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Columna
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Intimidados por un vecino

Josep Ramoneda

A la operación remontada le han salido nubarrones que amenazan tormenta. La función principal del nuevo Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero era dar motivos a la izquierda desencantada para salir de sus querencias abstencionistas. La primera en la frente: Marruecos lanza una operación limpieza en El Aaiún y sus alrededores, y el Gobierno de España no se atreve a plantar cara. Los saharauis forman parte de los iconos del universo cultural de la izquierda española. Y aunque nunca se ha hecho nada serio por ellos, para la opinión pública, especialmente la de izquierdas, son intocables. Tienen el valor romántico del pueblo que resiste en el desierto, en situaciones extremas, antes que rendirse al enemigo, aun al alto coste de que sus habitantes carezcan de perspectivas de futuro. Un problema enquistado entre la intransigencia calculada de Marruecos, el desentendimiento por parte de España y la incapacidad de la ONU.

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Nadie duda de lo complejas que son las relaciones entre Marruecos y España, un vecindario en una zona estratégica, frontera entre África y Europa. Inmigración, terrorismo islamista, Ceuta y Melilla, empresas... los temas de la agenda entre los dos países son muchos e importantes, pero precisamente por ello el Gobierno español no debería arrugarse ante las dificultades. La primera obligación de un Ejecutivo es hacerse respetar, y en este caso la sensación que llega a la opinión pública es la de que Marruecos cohíbe y condiciona a España, que no se atreve al más mínimo gesto que pueda contrariarle.

El país vecino está trabando una relación privilegiada con la Unión Europea. Como recordaba Manuel Marín meses atrás en un debate en Casablanca, para que esta se consolide es necesario que haga sus deberes. Es decir, que adopte los cambios pertinentes en materia de libertades básicas, empezando por la libertad de expresión. ¿Era tan complicado advertir al Gobierno marroquí de que se trasladarían sus incumplimientos a Bruselas? ¿No hubiese sido un gesto significativo que España aplazara la visita del ministro del Interior marroquí? Nada de esto. La prudencia no es una virtud si obedece al miedo.

Con todo, lo más alarmante son los argumentos utilizados por el Gobierno para justificar sus cautelas. Dio el tono Zapatero al explicarnos que en este caso los intereses prevalecerán sobre los principios: una obscenidad posmoderna, que tiene la ventaja de decir lo que tradicionalmente se oculta, pero al mismo tiempo el inconveniente de banalizar cualquier atropello. La ciudadanía no se chupa el dedo. Nadie duda de que, en los equilibrios entre principios e intereses, los primeros son a menudo sacrificados, pero la política democrática es el arte de resolver estos conflictos sin devaluar los principios y sabiendo encontrar el punto justo para salvar la dignidad institucional. Desde luego, que Zapatero transmita este mensaje es desolador: Marruecos sabe que puede actuar con absoluta impunidad frente a España, pues con solo amenazar con pisar algún interés tendrá al Gobierno rendido.

Después vino la ministra de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez, y nos dijo que no se podía condenar algo sobre lo que se carecía de información. Desde luego es una forma de incentivar el bloqueo informativo de El Aaiún: Marruecos ya sabe que, mientras la prensa no explique lo que ocurrió, España callará. ¿Es posible que el Gobierno esté a la espera de lo que digan los periódicos para saber lo que tiene que decir? ¿Es posible que un Estado de la importancia del español no tenga unos servicios de inteligencia capaces de saber lo que ocurre en un país vecino en que el tiene muchos intereses? ¿Es posible que el Gobierno dé por buenas las explicaciones del ministro del Interior marroquí, que evidentemente defiende su propio trabajo?

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Ya en la pendiente de las ocurrencias, la ministra se escuda en que ningún otro país ha emitido declaraciones de condena y se pregunta por qué se le exige a España más que a los demás. ¿No sabe acaso que España es la potencia colonial que salió por piernas en 1975, cuando al régimen franquista, con el dictador moribundo, estaba en estado de pánico? ¿No sabe la ministra que España dejó colgados a los saharauis y nunca ha hecho nada por ellos salvo algunas declaraciones. más o menos retóricas, apoyadas en las Naciones Unidas?

El Gobierno socialista se encuentra metido en un lío serio, en un tema muy sensible para la izquierda. Corre el riesgo de quedar atrapado entre Rabat y el Polisario, entre la violencia marroquí y las acciones de algunos radicales saharauis. Y la historia explica que en estos casos el débil siempre es el que gana la batalla de la opinión pública.

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