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Imputados por corrupción cinco funcionarios de la cárcel de Palma

Entre los muros de la cárcel de Palma, cinco funcionarios y seis reclusos habían establecido sus propias leyes mafiosas, con tráfico de estupefacientes y palizas incluidos. El envío de un corazón de cerdo al director de la prisión fue el principio del fin de las dos bandas, corruptas y enfrentadas, que controlaban empleados de Instituciones Penitenciarias. Uno de los implicados es un médico de prisiones, que presuntamente manipulaba los análisis de control de consumo de drogas, según fuentes policiales.

La policía y la Fiscalía Anticorrupción han dado por desarticuladas las tramas con la detención de sus integrantes y su imputación judicial por tráfico de drogas, coacciones y agresiones. Los empleados públicos y los reclusos fueron detenidos el jueves, y ayer pasaron a disposición judicial. Varios domicilios y celdas fueron registrados en una acción sorpresa del Grupo de Homicidios.

Las bandas mafiosas introducían droga en la prisión para el tráfico entre reclusos, proporcionaban teléfonos móviles a delincuentes con patrimonios multimillonarios y condenas por delitos económicos, extorsionaban a reclusos que no se avenían a sus estrategias y, además, daban palizas, según la narración de la policía.

La investigación, denominada Operación KO, se efectuó bajo la dirección de la Fiscalía Anticorrupción. Se supone que las acciones de los miembros de estas bandas, que incluían "daños físicos y psicológicos", están detrás de las peticiones de traslados a la Península y bajas por depresión de funcionarios que no comulgaban con estos métodos.

Un corazón de cerdo

El corazón empaquetado que recibió el director del centro penitenciario, una víscera con apariencia humana, lo compró en una carnicería uno de los cabecillas, un funcionario superior, llamado Antonio, que según fuentes de la investigación tenía "conflictos con internos" y "conductas extrañas". El empleado público contaba con la complicidad de otros tres funcionarios que enlazaban con internos de confianza con relativa libertad de movimientos para distribuir la droga.

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La banda de Antonio -en disputa con la que controlaba su adversario, Mario, al que delataron en un periódico como pareja íntima de un recluso-, "no dudaba en emplear métodos mafiosos". Amenazaba, pegaba, manipulaba analíticas de orina "para beneficiar o perjudicar" a internos. Los corruptos también localizaban el domicilio de sus víctimas y simulaban ante los familiares ser policías, dañaban propiedades y revelaban datos reservados e internos de la prisión.

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