_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Fiabilidad?

Está visto que con la primavera también regresa la escandalera de la crispación. Vaya bronca histérica que se ha montado a propósito de la espantada de Kosovo. Pura exageración teatrera, pues la cosa no da para tanto. Sólo era un gesto castrense de cara a la galería, un tiro mediático que a la ministra le salió por la culata, haciéndole abortar quizá su prometedora carrera como aspirante presidencial. Pero quien esté libre de pecado que tire la primera piedra, pues en nuestra escena política abundan los montajes mediáticos que terminan en gatillazo. Y para recordar gestos parecidos ahí está la inefable foto de Esperanza Aguirre con calcetines, tras huir de los tiros de Bombay. O la foto prietas las filas de Rajoy en Génova y Valencia para tapar los casos Gamón y Correa. Eso por no hablar más de la foto de las Azores.

¿Es Zapatero indigno de confianza, como le acusaron los demás líderes parlamentarios?

Por lo demás, montajes mediáticos al margen, las cosas se han sacado de quicio, exagerando desmedidamente un incidente diplomático sin duda menor. A qué viene tanto escándalo porque se molesten en Washington y en la OTAN. ¿Tanto temor nos inspira el qué dirán los demás? ¿Todavía necesitamos buscar la aprobación de nuestros hermanos mayores? Eso es provincianismo paleto, puro complejo de inferioridad, impropio de una democracia madura. Lo único grave de todo este asunto no es la desaprobación de nuestros aliados sino el haber usado la política exterior para sacar ventaja partidista, cuando se trata de una cuestión de Estado que precisa consenso en aras del interés general. Y una vez más, aquí nadie se salva, pues lo mismo han hecho siempre todos nuestros gobernantes de cualquier color.

No obstante, de esta chusca anécdota también se puede extraer alguna lección. Desde que se anunció la espantada, en la OTAN se reaccionó acusando a nuestro Gobierno de ser un aliado poco "fiable", dado el precedente de la retirada de Irak. Un juicio éste, el de falta de fiabilidad, que inmediatamente fue adoptado como propio de forma unánime por el conjunto de la oposición española. Por eso, en el debate de control al Gobierno celebrado el miércoles pasado, la totalidad de los portavoces parlamentarios, con la lógica excepción del socialista, acusaron al unísono al presidente Zapatero de no ser en absoluto fiable. Es quizá la primera vez que se obtiene en el Congreso este raro consenso suprapartidario, aunque sea un consenso exclusivamente negativo. De ahí que muchos en la derecha comiencen a hablar de la conveniencia de presentar y debatir una moción de censura.

¿Qué tiene de extraordinario el concepto de fiabilidad, que ha logrado concitar en su torno un acuerdo general? Se trata de una de esas palabras mágicas que encandilan porque despiertan en la memoria resonancias en cadena. Como la de "confianza" con la que está emparentada, de la que hoy se usa y abusa a causa de la crisis económica. Y es que no ser fiable implica ser indigno de confianza. Pero tanto fiabilidad como confianza proceden a su vez de la voz "fe", que indica adhesión incondicional: el valor más sagrado en esta nueva era de guerras de religión. Así, el indigno de confianza es el infiel, el renegado, el apóstata que abandona la comunidad de creyentes. O el desertor desleal, que incumple sus compromisos contraídos bajo palabra de honor y traiciona a quienes confiaban en él dejándoles en la estacada.

¿Es Zapatero indigno de confianza, como le acusaron al unísono los demás líderes parlamentarios? Todo depende de cómo se cuente la historia, y sin duda resultan bastante verosímiles esos relatos que nos hablan de cómo Zapatero fue comprometiéndose con sus aliados de ocasión, pero sólo para abandonarlos después en cuanto tuvo mejor oportunidad. Así ocurrió con Maragall, con Mas y con Montilla, en Cataluña; con Bono, Sevilla o Caldera, en el PSOE; o con ERC, IU y el PNV, en el Congreso. Bien, todo eso parece verdad y no seré yo quien lo discuta. Pero no es más que una parte de la verdad, pues está por ver quién podría dar a Zapatero lecciones de fiabilidad.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

¿Acaso es más fiable ERC, que boicotea el tripartito en que participa? ¿Es más fiable el Mas que malvendió a Zapatero el Estatut tras aprobarlo en el Parlament? ¿Es más fiable el PNV que firmó con ETA el Pacto de Lizarra e insiste hoy en forzar un referendo anticonstitucional? ¿Y es más fiable el PP de Rajoy (por no remontarnos al de Aznar) que viola el Pacto por la Justicia rompiendo su compromiso de renovar el Tribunal Constitucional, mantiene a un deslegitimado Trillo como portavoz de Justicia y encubre los desmanes de Aguirre y Camps? En la España de hoy, nadie merece obtener patentado de fiabilidad.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_