaladas de Amadeo.

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Ecos de los disparos en una silla de ruedas

s de dos décadas después, en 1983, falleció en el inexplicable incendio de su casa la madre de los hermanos Izquierdo. Éstos alimentaron la idea de que los culpables eran los Cabanillas. Dos años más tarde, cuando Jerónimo salió de la prisión, lo primero que hizo fue coser a puñaladas a Antonio Cabanillas, hermano de su primera víctima y padre de las niñas Antonia y Encarnita, que serían las primeras en caer en la matanza de agosto de 1990. Sólo tenían 15 y 13 años. No fueron las únicas. En la carnicería perdieron la vida vecinos y veraneantes.Existen pocas dudas acerca de la culpabilidad de Emilio y Antonio, que barrieron la calle a tiros, según los testigos, y que habían "venido a matar" a Puerto Hurraco desde su residencia en Monterrubio de la Serena, según declararon al juez. La autoría del múltiple asesinato parece clara, así como la alevosía, la premeditación y la nocturnidad con que lo perpetraron.

Ni siquiera su defensor, Javier Luna Guerrero, lo pone en duda. La discusión entre la acusación particular, el fiscal y el defensor se concretará en el análisis de las características personales de los acusado y en su posible enajenación mental.

Emilio y Antonio Izquierdo ocuparán el banquillo, pero muchos piensan que a, su lado deberían encontrarse sus hermanas Ángela y Luciana, a quienes la voz popular ha señalado como inductoras, ya que ejercían un notorio y morboso dominio sobre los inculpados.

Las dos mujeres, que han permanecido recluidas en el psiquiátrico de Mérida -se les ha diagnosticado un proceso paranoide centrado en la muerte de su madre y en la venganza-, serán llamadas a declarar como testigos. El resto de los 15 testimonios se ha seleccionado entre los testigos de la matanza que resultaron ilesos. Sólo los guardias civiles que fueron heridos testificarán.

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Renuncia a testimonios

Los representantes de las víctimas y el fiscal han coincidido en no recurrir al morbo que supondría ver en el estrado a Antonio Cabanillas Benítez, que a sus 28 años ha quedado tetrapléjico y cuyo padre fue asesinado aquella noche, o a Guillermo Ojeda, de 11 años, parapléjico, que perdió a su padre y su abuela.

Los acusados han llegado a Badajoz desde el penal de Córdoba, en donde han pasado quizá el periodo más "normal" de su vida, lejos de la influencia de sus hermanas. Un fuerte dispositivo de seguridad -el crimen levanta pasiones y no se descarta la eventualidad de que un Cabanillas intente vengarse- marcará el juicio.

Además de la vigilancia en el exterior habrá un segundo círculo controlando el acceso a la sala y, por último, una veintena de agentes vestidos de paisano se mezclarán entre el público. Se espera gran afluencia curiosos y periodistas, por lo que un equipo de megafonía informará a quienes no logren entrar. La impopularidad del suceso alcanza a todas las capas de la sociedad extremeña, que ven en él un lamentable desprestigio.

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