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De la Edad Media al siglo XX en 15 años

"Si los británicos perdieron el imperio de la India", solía decir hasta su derrocamiento, en 1970, el viejo sultán de Omán, Said Bin Taimur, "es porque enseñaron a leer a sus habitantes". Pero en cuanto accedió al trono aquel año su hijo, Qabus Bin Said al Said, alfabetizó a sus súbditos, iletrados en un 80%, sin por eso poner en peligro su corona. Mientras se modernizaba a marchas forzadas el sultanato de Omán, se convirtió también en una de las monarquías petroleras más estables del Golfo Pérsico.

Nada más elocuente que las estadísticas para dar cuenta del enorme salto hacia el progreso dado en la última década y media por ese país de 300.000 kilómetros cuadrados y un millón de habitantes situado al sureste de la península Arábiga. Hace 15 años, sólo existían tres escuelas primarias con menos de 1.000 alumnos en total; ahora, la población escolarizada supera los 198.000 niños y adolescentes, incluidos 3.000 estudiantes matriculados en la recién creada universidad. Paralela mente, el número de teléfonos se multiplica por 44; el de camas en los hospitales, por 170; el de los médicos, por 50 y la extensión de la red de carreteras, por 350.

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Lo que no relatan las estadísticas son anécdotas reveladoras del atraso en el que vivía Omán hasta 1970 por culpa de la mentalidad retrógrada de su monarca. Recluido en su palacio de Mascat, a la sombra de dos fuertes erigidos por el colonizador portugués, el oscurantismo al que sometió a sus súbditos alcanzaba tales niveles que era, por ejemplo, indispensable obtener un permiso del sultán para cursar estudios en el extranjero o, simplemente, para poseer un transistor o adquirir gafas. A aquellos que necesitaban lentes para ejercer su actividad les era concedida la autorización.

A pesar de la explotación del petróleo a partir de 1967, la población omaní seguía sumida en la más absoluta miseria, un excelente caldo de cultivo para la rebelión comunista y secesionista de la provincia meridional del Dhofar, ayudada por el régimen prosoviético de. Yemen del Sur. La guerrilla hubiese, probablemente, acabado triunfando de no haber sido por la intervención militar británica en apoyo del Ejército omaní, decidida por Londres mientras sus emisarios se esforzaban por convencer al heredero de la corona de la necesidad de dar un golpe de palacio para deponer a su padre. El sultán Said fue destronado en el verano de 1970, el maná del petróleo fue consagrado al desarrollo y a la mejora del nivel de vida de la población y los sublevados dhofaríes empezaron a perder terreno hasta el punto de verse obligados a deponer las armas en 1975. No sólo Omán se mantuvo en el bando occidental, sino que, gracias a la experiencia bélica de su Ejército y a su incomparable posición estratégica, a caballo sobre el Golfo Pérsico y el océano Indico, se convirtió en un aliado privilegiado de EEUU.

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La guerra irano-iraquí le otorgó el papel de guardián del estrecho de Ormuz, por donde llegó a transitar el 60% del crudo consumido por Europa, que las autoridades islámicas de Teherán han amenazado varias veces con bloquear para replicar al bombardeo de sus instalaciones petroleras, especialmente la terminal de Jarq, que el régimen de Bagdad está empeñado en destruir. En la vigilancia desde la península de Musandam de la navegación por esas aguas participan, junto con la Marina omaní, asesores castrenses británicos. En total, unos 1.000 consejeros extranjeros trabajan con contratos para las Fuerzas Armadas del sultanato, que absorben el 40% del presupuesto del Estado.

Poco después de la invasión soviética de Afganistán y poco antes del inicio hace cinco años de la contienda del golfo, Omán concluyó con EE UU un acuerdo que le concede, a cambio de una ayuda militar de 260 millones de dóIares en cinco años, abastecimiento para su flota y su fuerza aérea en la pequeña isla de Musandam.

Quince años después de su acceso al poder, el único problema que puede planteársele al sultán Qabus es el de su sucesión. Divorciado de su esposa, con la que no tuvo hijos, se rumorea que el monarca, de 45 años, se podría volver a casar, acaso con una hija de su amigo el rey Hussein de Jordania, aunque también se especula con la designación del viceprimer ministro, Sayid Fehad Bin Mahmud al Said, como príncipe heredero.

El conflicto irano-íraquí ha beneficiado económicamente a Mascat, porque son cada vez más numerosos los petroleros que se abastecen de crudo en Omán, por temor a los ataques aéreos en otros puertos septentrionales.

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