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Fabra mete un tijeretazo de 1.000 millones 10 días después de aprobar sus presupuestos

La situación de la Generalitat valenciana es tan grave que el vicepresidente de la Generalitat, José Ciscar, comparó el lunes a la Administración valenciana con un enfermo de cáncer. Y la situación se degrada a tal ritmo que el propio presidente, Alberto Fabra, el día de Año Nuevo, convirtió en papel mojado sus presupuestos aprobados por las Cortes Valencianas apenas 10 días antes con un nuevo tijeretazo de 1.000 millones de euros. Todo recorte parece insuficiente para una comunidad autónoma con la mayor deuda de España en relación con su propio PIB, el 19,9%, y que en septiembre tenía un déficit del 2,3%, un punto más de lo autorizado por el Estado para todo el año.

El Consell ha convivido este último año con unas deudas a los proveedores de 2.400 millones de euros. Impagos que, por ejemplo, se han saldado con una huelga de dos días de las farmacias valencianas, a las que se les llegó a adeudar 550 millones. También en los últimos meses ha habido momentos en que ha pasado apuros para pagar las nóminas a los funcionarios.

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Pero a los bancos, hasta ahora, nunca les había fallado en la fecha de un vencimiento, puesto que es la vía más rápida para llevar a la quiebra autonómica a una administración ya bastante vapuleada por las agencias de calificación. En diciembre, Standard & Poor's situó las emisiones de deuda a un paso del bono basura (BBB-). La deuda financiera ha ido creciendo año tras año hasta alcanzar, al cierre de 2010, los 12.577 millones de euros (9.333 un año antes).

Síntomas a los que ha habido que reaccionar con contundencia y también con cierta dosis de improvisación. Así, Fabra ultima ahora un recorte de 1.000 millones en los presupuestos de 2012, mediante unas medidas que se anunciarán mañana. Las cuentas aprobadas el 21 de diciembre, 14.987 millones en total, suponían un recorte del 6,4% respecto al presupuesto de 2011. El tijeretazo eleva la reducción presupuestaria al 12,5%. Una drástica medida quizá forzada por la vergüenza de que el Estado tenga que salir a su rescate.

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