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EL JUICIO POR EL "CASO LASA-ZABALA"

Un infarto fulmina mientras declara al policía que identificó los cadáveres de los dos etarras

El comisario Jesús García García, de 57 años, falleció ayer víctima de un infarto cuando estaba declarando como testigo en el juicio por el caso Lasa-Zabala. García fue la persona que reactivó el caso al relacionar los dos cadáveres encontrados en 1985 en Busot (Alicante) con los etarras José Antonio Lasa y José Ignacio Zabala, desaparecidos en Francia en 1983. Según declaró poco antes de morir, vinculó ambos hechos al oír en 1995 que José Amedo o Ricardo García Damborenea habían dicho que pensaban enterrar a Segundo Marey en cal viva. En la fosa de Busot se hallaron 50 kilos de cal.

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"Mordazas en la boca y tiras de cinta aislante en los ojos"

Tras contestar con normalidad al fiscal, a las 12.20 horas, cuando el abogado de la acusación particular que representa a las familias de Lasa y Zabala, Iñigo Iruin, le formulaba la primera pregunta, Jesús García sufrió una parada cardio respiratoria.Inmediatamente, la forense Leonor Ladrón de Guevara, presente en la sala, le asistió y, al darse cuenta de la gravedad, pidió que llamasen al 061. Simultáneamente tendió al comisario en el suelo y le hizo maniobras de reanimación y el boca a boca.

El procesado Felipe Bayo, que era el más próximo, le auxilió en un primer momento, haciéndole un masaje cardiaco, hasta que fue relevado por un escolta. El procesado Enrique Dorado también intervino. Pilar Zabala, hermana del etarra desaparecido, odontóloga, también asistió al comisario, y el abogado y procesado Jorge Argote, se desplazó a la farmacia a buscar Cafinitrina, un medicamento antiinfartos.

La sala fue desalojada y cuando llegó la unidad móvil número 3 del 061, perteneciente al Hospital Carlos III, a pesar de la pastilla antiinfartos, el comisario presentaba una fibrilación ventricular irreversible, que fue la causa de la muerte, probablemente consecuencia de un infarto masivo.

La doctora Cepas y su equipo le realizaron maniobras de resucitación cardiopulmonares avanzadas en la propia sala de vistas, durante casi 50 minutos, pero resultaron inútiles. A las 13.10 se certificó su muerte.

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El comisario llevaba medicación coronaria, concretamente Tiklip en el bolsillo, porque padecía una cardiopatía isquémica.

El juez de guardia de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, realizó el levantamiento del cadáver, aunque, tras las diligencias preliminares, remitirá el asunto a los juzgados de Madrid, que es la jurisdicción competente. Hoy se le practicará la autopsia.

El fiscal Jesús Santos informó que un sacerdote había administrado los santos sacramentos al comisario y elogió su figura diciendo que había muerto en acto de servicio y que sin su intuición y tesón no habría habido caso.

Última declaración

Hasta el momento de su fatal indisposición, Jesús García había relatado al fiscal que actualmente era jefe de la Brigada de Seguridad Ciudadana en Alicante y en 1985, cuando aparecieron en Busot unos restos humanos sin identificar, era comisario jefe de un grupo contra la delincuencia.

El forense Antonio Bru, del que era amigo, le contó que los cadáveres habían sido torturados, que tenían las uñas arrancadas y los pulgares aplastados, que llevaban vendas en los brazos y las piernas, estaban amordazados y con cinta aislante en los ojos.

Agregó que Bru le dijo que no parecía un ajuste de cuentas o un crimen sexual, sino que probablemente habían sido torturados para sacar información. El lugar donde se hallaron los cadáveres, explicó, era ideal para hacer desaparecer una persona, pues se trata de un paraje inhóspito al que sólo se podía acceder andando.

Junto a los cuerpos se encontró un casquillo de 9 milímetros parabellum, marca Geco, igual a los que habían aparecido en los casos de Ramón Oñederra, en diciembre de 1983, y de Vicente Perurena y Ángel Gurmindo, en febrero de 1984. Las piezas encajaban como en un rompecabezas.

El comisario relató que previamente le había llamado la atención un detalle relevante: en 1995 oyó decir que Amedo o Ricardo García Damborenea habían declarado que pensaban enterrar a Segundo Marey en cal viva. "Me resultó llamativo, porque en la fosa de Busot habían aparecido unos 50 kilos de cal", explicó.

García calificó de "aberrantes" y "actos vandálicos" los sufrimientos infligidos a Lasa y Zabala y dijo que pensó en el intento de secuestro del etarra Larretxea por esas fechas y que pudieron haberlo hecho para sacar información sobre el paradero del capitán de Farmacia Martín Barrios. Después inició las gestiones para confirmar las identidades y judicializar el caso, para lo que contactó con un fiscal. Más información en la página 60

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