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Reportaje:

Juego a todo o nada en Caja Madrid

Aguirre y Gallardón pelean por una pieza clave en la batalla para suceder a Rajoy - El PSOE, que teme al alcalde como rival, apoya a la presidenta para debilitarle

Carlos E. Cué

Cuando entró en La Moncloa el 6 de octubre, en una improvisada reunión con banqueros para preparar un plan de emergencia contra la crisis financiera, Miguel Blesa tenía muy claro que en ese palacio se decidió su pasado -fue su amigo José María Aznar quien le colocó al frente de Caja Madrid en 1996- y allí se decidía su futuro. Al acabar la reunión, ya en las despedidas, se acercó a José Luis Rodríguez Zapatero. "Presidente, tenemos que hablar de la caja". "Ese asunto lo lleva Pepe Blanco, habla con él", fue la única respuesta del líder del PSOE, según fuentes de las negociaciones.

Era la primera prueba evidente de que en la crisis interna de Caja Madrid estaba en juego algo más que la presidencia de la cuarta entidad financiera del país, con un volumen de negocio de 257.068 millones de euros en 2007, siete millones de clientes y 14.000 trabajadores.

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En Caja Madrid se libran a la vez dos batallas clave para el reparto del poder político. Por un lado, la guerra por el futuro del PP entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón. La primera es líder de los críticos a Mariano Rajoy y el segundo, el gran aspirante a la sucesión. Para cualquiera de los dos, en un momento de crisis y con sus arcas vacías, el control de la caja es básico como trampolín de poder. Y por otro, está la estrategia del PSOE, obligado a elegir entre Aguirre y Gallardón. Después de algunas dudas y cambios de tercio, los socialistas han optado por la presidenta.

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¿Por qué este pacto contra natura? Todas las fuentes socialistas consultadas coinciden en apuntar hacia una explicación doble. Por un lado, en Ferraz, la sede del PSOE, han estudiado con detalle el asunto y han llegado a la conclusión de que Aguirre lleva todas las de ganar, porque tiene en sus manos el instrumento más poderoso, esto es la capacidad de cambiar la ley y la posibilidad de utilizar la consejería de Economía contra Blesa. De hecho ayer, el consejero, Antonio Beteta, envió una carta al presidente amenazándole con sanciones si no declara nulo de pleno de derecho la comisión de control del viernes en la que los aguirristas perdieron una votación y trataron de arreglarlo inhabilitando por fax y en plena reunión al nuevo presidente, el gallardonista Fernando Serrano.

El equipo de Blesa responde a Beteta que, según la ley, la consejería sólo tiene tutela sobre decisiones financieras, y sobre cuestiones de gobierno interno.

Por otro lado, en la decisión socialista pesa el motivo político de fondo, el que más preocupa al PSOE. Gallardón es el político mejor valorado de España. Y el rival más temible en unas elecciones si Rajoy no llega a 2012.

Los socialistas han elegido así, según coinciden varios dirigentes consultados, asociarse con Aguirre, que ya perdió su gran batalla interna contra Rajoy en el proceso precongresual después de las elecciones generales, y que en este momento no es un rival tan temible como Gallardón.

Con este apoyo, el PSOE consigue evitar que el alcalde de Madrid utilice la caja como trampolín para su futuro en el PP. O eso pensaba, porque en el último minuto uno de los miembros de la comisión de control propuestos por el PSOE, Francisco Pérez, desobedeció a su partido y eso hizo que aguirristas y socialistas perdieran una votación clave, aunque la batalla no ha hecho más que comenzar.

Pero antes de llegar a esta situación de bloqueo, la crisis ha vivido varias fases. El asunto se ha tratado en todos los despachos políticos, y en todo momento ha hecho extraños compañeros de cama. Hasta el punto de que Zapatero y Rajoy también lo despacharon. Fue en el Congreso, el 11 de noviembre, al día siguiente de que aguirristas y gallardonistas reprodujeran en la asamblea general de Caja Madrid, la única convocada desde la crisis, la pelea interna a cara de perro que domina la política madrileña, en el PP y en el PSOE.

Zapatero y Rajoy no pactaron nada, pero compartieron su preocupación. Los socialistas culpan al líder del PP por ser incapaz de controlar a su partido. Blanco, pieza elemental en esta jugada de alta política, se ha reunido con todos los protagonistas, desde Blesa hasta Ignacio González, mano derecha de Aguirre. Primero dejó que el PP se peleara y mantuvo su neutralidad, y al final, cuando no tuvo más remedio que mojarse, optó por Aguirre.

La caja se ha convertido además en un refugio de políticos. Basta mirar la comisión de control. El socialista Pérez, el que se pasó al bando de Blesa, fue jefe de gabinete de Rafael Simancas y era secretario de organización del PSOE madrileño hasta septiembre. De hecho, su defenestración de ese puesto está detrás, según fuentes socialistas, de su desobediencia al nuevo líder, Tomás Gómez.

Uno de los miembros relevantes de ese órgano, Antonio Cámara, fue secretario personal de José María Aznar en sus ocho años de Gobierno. Aún más evidente es la cuestión en Cibeles, la corporación creada por Blesa, en la que han encontrado acomodo conocidos políticos como Ángel Acebes o Manuel Lamela, colocados allí por Aguirre. En el consejo también están otros políticos como Mercedes de la Merced y Ricardo Romero de Tejada, del PP, o José Antonio Moral Santín, de IU.

Los populares pretextan que en todas las cajas españolas pasa lo mismo, y recuerdan que La Caixa está presidida por Narcís Serra, ex vicepresidente con Felipe González. Pero admiten que la pelea interna nada tiene que ver con la gestión o con criterios financieros, sino con una batalla de poder entre políticos, en la que se juega el futuro del PP y, de rebote, también los intereses del PSOE.

Nadie sabe quién ganará y todos asumen que el problema acabará en los tribunales. Pero después del viernes pasado, y ya antes, cuando cambió la ley en pleno proceso electoral, los implicados tienen una cosa clara: Aguirre está dispuesta a cualquier cosa con tal de ganar esta batalla, en la que todos juegan a todo o nada.

SCIAMMARELLA

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