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Reportaje:El festejo solidario del cambio de año | CATÁSTROFE ECOLÓGICA

Nochevieja negra en Muxía

Pescadores, mariscadores y 400 voluntarios que limpian el fuel de las playas celebran juntos el fin del año de la catástrofe ecológica

Ramón Lobo

Había temporal: viento fuerte y lluvia racheada. La lonja de pescadores de Muxía, un almacén hojalateado, era un hervidero de uniformes y entusiasmos: 16 soldados de la brigada aerotransportada de Pontevedra en la cocina; una docena de mujeres del pueblo en batas blancas ordenando afanes; pescadores y mariscadores ayudando a montar mesas, y 400 voluntarios disfrazándose de fiesta. En las tintadas, chapapote a raudales y batir de olas enrabietadas, que limitaron la faena del día a dos horas. El subteniente Federico Trillo, al que tildan cariñosamente de ministro, se codea con Claudina y Sisi, mujeres de esta localidad marinera. Dan chocolate y café en vaso de plástico a los más adelantados y miman el punto de la cocción del menú de Nochevieja para 600: sopa, merluza en salsa verde y cerdo. Todo -turrón, 12 uvas en bolsitas, higos, pasas, polvorones, vino de tempranillo y cava- procede de las donaciones de particulares y empresas.

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La lonja, donde se subastaba pescado antes del 13 de noviembre, ha sido tomada por las televisiones y el curioseo mediático. A las ocho de la tarde, una riada de voluntarios, algunos disfrazados, llega procedente del pabellón donde duermen. Guardan fila y recogen las bandejas militares que llenan de manjares de última noche del año. Las mesas, unas tablas motadas sobre caballetes y amanteladas con plásticos negros, se pueblan de gente de España, Italia, Rumania y Corea. Son ese ejército civil e entusiasta que, embutidos en monos blancos, limpian a mano playas y rocas.

"Si no fuera por estos chicos, tendríamos fuel para seis o siete años", afirma Javier Sa, patrón mayor de la cofradía de pescadores de Muxía. En Muxía, como en toda la Costa da Morte, hay indignación por los planes minimalistas de la Xunta y del Gobierno central, empeñados en limitar el voluntariado.

Al fondo, en la cocina donde laboran Claudina y Sisi, hay ajetreo; es hora de transportar los peroles cargados de alimento al otro lado de la lonja. Sisi se carcajea ante la afirmación de lo mucho que mandan las mujeres en Muxía. "Al principio, les dábamos tortillas de patatas que hacíamos, pero ahora gracias a las donaciones la comida es abundante y variada".

Los voluntarios, ya alimentados, se encaraman a la bancada y comienzan a bailar abrazados. La Rianxeira les anima a cantar. Tras la jarana, sentimientos como los de Isabel, afloran: "El del bigote, que venga a recoger chapapote", corean muchos.

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En el transporte de regreso con los peroles vacíos, Laura, natural de Muxía, estudiante de Turismo en A Coruña, se hace ayudar de un soldado. Mientras, el vocerío crece: "Fraga el que no bote", "el pueblo unido jamás será vencido".

Una niña de 11 años, Alba García Ureña, pasea junto a su padre. Él es uno de los voluntarios. Son gallegos de Gijón. Alba toma fotos para la revista de su colegio. "Si tuviera que elegir una", dice", "sería la de los voluntarios trabajando".

Serafín, de 78 años, de Muxía, secretea al oído del periodista: "Hoy aparecieron peces muertos en Nemiña. Mala pesca nos espera. Si dicen que el mar está bien, que vengan ellos a comérselos".

Los gritos, a ritmo de bongo y tambor, se aceleran: "Fraga, Aznar, al fondo del mar". Los militares observan, pero alguna sonrisa pilla se les escapa. "Esto es muy diferente al cuartel", bromea una cabo. Sara y Zilia vienen de Aragón. "Hemos estado dos horas en la playa", relatan. "Había temporal, apenas pudimos trabajar. Hemos acabado empapadas hasta las bragas", confiesa Zilia. "Tenemos sentimientos intensos; de pena, por lo que vemos, y de alegría, por compartir esto", añade Sara.

Carlos Núñez y su grupo ensayan en un escenario improvisado su actuación en Tele 5. Suena Hermandad de las Estrellas. Frente al televisor están Alessandro, de 36 años, arquitecto en Florencia; Simona, que es de Milán, y Stefania, de Trieste. "No olvidaré esta noche", dice Simona. En los descansos de Carlos Núñez, crece la bulla: "Fraga y compañía, bañaros en Muxía". Alguien ha colocado una pancarta que reza: "IncomPPetencia total".

Tras varios planos que muestran a José María Aznar y que suscitan gritos de "¡dimisión!", los voluntarios aclaman a sus héroes y les hacen subir al estrado.

Se acerca la medianoche. Corre el cava, y no se cuelan en el directo de televisión el cántico alusivo al bigote y al chapapote. A fuera ventea y diluvia. La velada prosigue a son de samba hasta la madrugada. En Año Nuevo, de nuevo al tajo. El chapapote no entiende de refranes -"año nuevo, vida nueva"-. El panorama es el habitual: rocas negras, arena oscura y mar que escupe fuel. El Prestige invade todo el calendario, día, a día; mes a mes; año a año.

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