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Las batallas internas en el PP
Columna
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Maquiavelo escribe a Rajoy

Fernando Vallespín

Caro Mariano:

En mi época no tuve ocasión de conocer a ningún gallego. Lástima, porque dicen que son tan políticos como los florentinos, pero que, a diferencia nuestra, gustan de ocultar su enfrentamiento con la realidad detrás de la ironía. Ah, la ironía y el gusto por las frases que dicen sin decir lo que dicen. ¡Qué desperdicio en un país marcado por la rústica simplicidad mesetaria de Castilla! Sin embargo, observo con sorpresa que una representante de esa aparente simplicidad sigue mejor que tú mis dictados.

Lejos de ser una irresoluta, como es tu caso, ha sabido deshacerse sin titubear de todos aquellos colaboradores que iban siendo señalados por la trama de nombre teutónico. No contenta con ello, no ha dudado tampoco en tratar de tomar el control de uno de los principales medios de poder de ese mundo vuestro. En el momento en el que te escribo no sé todavía si lo habrá conseguido, pero al menos hay que reconocer que ha sido consecuente. Quien quiere el fin, conservar y ampliar el poder, debe querer también los medios.

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Ha logrado también que la incontinencia y precipitación verbal de uno de tus escuderos la ubique en la situación que menos te conviene: transformar lo que comenzó siendo un pulso o desafío directo a tu autoridad en una situación de agravio. Ahora estás ante la necesidad de quemarte en una doble decisión, la de la presidencia de la Caja y la solución del agravio. Y esta supuesta ofensa ha dado alas también a tus propios enemigos mediáticos dentro de la derecha, deseosos de movilizarse en tu contra por persona interpuesta; en este caso, el jefe del locuaz escudero. Te ha colocado, en suma, ante el peor de los escenarios, ante un inusitado aumento de los costes de la decisión, que pasa por lo que más debería evitar un líder, la negociación con sus supuestos subordinados.

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Todo comenzó en Valencia. ¡Quién diría que es la tierra originaria de mis admirados Borgia, en particular el hijo del papa Alejandro VI, el malhadado César! Bien es verdad que los actuales políticos valencianos no tuvieron la escuela de las intrigas vaticanas, aunque no les faltara el mismo gusto por la intemperancia, la molicie y el lujo. Allí, y en ese preciso momento, a pocos líderes les ha ofrecido la fortuna, siempre voluble y caprichosa, una mejor ocasión de afirmar su liderazgo. ¿Qué mejor oportunidad para hacerlo que unido, además, a la persecución de un fin noble, el combate de la corrupción? Pero como no me he cansado de decirlo en su día, la violencia -en vuestras más civilizadas circunstancias, los ceses-, hay que ejercerlos "de un golpe" y a todos los implicados, sólo así es ejemplarizante.

No lo hiciste, actuaste a medias. Es posible que exigir la cabeza del más alto representante del poder valenciano te pareciera cruel, siendo un fiel aliado, pero es un caso más de buen uso de la "crueldad". Ya sabes, un político tiene que aprender a no ser "bueno". Lo que importa son los efectos políticos que produce su acción. De haberlo hecho te hubieras blindado frente a las ulteriores consecuencias del caso Gürtel y, ¡qué duda cabe!, hubieras ganado en autoridad y en favor popular. Pues en vuestras sociedades democráticas se habla mucho de fomentar el debate interior en los partidos, de permitir las disidencias internas, pero luego se penaliza a aquellos que dan la imagen de división interior. Hubieras ganado también la apariencia de ser un líder resolutivo, algo inestimable en estos momentos de crisis que os acechan. Por no mencionar el precedente, que ahora te sería tan útil, de haber sabido disciplinar los excesos del poder territorial de tu partido.

Todo esto puede parecerte una cínica exhibición de economía del poder. Lo es, sin duda. Si conoces bien mi obra, sabrás que, aparte de advertir de la complejidad del mundo de la acción política, he sentido siempre también una sincera preocupación por los valores de la ciudadanía y porque el gobierno cuente con el favor popular.

Mi consejo parte, precisamente, de esta inquietud por el bienestar general, que en este caso coincide con tu interés personal. Si consigues afirmarte en tu partido y limpiarlo de toda sombra de corrupción conseguirás también lanzar un nítido mensaje de tolerancia cero ante ella. Y, sobre todo, habrás permitido que tu país cuente con lo que es una necesidad ineludible de todo sistema democrático, una oposición fuerte y viable. Mucho me temo, sin embargo, que tu adversaria viene siendo una lectora mucho más atenta de mis escritos.

Afectuosamente, Niccoló Machiavelli.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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