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"Nos llaman de todo menos bonitos"

Elena G. Sevillano

De inútil para arriba. La violencia verbal de algunos afectados de Cercanías escala peldaños con cada nueva jornada de retrasos. Lo sabe bien Eva, una informadora de Renfe de 29 años que, para colmo de la paradoja, ayer llegó tarde a su puesto en el aeropuerto por culpa de... Renfe. A ella, a diferencia de otros trabajadores, no le hace falta justificante. Sus jefes la creen. Lleva lidiando con pasajeros resentidos desde enero. "Somos los que damos la cara y por eso nos llevamos los gritos y los insultos. Suerte que ya me voy de vacaciones", suspira. El tren que la tenía que llevar al aeropuerto salió ayer de Sants con 25 minutos de retraso. El siguiente, lo mismo.

Una nueva avería, esta vez en una pieza del sistema de electrificación, provocó retrasos de entre 15 y 35 minutos en la línea del aeropuerto (10), la 2 y la 4. Esa fue la explicación de Adif, gestora de las infraestructuras. Los maquinistas, en cambio, contaban ayer que el embudo de Sants se estaba cocinando lentamente desde primera hora. Este fin de semana, las vías 1 y 2 están cerradas por las obras del AVE, con lo que el mismo número de trenes pasan por menos vías. La avería no hizo más que precipitar el desastre, afirmaban. "Nos llaman de todo menos bonitos, y también somos afectados".

Al menos ayer no era día laborable. En los andenes 9 y 10 de Sants se aglomeraban a mediodía turistas con maletas, gente que iba a pasar el día fuera de Barcelona, y también algún trabajador. A Carmen, madrileña, la esperaban para comer en Vilanova. "Me encanta Barcelona, pero con estos líos de transporte se me quitan las ganas de venir. En Madrid, Cercanías funciona muy bien", comentaba. Algunos conductores de tren empiezan a pensar que hay "una mano negra" detrás de tanta avería. Otro pronosticaba retrasos también para hoy, a pesar de que Adif tenía previsto reparar la avería ayer por la noche.

Entre los usuarios, enfado y también resignación. Los hay que ya no se molestan en comprobar los horarios en el vestíbulo. Bajan a su andén y esperan. No es mala opción. Una informadora a la puerta de Atención al Cliente, walkie-talkie en mano: "¿Si lleva retraso el del aeropuerto? Espera que pregunto". Desde el otro lado del aparato le responden: "Salen a su hora. Menos mal, tía". Mientras, en el andén, el tren no llega. Otra vez.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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