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INTEGRACIÓN EN LA ESCUELA

Fátima: "Quiero llevar el pañuelo a clase; nadie me obliga a hacerlo"

La Comunidad de Madrid acepta escolarizar a la niña marroquí "sin condiciones"

Francisco Peregil

Mañana Fátima Elidrisi, de 13 años, y su padre Alí Elidrisi, de 35, acudirán al colegio público Juan de Herrera, en San Lorenzo de El Escorial (Madrid). Junto a ellos, representantes de diversas asociaciones marroquíes, laicas y religiosas. Fátima llevará un pañuelo cubriéndole el cabello moreno. Si Delia Duró, la directora del colegio público, se niega a dejarla entrar con la prenda en la cabeza, tal como ha sostenido que haría, Fátima se volverá a casa.

Pero la niña entrará en clase con el pañuelo. Fátima y su padre han ganado una batalla que comenzó hace cinco meses cuando Alí Elidrisi trató de inscribirla en un colegio de monjas y después lo intentó en uno público. En ambos les negaron el paso a causa del pañuelo. El consejero de Educación de Madrid, Carlos Mayor Oreja, suspendió el sábado su estancia fuera de Madrid para mantener reuniones con los principales responsables en Educación de la Comunidad. Tras varias horas de reunión, declaró ayer a este periódico que la niña iba a entrar en clase. 'Lleve o no lleve pañuelo', indicó el consejero.

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'Yo quiero llevar pañuelo, nadie me obliga', declaró Fátima a EL PAÍS. 'En Marruecos, muchas amigas mías no lo llevan y otras sí. A mí me gusta llevarlo'.

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Alí Elidrisi llegó a España hace 13 años, justo la edad de su hija. Hasta entonces vivió solo en España. Cuando hace cinco meses se trajo a su familia, en octubre quiso que su hija acudiera a la escuela. Pero ni en un colegio privado de monjas ni en otro público permiten que la niña acuda con pañuelo.

La última vez que Alí Elidrisi le regañó a su hija fue hace pocos días porque, según él, se pasaba todo el día mirando los canales árabes de la tele y no estudiaba las clases de español que recibe en un centro de la Cruz Roja. Pero ahora estaría dispuesto a que la niña no estudiase más en la vida si eso significa que no ha de llevar la prenda de la cabeza.

'Me gustaría seguir estudiando, ser maestra de mayor, enseñar a los niños, pero no lo voy a hacer sin pañuelo', dice Fátima. 'La verdad es que tiene un afán por aprender tremendo', comentaba una voluntaria de la Cruz Roja el viernes.

Duró, la directora del colegio Juan de Herrera, donde Fátima y su padre acudirán mañana, declaró el viernes que obligar a alguien a llevar el pañuelo (hijab) es 'inconstitucional' y 'atenta contra los derechos de las mujeres'. Sin embargo, mañana tendrá que comportarse como si jamás hubiese pronunciado semejantes palabras y aceptar la entrada de Fátima.

Alí Elidrisi asegura que fue la propia niña quien optó por ponerse el pañuelo hace más de un año cuando aún estaba en Marruecos. 'Unas mujeres lo hacen cuando tienen diez años, otras con 15 y otras después de casadas. A ella le apetecía y nadie la obligó. Yo soy una persona muy religiosa. Estudié el Corán hasta los 20 años, pero eso no ha influido en la decisión de mi hija', sostiene el padre de Fátima.

¿Qué significa para Fátima el pañuelo? ¿Por qué se lo puso?

-Por qué es lo que ha hecho mi madre, mi abuela, mis tías. Algunas primas no lo llevan y muchas amigas mías tampoco, pero yo quiero llevarlo.

Si en un futuro próximo un posible novio español de Fátima le pidiera que se pusiera alguna falda de vez en cuando, ¿cómo reaccionaría Alí Elidrisi?

-La dejaría. Pero en España ya hay muchos marroquíes y seguro que ella prefiere un marroquí.

El padre, que nunca pierde la sonrisa, le pregunten lo que le pregunten, se esfuerza en explicar que él no obliga a la hija, que es la voluntad de ella la que prima. Alí Elidrisi asegura que estudió el Corán en Alhucemas, su lugar de nacimiento, hasta los 20 años. A los 22 se casó. Y entonces llegó en un barco pesquero a España. Sin papeles. 'Bebí alcohol y fumé hace tiempo. Pero ya no', asegura.

Alí ha trabajado como albañil y camarero en Villalba, Leganés, Villaverde y otros pueblos de la comunidad de Madrid. Hubo un tiempo en que juntó suficiente dinero para comprarse un coche. Entonces viajaba hasta cuatro veces al año a ver a su familia.

'Lo que más me ha gustado de España es que por fin estoy al lado de mi padre', señala Fátima, traducida siempre por Alí Elidrisi.

Fatima es alta, mide casi lo mismo que el padre, delgada y muy tímida. La noche del viernes estaba asustada junto a Zora, su madre, de 34 años. El padre había salido al mediodía, eran las diez de la noche y no había vuelto. Su esposa y Fátima creían que la policía lo había detenido, por aquello de que la enseñanza de los niños es obligatoria.

Ya de noche, Fatima, más tranquila, le bajaba a su padre un té con pastas. El problema para ella mañana, una vez que entre en el colegio, será comprender a los profesores y a sus compañeros. A pesar de que Fátima acude desde hace varias semanas a clases de español que imparten voluntarios de la Cruz Roja, su nivel apenas le permite decír más que frases básicas de bienvenida.

¿Qué ocurriría en las clases de gimnasia a la hora de llevar chándal o pantalones cortos, como el resto de las niñas? 'Con el chándal no tengo problemas', contesta el padre. 'En cuanto a los pantalones cortos, que ella decida. Yo nunca la voy a obligar a nada'.

Elidrisi sostiene que nunca ha pisado una playa española en verano, pero aunque sólo las conoce por televisión, lo que ha visto no le ha gustado nada. 'No me gusta que la gente vaya sin ropa como si fueran animales. Y tampoco me gusta eso del burka. Porque pasas al lado de alguien y no sabes si es hombre o mujer'.

Los Elidrisi viven en una buhardilla de apenas cincuenta metros cuadrados. La familia paga 45.000 pesetas por el alquiler y el padre de Fátima gana unas 130.000 en la construcción. 'Y no ha sido fácil encontrar un piso. A los marroquíes nos resulta cada vez más difícil que nos alquilen casa', sostiene Ali Elidrisi.

Fátima Elidrisi frente a su padre, Alí, el pasado viernes.
Fátima Elidrisi frente a su padre, Alí, el pasado viernes.SANTI BURGOS

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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