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Reportaje:El vertido contamina los juzgados | CATÁSTROFE ECOLÓGICA

Juzgado pequeño, caso grande

Un juez novel y seis funcionarios de un pueblo de 2.000 habitantes investigan la catástrofe ecológica más grave de España

Ramón Lobo

Desde las ventanas del juzgado número 1 de Corcubión (A Coruña), una población que fue ballenera, se divisa la ría. Una barrera flotante trata de proteger el puerto del vertido de fuel. En la estancia principal, unos 40 metros cuadrados, trabajan tres mujeres y dos varones. La actividad es la habitual en una localidad de 2.000 habitantes que lleva los casos de la Costa da Morte: juicios de faltas, separaciones, herencias en disputa, indemnizaciones... A la derecha, dos despachos angostos, el del secretario Juan Francisco Riobó Fernández y el del juez Francisco Javier Collazo Lugo, que en su primer destino conduce la instrucción del sumario 960 / 2002, el del Prestige, en el que están en juego indemnizaciones de 180 millones de euros.

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Collazo no habla con la prensa. Educado y afable, rechaza responder toda pregunta relacionada con el caso o el juzgado. Ni siquiera las nimias, como su edad (sobre los 40), tiempo en el destino (cerca de dos) y número de funcionarios a su cargo (seis). Viste pantalón crema, camisa a cuadros y suéter azul, a juego con sus ojos. No lleva corbata. El juez usa gafas sin montura; están impolutas, lo que demuestra cierta escrupulosidad. Tras esquivar el interrogatorio, dice: "No pierda el tiempo; si quiere hablamos de mujeres o de otro asunto". ¿Está usted casado? Sonríe y muestra diez dedos sin señal de anillos. Se decide a conversar cuando la charla se desvía a naufragios históricos o al temporal del día 13, el del accidente: "La espuma de las olas saltaba la valla", dice señalando a la ría.

"En Corcubión nunca hay mucha actividad", confiesa un abogado. Al juzgado número 1 le tocó por turno el Prestige (igual que el Cason, en 1987), ambos sucedieron en costas de su jurisdicción. Collazo estudió Derecho en la Complutense de Madrid y dedicó los primeros años a la abogacía. "Es un caso de vocación tardía: un juez novel sin mucha experiencia", dice un magistrado gallego. "Esto es con lo que sueña alguien que empieza", sostiene una abogada, "si lo instruyen bien, tu carrera sale reforzada; pero si yerras en un asunto tan mediático estás acabado".

Los que le conocen en esta población marinera, que el escritor Juan Benet comparó con el sosiego de un manicomio, le definen como profesional, trabajador y escrupuloso, que huye del prototipo del juez estrella. Desde que el Prestige entró en su juzgado es frecuente verle salir del despacho entrada la noche. "No he notado cambios en su estado de ánimo; sigue siendo un tipo tranquilo y educado", afirma un procurador.

El edificio, que fue ayuntamiento, tiene tres plantas, pero sólo se utiliza la baja para impartir justicia. Nada más entrar está la sala de vistas; en la puerta, un cartel recuerda que es obligatoria la toga. Dentro, seis bancos de madera para cuatro personas cada uno, varias sillas sueltas y algo raídas, las bandera de España y de Galicia y un retrato del Rey joven. En la antesala se aguarda turno para resolver cuestiones. En ella, gente de edad diversa. Los expedientes de los juzgados se guardan en archivadores de cartón. Falta espacio: hay papeles apilados en el recodo de un pasillo. La primera planta está siendo habilitada para extender el juzgado número 1. En la segunda, donde vive el bedel, hay un cartel de Nunca Máis.

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El juez vive en Corcubión; la fiscal del caso Prestige, Beatriz Pacios, no. Sólo viene cuando hay declaraciones y asuntos a tratar. Ella es la impulsora de la investigación que exige al Gobierno central papeles del porqué de sus decisiones. "Es muy competente, minuciosa y dura en su trabajo", asegura la abogada. "Su línea no debe de gustar nada al PP; seguro que la ha tomado sin consultar al fiscal jefe de Galicia, Ramón García Malvar", dice el magistrado. La oposición y los sindicatos consideran a este fiscal jefe, que fue suspendido de empleo y sueldo por una falta grave y permanece en su puesto, un hombre de Manuel Fraga. "Es su abogado defensor", dicen con ironía.

Collazo sigue mudo. Ni siquiera quiere hablar de si necesita más gente. Uno de los abogados, lo explica: "Ha habido filtraciones a la prensa y está preocupado". Y sobre los medios, dice: "Es un caso goloso; hay afectados que quieren ver a Baltasar Garzón al frente. Él lleva muchos casos grandes en la Audiencia con sólo ocho funcionarios, ¿acaso aquí no pueden sacarlo adelante seis?".

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