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¡Felicidades mascota!

Seas gato, perro, tortuga o araña, hoy es tu día. Visita a san Antón para que te bendiga

Un perro de lo más asustado recibe la bendición del párroco.
Un perro de lo más asustado recibe la bendición del párroco.EFE

La Iglesia de san Antón de la calle Hortaleza, en el barrio de Justicia, acoge desde a las nueve de la mañana una de las fiestas más típicas del madrileñismo: el desfile de mascotas con sus dueños para que las bendigan con agua bendita. Porque hoy es el día del patrón de los animales, una fiesta católica en honor a los gatos, perros, loros, peces, tortugas, hamsters, canarios, periquitos, arañas, iguanas, ovejas y todo tipo de animales que nos hacen compañía. Vestidos con sus mejores galas, unos van muy ufanos y otros se asustan del párroco. En la cola, hay hasta quien ha llevado las cenizas de su animal.

"Que el Señor bendiga a este animal y san Antón lo proteja de todos los males", dice el padre Juan Martínez Villar mientras los rocía con agua bendita, la misma que se utiliza para los fieles en cualquier otra liturgia, de manera que su alma queda protegida de cualquier mal. Al margen de debates teológicos sobre si los animales tienen o no alma, la tradición señala que después de bendecir a los animales, los dueños reciben gratuitamente los panecillos del santo, elaborados según una fórmula secreta antiquísima que los mantiene tiernos durante bastante tiempo. Después, tienen que guardar el panecillo junto a una moneda y dejarla durante un año guardada en el armario para sustituirla al año siguiente por una nueva, y así lograr la bendición del santo, que consiste nada menos que en 365 días de trabajo, dinero y salud. Lo del amor, queda para Cupido.

Es muy típico también entre los fieles realizar las llamadas vueltas del santo, a las 17.00 horas y encabezado por el concejal del distrito Centro, Enrique Núñez. Consisten en un desfile en el que todos los animales y sus dueños marchan por las calles Barceló, Fuencarral, Hernán Cortés, Mejía Lequerica y Hortaleza. En el acto participan caballos de la Policía Municipal, palomas mensajeras del Ejército, perros de salvamento de los Bomberos y de la ONCE, animales del Zoo de Madrid y varios ejemplares del circo. Además, se celebra la misa en la iglesia de San Antón. Tras ella, el tenor Adolfo Nieto, acompañado al piano por César Belda, ofrece un recital de obras de ópera y zarzuela.

Las vicisitudes de la fiesta en Madrid

Según cuenta la historia, Antonio -llamado también el Abad, el Ermitaño o el Grande- fue un monje cristiano nació en el actual Egipto en el año 251 y que murió en el 356 d.cm ¡a los 105 años! Se dice que cuando tenía 20, repartió todas sus posesiones entre los pobres y comenzó una vida como religioso que le llevó a fundar y gobernar varios monasterios, antes de retirarse para morir en soledad. Dos escenas de su vida son auténticos hitos de la iconografía cristiana: las tentaciones que sufrió durante los primeros años que permaneció en el desierto y su encuentro con san Pablo Ermitaño, un retiro durante el que ambos santos fueron presuntamente alimentados por un cuervo que portaba un pan en su pico. A la muerte de Pablo, Antonio lo enterró con la ayuda de dos leones y otros animales; de ahí su patronato sobre sepultureros y animales. La cita fue recogida por Velázquez en su cuadro San Pablo y san Antonio, lienzo protagonizado por los dos hombres de la Iglesia con el cuervo, claro.

La leyenda cuenta que cuando san Antón veía a un animal herido, lo curaba, al igual que hizo con el cerdo que siempre le acompañaba y que le valió el apodo de san Antonio del porquet. Por eso, en la ciudad de Madrid se rifaba antiguamente entre los vecinos un cerdo después de las celebraciones de los oficios religiosos. Además de ser conocido por ser el protector de los animales, se le venera como santo patrono de los amputados, los tejedores de cestas, los fabricantes de cepillos, los carniceros, los enterradores, los ermitaños, los monjes, los porquerizos y los afectados de eczema, epilepsia, ergotismo, erisipela y las enfermedades de la piel en general. Hasta 561 de sus reliquias corren por el mundo. No hay que confundirlo con san Francisco de Asís, también protector de los animales.

En Madrid, esta fiesta tiene una azarosa historia de prohibiciones y contra prohibiciones. Así, estuvo vetada entre 1619 y 1725, año en que se volvió a instaurar convertida en una romería. El gobierno de José Bonaparte se volvió a prohibir, pero se recuperó con la llegada al reino de Fernando VII. Con Isabel II, alcanzó su mayor grado de popularidad y así continuó durante todo el siglo XIX. En 1923, la bendición pasó de la calle Farmacia a la calle de Hortaleza, lugar donde se realiza actualmente. En esa época, un escolapio se asomaba a la ventana para bendecir y repartir saquitos de cebada en cucuruchos y panecillos del Santo a todos los asistentes. Durante la II República se volvió a prohibir la fiesta para volver a instaurarse en 1943. Pero en 1967, se suspendió otra vez para volver en 1985 y no desaparecer más. De momento.

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