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Columna
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India desde España

Antonio Elorza

Ahora que el presidente electo Barack Obama está tan de moda, resulta curioso que apenas se haya prestado atención entre nosotros a sus terminantes manifestaciones sobre los sucesos de Bombay. Desde el primer día, por medio de su portavoz, Obama no se limitó a mostrar su solidaridad con el Gobierno y el pueblo de la India, sino que subrayó "la grave y urgente amenaza del terrorismo". Tampoco anduvo en busca de Kali, elucubrando con el extremismo hindú. Habló de "la odiosa ideología que condujo a estos ataques", y no limitó la importancia de lo sucedido a la India, apelando a "todas las naciones del mundo para erradicar y destruir las redes terroristas". En fecha reciente ha ido más lejos, proponiendo plantear una nueva relación con el mundo islámico, para insistir asimismo en su objetivo de borrar "el extremismo terrorista que vimos en Bombay". "No podemos tolerar un mundo -añade- donde ciudadanos inocentes sean asesinados por extremistas guiados por ideologías deformadas".

Anteayer Bombay, hoy Bélgica y mañana, tal vez nosotros

Los puntos centrales de la posición de Obama pueden sorprender si nos atenemos a la línea informativa trazada aquí por el Gobierno y por sus medios más próximos. Frente a la insistencia de Obama en que el episodio de Bombay lógicamente concierne ante todo a la India, pero que interpela a todo el mundo democrático, la versión oficial en España ha consistido en presentarlo como un suceso localizado, sin otras implicaciones exteriores que el agravamiento en las ya críticas relaciones entre India y Pakistán. Según era de esperar, prevaleció inicialmente el espectáculo digno de un filme de catástrofes, con los grandes hoteles asaltados y el Taj en llamas, más Esperanza Aguirre. Las muertes más numerosas, en la estación, y las ejecuciones en el centro judío de Nariman House permanecieron en la sombra. Un medio audiovisual próximo al Gobierno dio con la coartada: la situación extremadamente desfavorable de los musulmanes en la India explicaría su malestar y propensión a la violencia. Puede ser, aun cuando quepa recordar que en el vecino musulmán no hay posible discriminación, pues no quedan hindúes, y que si bien habría que añadir el rechazo a la ocupación india de Cachemira, los fundamentos del terrorismo islamista que actuó en Bombay son otros. Y este aspecto, curiosamente, ha sido en dichos ambientes tabú, con la oportuna filtración por Exteriores de los papeles (desaparecidos) sobre los vuelos de Guantánamo desviando definitivamente la atención de aquello que destaca Obama.

De los otros dos temas principales abordados por él, aquí nada. Ningún signo en los discursos oficiales de que el atentado terrorista de Bombay lo haya sido también contra todos nosotros, por cuanto el terrorismo islamista actúa hoy como agente de producción de muerte a escala mundial, siendo indiferente el punto del planeta donde se produzcan sus ataques. Anteayer Bombay, hoy Bélgica, mañana tal vez nosotros, si como recuerda Pilar Manjón, siguen descuidándose el adoctrinamiento islamista y la captación en las cárceles. Para nuestros medios, lo allí ocurrido fue una tragedia lejana, sin otro nexo que la nacionalidad española de viajeros atrapados.

Cierra el círculo la ceguera voluntaria ante la segura autoría del terrorismo islamista basado en Pakistán, y la casi segura en concreto de Lashkar-e-Taiba (LeT), el Ejército de los Puros. LeT es el socio paquistaní de Al Qaeda, centrado en el conflicto de Cachemira, pero que dispone de antecedentes y recursos como para haber sido el único autor posible de los atentados. Por algo acaba de ser detenido en Pakistán su líder Hafiz Saeed y prohibida su tapadera caritativa, Jamaat ut-Dawa ¿Por qué esta negativa a ocuparse de Lashkar-e-Taiba, la organización yihadista ilegalizada, subsistente hasta ayer bajo la asistencial y protegida en el pasado por los servicios secretos paquistaníes y por el presidente Musarraf? La razón es simple. Analizar LeT remite al yihadismo mundial, enlaza Bombay con el 11-M. Un versículo del Corán, el 2, 193 es su lema: "Luchad contra ellos hasta que cese le discordia y la religión sea toda de Alá". En su insignia, un Kalashnikov sirve de instrumento alzado sobre el Corán para alcanzar esa victoria definitiva, más allá de Cachemira y de la India.

Al lado del enemigo tradicional hindú, los capitalistas euroamericanos y, sobre todo, los judíos, fueron los objetivos principales: el atentado de Bombay resulta perfectamente legible. Como lo son las posiciones integristas de Hafiz Saeed, hombre que veía en el terremoto de 2005 la prueba del pecado de unos gobiernos que autorizan la desnudez de las mujeres (los biquinis), la televisión, la música o el tabaco. En suma, el terror como proyección de un integrismo demasiado presente en la literatura islamista europea, principal obstáculo para ese entendimiento con el mundo musulmán que desde el rigor contra "las ideologías odiosas" propugna Obama.

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