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Crónica:El drama de la inmigración irregular
Crónica
Texto informativo con interpretación

Esperando a Gaddafi

El líder libio recibe a Moratinos al cabo de dos horas

Antonio Jiménez Barca

Media docena de asesores, varios diplomáticos, más de cinco conductores, multitud de guardaespaldas, un miniejército de periodistas y un ministro (el de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos) pasaron dos horas pendientes de una llamada al más alto nivel que iba a llegar... o no. Todos esperaban a que el líder libio, Muammar el Gaddafi, decidiera si recibía a la delegación española de gira por el Magreb. Mientras el ministro, que llevaba una carta del presidente Zapatero y otra del Rey para el líder libio, departía con su homólogo libio en las dependencias del ministerio, la comitiva aguardaba en el patio abajo, entre coches de lujo, coches patrulla, equipos de televisión y guardaespaldas. Finalmente, Gaddafi recibió a la delegación española.

"La última vez que vino Moratinos [en julio de 2005] estuvo esperando ocho horas y no le recibió", comentaba un asesor de la embajada en un corrillo. Un periodista preguntó entonces: "¿Qué? ¿Se sabe algo?". "Nada, que igual recibe, o igual no", respondía un diplomático. "Hay que seguir esperando, es imprevisible. Hasta el último momento, nadie sabe dónde hay que ir. Te avisan incluso cuando te has montado en el coche. Por motivos de seguridad. Ya sabes, está amenazado por Al Qaeda. Y porque él es así".

Sin respuesta

"Dicen que igual nos recibe en Sirte [residencia de verano de Gaddafi] y si es así son varias horas de coche", decía un periodista mirando hacia un cartelón del líder libio colocado encima de la entrada de un portal. "Bueno, podemos irnos en avión. Si nos recibe, iremos en avión ¿no?". El diplomático se encogía de hombros, aburrido de esperar y responder sin respuesta.

Pasa una hora. No hay noticias. Uno de los guardaespaldas, con pinta de mafioso calabrés, se sienta al fresco al lado de una manguera. Un hombre cruza inexplicablemente el patio del ministerio con un bidón de agua al hombro.

Gaddafi, mientras tanto, se lo piensa. Él decide. Como todo en este país del que es líder absoluto desde 1969, rico en petróleo y gas, que posee la mayor renta per cápita de todo el Magreb pero cuyos habitantes hacen la compra con cartilla de racionamiento.

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Al final, después de dos horas de espera, de mil incertidumbres y carreras por Trípoli, Moratinos fue recibido por Gaddafi y pudo entregarle las dos cartas.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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